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El concilio quería que se diese más peso a la Sagrada Escritura en la Liturgia. “Para procurar la reforma, el progreso y la adaptación de la sagrada Liturgia, hay que fomentar aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura que atestigua la venerable tradición de los ritos, tanto orientales como occidentales”, se lee en Sacrosanctum Concilium. “En las celebraciones sagradas debe haber lectura de la Sagrada Escritura más abundante, más variada y más apropiada”, dicen los padres conciliares. Una cuestión que impulsaron los padres conciliares fue la cuestión de la primacía de las celebraciones comunitarias: “Siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y casi privada”. También querían fomentar la participación activa de los fieles en la liturgia. “Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales. Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado”, se lee en el punto número 30 de la constitución. “Los ritos deben resplandecer con noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones”, prescriben los padres conciliares. El Concilio Vaticano II exhorta a que, en la reforma, se conserve el uso del latín en los ritos latinos, “salvo derecho particular”. “Sin embargo, como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la Misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la Liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos”, se lee en la constitución. Para que el sacrificio de la Misa “alcance plena eficacia pastoral”, el Concilio Vaticano II, decretó lo siguiente:- Que se revisara el ordinario de la misa, de modo que se manifestara “con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión” y se hiciera “más fácil la piadosa y activa participación de los fieles”.
- Que se simplificaran los ritos, conservando “con cuidado la sustancia”; se suprimieran “aquellas cosas menos útiles que, con el correr del tiempo, se han duplicado o añadido”; se restablecieran “algunas cosas que han desaparecido con el tiempo”, según se estimara “conveniente o necesario”.
- Que se abriera “con mayor amplitud los tesoros de la Biblia, de modo que, en un período determinado de años, se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura”.
- Se recomendaba “encarecidamente, como parte de la misma Liturgia”, la homilía, “en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana”. En los domingos y fiestas de precepto “nunca se omita si no es por causa grave”.
- Que se restableciera la ‘oración de los fieles’ después del Evangelio y la homilía, principalmente los domingos y fiestas de precepto.
- Que en las Misas celebradas con asistencia del pueblo pudiera darse “el lugar debido” a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la oración de los fieles y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo”
- Que se procurara, sin embargo, “que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde”.
- Se recomienda especialmente la participación “más perfecta” en la misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor. También comentan que la comunión bajo ambas especies puede concederse en los casos que la Sede Apostólica determine.
- Los padres exhortan a la participación en las dos partes de la Misa: la liturgia de la palabra y la eucarística. El Concilio Vaticano II “exhorta vehemente a los pastores de almas para que en la catequesis instruyan cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda la misa, sobre todo los domingos y fiestas de precepto”.
- Amplían la facultad de concelebrar. El Jueves Santo, tanto en la Misa crismal como en la Misa vespertina; en las Misas de los concilios, conferencias episcopales y sínodos y en la misa de la bendición de un abad. Además, con permiso del ordinario: en la Misa conventual y en la Misa principal de las iglesias, “cuando la utilidad de los fieles no exija que todos los sacerdotes presentes celebren por separado”, y en las Misas celebradas con ocasión de cualquier clase de reuniones de sacerdotes. “Sin embargo, quede siempre a salvo para cada sacerdote la facultad de celebrar la Misa individualmente, pero no al mismo tiempo ni en la misma Iglesia, ni el Jueves de la Cena del Señor”, se lee en la constitución.