La crisis de Basílica ha desatado severas cuestiones que, al final del gobierno del arzobispo Aguiar, implican el sentido de los derroteros que la arquidiócesis de México ha tomado desde 2018. Al final, este potencial escándalo que lleva una relojería semejante a la de una bomba de tiempo le podría estallar al mismo Aguiar Retes en las manos, destapando otros frentes que también se encuentran bajo las sombras de la opacidad que le son características.
Del decadente arzobispo se pueden decir muchas cosas, y entre el cúmulo de “cualidades” están le de encumbrar y traicionar. Uno de esos casos es el del monseñor canónigo rector de la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, Efraín Hernández Díaz. Quienes lo conocen, no dudan en afirmar que “Efra” es un sacerdote humilde y nada ambicioso. Según el directorio nacional eclesiástico, nació en noviembre de 1961 en Michoacán. Ingresó al seminario menor de la arquidiócesis de México en 1975 y fue ordenado el 5 de mayo de 1990 en Azcapotzalco, durante el pontificado del cardenal Ernesto Corripio Ahumada.
Su ministerio se ha caracterizado por un servicio y apostolados destacando como director de la Comisión de Promoción Vocacional Arquidiocesana, cargo que ejerció con dedicada eficiencia, y capellán del Club Serra durante 18 años. Sus compañeros sacerdotes lo aprecian por su cercanía y compromiso pastoral; en anuncios eclesiásticos, se le describe como un «pastor fiel» que responde con generosidad al llamado divino. Quien esto escribe lo conoció personalmente y en dos ocasiones, una durante esas colectas del Seminario Conciliar en Iztapalapa y la impresión que tuve de él fue muy positiva, amable, cortés, diligente, dedicado. La segunda fue cuando Aguiar Retes tomó posesión del arzobispado en febrero de 2018, “Efra” y yo nos saludamos, si no efusivamente, sí con agrado y gusto por reencontrarnos en ese momento.
A ”Efra” le cayó la rifa del tigre que lo sacó de su tibia posición en cargos más bien discretos para ser usado como comodín en el nuevo arzobispado. Primero, el de ecónomo general de la arquidiócesis y segundo, párroco de Capuchinas, una auténtica mina que le daría el privilegio de ser de las parroquias VIP, un sistema que él diseñó, en cuanto a las generosas cuotas que aportaba a la alcancía del arzobispo Aguiar.
“Efra” parecía predestinado a algo superior gracias al cambio de administración. Su conexión personal con la Basílica –fue monaguillo en la parroquia de Santa María de Guadalupe «Capuchinas» y que echaba cascarita en el atrio, parecían encumbrarlo a algo más serio.
Y eso fue cuando nuestro arzobispo todoterreno lo puso, en septiembre de 2023, como rector del más importante santuario a nivel continental, un cargo de enorme responsabilidad que implica gestionar millones, no sólo de visitantes, también millones en recursos financieros.
Pero iba perdiendo piso… De hecho, tras los artículos críticos a la gestión administrativa y económica del arzobispado publicados en este blog, supe de su molestia, como la de muchos otros, poniéndome como “enemigo de la Iglesia”. Y así fue que decretó, terminantemente, que este bloguero era persona “non grata”, ordenado que se me impidiera el paso a cualquier actividad tanto en Capuchinas como en Basílica. En fin…
La fachada de sencillez de monseñor “Efra” comenzó a caer con hechos que sugieren lo contrario. Su paso como rector se notaba en pequeñas cosas que hacían ver que Basílica no iba bien. “Efra” se blindó de una pareja, sus compadres, siniestros personajes que controlaban todo, incluso rayando en violencia inaudita. Visitas VIP al camerín de la Virgen, caída de la calidad de servicios administrativos… pero todo ego debe ser alimentado y “Efra” ya no medía las consecuencias al sentirse protegido del pastor. Dudosas instituciones como una que se ha autoproclamado de tener el «mejor Claustro Doctoral de México y el mundo», dio un doctorado “patito” honoris causa, con toga y birrete, como consta en la foto que anre esta sección, dado «con amor y orgullo» por su nombramiento como rector, destacando aspectos como los de una trayectoria en ámbitos social y humanitario (sic). La felicitación evoca un reconocimiento que choca con su supuesta falta de ambiciones para meterse al escaparate de «líderes» en campos variados sin rigor académico evidente, una hoguera de vanidades poniendo en tela de juicio si estos honores no revelan una búsqueda de prestigio personal.
Para muestra un botón, ese mismo instituto reparte doctorados a diestra y siniestra, previa cuota desde luego, los mismo al Papa Francisco o a diputados trans como Salma Luévano quien en septiembre de 2022, subió a la tribuna de San Lázaro para presentar una iniciativa parodiando a un obispo. Así la calidad de los doctores…
Pero este clímax llega a la actual crisis en la Basílica de Guadalupe que estalló el el último trimestre de 2025. El doctor “Efra” ha estado ausente desde agosto, generando incertidumbre en la logística y finanzas del templo más visitado de América Latina. Cuestionamientos que ha formulado valientemente el cabildo de Guadalupe lo llevaron a su remoción en septiembre y a una investigación canónica preliminar en octubre. ¿Qué sigue? Este entramado, envuelto en la opacidad, ya ha llegado a Roma y se sabe de que las cosas no están bien, especialmente cuando la Iglesia de México ha fijado sus ojos en el 2031, los 500 años de las apariciones. Este escándalo sugiere algo más profundo.
El rector Efraín Hernández es un hombre leal, pero nada sagaz. Y aunque se le sigue viendo en Basílica, el cabido sabe que su presencia es un riesgo azaroso. Pero en todo esto, no está sólo… hay que ver hacia arriba, efectivamente, hacia aquel que lo puso y quienes lo rodean, especialmente esos agentes que han hecho de la arquidiócesis de México un negocio que idolatra al Mammón.
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Llegó el tiempo del diezmo. De los mandamientos de la Santa Madre Iglesia. De alguna forma u otra, sabemos el significado de este precepto y las implicaciones para la vida de la comunidad. ¿Qué tan atractivo resulta que esto se convierta en una generosa aportación en lugar de una imposición? Desde la llegada de Aguiar Retes al arzobispado de México, se ha tratado de justificar el diezmo de diversas formas. A través de campañas poco exitosas o bien bajo los chantajes como aquel de 2020 como cuando el edulcorado medio arquidiocesano afirmó que el diezmo era “una oportunidad especial de calibrar la seriedad con que asumimos nuestra fe”
En una de esas nuevas ocurrencias para tener el diezmo que urge, la promoción de este año 2025 correspondió al bien amado pastor. Su aspecto, por demás demacrado, contrasta con los argumentos para convencer a los fieles porque el diezmo, según el arzobispo, es una “necesidad que tenemos todos de poner un poquito de lo nuestro para poder mantener las actividades de la Iglesia. Eso significa el diezmo, es decir, que una parte tuya de lo que te ingresa, de lo que tienes de bienes, en gratitud a Dios por recibir la vida y todas las capacidades y potencialidades que ha sido desarrollando, nos des el diezmo…
Así de accidentado y atropellado, el argumento de don Carlos remata que las aportaciones de diezmo a la arquidiócesis también ¡van a la Santa Sede! «No solamente ayuda a la Iglesia diocesana, también es como ayudamos a la iglesia universal en las distintas condiciones de vida que tiene en otros continentes, enviando ese dinero a la Santa Sede, a Roma». Sería interesante conocer cuánto es lo que el Papa recibe de la arquidiócesis de México por diezmo, al fin y al cabo, es el dinero aportado por los fieles. Juzque el amable lector, por sí mismo, el mensaje del arzobispo. ¿Se anima a dar su diezmo?…
https://youtube.com/shorts/fcYyj7VEVPk?feature=share
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Nos detenemos para externar una felicitación al segundo obispo de Cancún-Chetumal, el obispo Salvador González Morales. Moderador de la curia y vicario general. Ordenado obispo en 2019, monseñor “Chavita” fue quien, prácticamente, ejercía gobierno y mando en la arquidiócesis de las ocurrencias. Su envió a Cancún-Chetumal fue un golpe al arzobispo Aguiar quien, en la práctica, se queda sin ese dique de contención que significó el obispo Salvador entre él y el clero, particularmente en catedral metropolitana frente un cabildo nada dócil, muy interpelante y bravo. Cancún-Chetumal es una diócesis joven, pero con una característica peculiar, es el baluarte de los Legionarios de Cristo. Exlegionarios y críticos de esa congregación indican que la antigua prelatura era una especie de territorio de destierro, a la manera de don Porfirio con sus enemigos políticos en Quintana Roo, de los sacerdotes legionarios bajo sospecha de abusos sexuales. El obispo Salvador termina con una era y enfrentará decisiones difíciles de un territorio contrastante: del poderío y empuje económico de zonas como Cancún hasta la pobreza de regiones indígenas y fronterizas con Belice como Chetumal. Según el anuario pontificio 2024, la diócesis tiene 114 sacerdotes que sirven a poco más de un millón de católicos. Desde su creación, la prelatura sufre la progresiva erosión del catolicismo, típico de sureste mexicano. Con 74 parroquias, el obispo Salvador regirá un sistema creado por los Legionarios de Cristo que ahora debe emprender otros derroteros, especialmente para suscitar las vocaciones nativas. Al 2023, la diócesis tenía 55 sacerdotes diocesanos frente a los 89 religiosos (en su mayoría Legionarios), pero con un potencial interesante, el de las religiosas que eran, hasta ese año, 136. Al tiempo, veremos el trabajo del obispo Salvador… enfrentando un aparato que tal vez sea difícil de domar, el de los Legionarios sumidos en el escándalo. Nuestras sinceras oraciones por un fecundo ministerio episcopal. Y por cierto, se sabe que quien está en la mira para ser «moderador de la curia interino» es un canónigo de Basílica, monseñor Martín Muñoz.
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Recordamos otros hechos interesantes para la vida de la arquidiócesis de México que marcaron su esplendor. Este 20 de diciembre, se cumplieron 70 años de la designación del obispo de Tulancingo, Miguel Darío Miranda (de quien también se recuerda su nacimiento hace 130 años, el 8 de diciembre de 1895) como coadjutor del arzobispo de México, Luis María Martínez. El segundo cardenal mexicano, creado en 1969, fue un parteaguas definitivo en la historia de la arquidiócesis. No sólo fue de los padres conciliares en el Vaticano II, también sentó las bases para la organización administrativa del arzobispado que se fue consolidando con los cardenales Corripio Ahumada y Rivera Carrera.
Tampoco escapa a la memoria un particular mensaje de Navidad del cardenal Ernesto Corripio Ahumada. El 22 de diciembre de 1991, una fecha significativa por los acelerados cambios sobre la personalidad jurídica de la Iglesia, el prelado decía que esa Navidad de 1991 “sería muy especial para la arquidiócesis de México” no sólo por las nuevas condiciones entre el Estado y la Iglesia, también porque la arquidiócesis estaba en “estado de sínodo”. Corripio, en ese mensaje, iba duro y profundo: “En la arquidiócesis de México es inaplazable formular una nueva legislación sobre sacramentos, administración y costumbres que corrija errores y unifique el trabajo de todos”, expresaba en un marco especialmente particular al enfilarse a las bodas de oro de su sacerdocio en 1992. Para quienes se alborotan con eso de “caminar juntos”, hace 34 años, el arzobispo Corripio ya lo tenía claro: “Debemos caminar juntos para encontrar respuestas adecuadas a las necesidades del Pueblo de Dios”.
Y finalmente, en los albores del 2026, se recordará la primera peregrinación arquidiocesana presidida en 1996 por el entonces arzobispo de México, Norberto Rivera Carrera quien este 21 de diciembre de 2025 cumplió 40 años de vida episcopal. Lo interesante es que en enero de 2026, se cumplirán 30 años de la primera instrucción pastoral que entregó al arzobispado de México sobre la Nueva Era. Rivera Carrera no llegó con las manos vacías. Entró al arzobispado con un documento que, en su momento, suscitó grandes expectativas para entender todo lo relativo sobre esas corrientes esotéricas y su impacto en la vida de fe. El 7 de enero de 1996, un folleto, “18 preguntas acerca de la Nueva Era” se repartió como pan caliente para que la palabra escrita llegara a miles de fieles: “Muy queridos hermanos y hermanas”, escribía el joven arzobispo Rivera Carrera, “Para una mayor difusión y comprehensión (sic) del contenido de mi Primera Instrucción Pastoral sobre el New Age presento a ustedes este folleto “Dieciocho preguntas acerca de la Nueva Era”. Espero que la lectura de la Instrucción Pastoral y las respuestas sobre estos temas de tanta actualidad iluminen su fe y los lleven a amar más a Jesucristo y a su Iglesia. Su hermano y servidor, Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México”… Sin duda, eran otros tiempos.
