Se hacen llamar «redes cristianas». Dicen de sí mismos que «pretendemos ser otra voz crítica y alternativa y coordinarnos para dar una respuesta conjunta en pro de la transformación democrática de la Iglesia y de la sociedad. Somos mujeres y hombres, personas laicas y clérigas, seglares y religiosas, no teólogas y teólogas, homosexuales y heterosexuales, y todas y todos, desde posiciones de igualdad, estamos movidas por los mismos deseos de transformación y cambio».
Acaban de publicar lo que consideran su aportación para el Sínodo. ¿Su propuesta? Cambiar la Iglesia de arriba a abajo, es decir, que deje de ser Iglesia Católica para hacerla protestante. Es la continua obsesión por intentar modificar la doctrina, la moral y los mandamientos para adecuarlos al modo de vida actual. Como todo en la vida, cambiar las reglas para adecuarlas a las acciones siempre será más fácil que cambiar uno mismo.
Pues bien, este grupo autodenominado «cristiano» comienza su manifiesto alertando de las «sombras que están afectando al interior de la iglesia que está en España». Destacan que «hemos vivido evidentes dinámicas involucionistas: creciente jerarquización, obsesión enfermiza por la ortodoxia y los ritos, y, sobre todo, defensa de la propia institución frente a los reclamos que la sociedad».
También se quejan del Vaticano, porque no entienden que «el centro de la Iglesia católica, el Vaticano, continúe siendo un Estado, con sus intereses y múltiples andamiajes de autoprotección. Con sus bancos, sus funcionarios y hasta su simbólico ejército».
Aborto, eutanasia, divorcio y matrimonio homosexual, «valores esenciales del siglo XXI»
Aquí viene otra paradoja, hablan del «enrocamiento refractario de la Iglesia ante materias que constituyen valores esenciales en el siglo XXI». Critican a la Iglesia en España por «su inmovilismo doctrinal en algunas materias muy superadas hoy día por la ciencia y la hermenéutica y su inmovilismo moral frente al desarrollo de una conciencia ética universal, que reconoce como derechos el divorcio, el aborto, la eutanasia, los matrimonios del mismo género y los increíbles avances de la bioética». Para ellos, porque lo diga «la ciencia» ya es un valor esencial del siglo XXI, da igual los mandamientos, el Evangelio y la propia Tradición de la Iglesia durante más de 2000 años.
Además, también añaden que resulta «especialmente doloroso», por parte de la Iglesia, «sus actuales exclusiones: principalmente de las mujeres, del colectivo LGTBIQ+, de personas divorciadas que desean casarse por segunda vez o recibir los sacramentos, de pensadores y teólogos/as represaliados/as y sacerdotes secularizados».
No podía faltar en el comunicado el típico «topicazo» sobre la Iglesia en España. Dicen, que les «resulta difícil de entender y asumir el posicionamiento ético y político de la Iglesia jerárquica española al lado de las fuerzas más reaccionarias (xenófobas, racistas, homófobas, misóginas, machistas, patriarcales, etc.) del país. Llaman la atención sus ausencias o inhibiciones ante problemas sociales que afectan a sectores débiles de nuestra sociedad. Así, por ejemplo, en el debate sobre la reforma laboral, en la lucha por el derecho a una vivienda digna o los derechos de asilo e integración social de inmigrantes y refugiados». Esta afirmación hace pensar que, por poner un ejemplo, no leen mucho al presidente de la CEE, el cardenal Omella quien acostumbra a hablar sobre pobreza, exclusión, las bolsas de plástico y el medio ambiente.
También cargan en su manifiesto contra «el sectarismo de los Medios de Comunicación Social de titularidad eclesiástica, que no se caracterizan precisamente por difundir la Doctrina Social de la Iglesia y del papa Francisco, sino que actúan alineados con posiciones políticas reaccionarias que justifican e incluso favorecen la desigualdad entre las personas y la falta de cuidado y de aprecio a la naturaleza».
Propuestas para su nueva Iglesia
Merece la pena rescatar algunas de las propuestas que ofrecen de «Iglesia hacia adentro». Para empezar, «la Iglesia debe incorporar a la mujer [y a las otras personas diferentes] a todas sus funciones, tanto de reflexión, como de gobierno y de celebración» o también «Fomentando celebraciones cristianas vivas y creativas, donde todas las personas puedan participar; porque toda la comunidad es la que celebra y lo hace con naturalidad, sin vestimentos ni ritos extraños, sin necesidad de recintos sagrados, ni protagonismo de ningún celebrante».
De puertas hacia afuera tampoco se quedan cortos en sus pretensiones ya que proponen que la Iglesia renuncie «decididamente a los acuerdos firmados por el Estado con la Santa Sede en el 1979; reconociendo y pidiendo perdón por su complicidad con el levantamiento, la guerra civil y con el régimen político a que dio lugar, pagando a la Hacienda pública, mientras no se desprenda de ellas, los impuestos que acompañen a sus actividades financieras y comerciales». Traduciendo la propuesta, pretenden que la Iglesia pida perdón por no apoyar a aquellos que la persiguieron y asesinaros a miles de sacerdotes, monjas, religiosos y laicos por el mero hecho de ser católicos.
El día en que la Iglesia acepte todas estas pretensiones heréticas, habrá dejado de ser católica para ser otra protestante más. Quizá sea recomendable recordar aquellas palabras del pensador inglés Edmund Burke para que seamos conscientes de la situación, y es que «lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada».