Pbro. Hugo Valdemar Romero / El National Study of Catholic Priests 2025, realizado por la Catholic University of America, ofrece una radiografía precisa y reveladora del clero católico en Estados Unidos. El informe no solo mide el bienestar personal y ministerial de los sacerdotes, sino que pone de manifiesto un cambio generacional profundo, especialmente visible entre los sacerdotes ordenados en las últimas dos décadas.
Los datos confirman una realidad que muchos intuían: el relevo generacional está dando lugar a un presbiterio más conservador, más centrado en lo espiritual y doctrinal, y menos identificado con las prioridades sociopolíticas dominantes en décadas pasadas.
En términos individuales, el estudio ofrece un dato alentador: los sacerdotes estadounidenses mantienen altos niveles de bienestar personal, con una puntuación promedio de 8.2 sobre 10 en la escala de bienestar de Harvard.
La sobrecarga pastoral sigue siendo un desafío significativo: el 39% de los sacerdotes reporta al menos un síntoma, siendo más frecuente entre los sacerdotes diocesanos y, de manera particular, entre los ordenados después del año 2000, quienes declaran una mayor sobrecarga de responsabilidades pastorales que las generaciones anteriores.
Uno de los hallazgos más llamativos del informe es la clara polarización generacional en el plano teológico e ideológico. Mientras que más del 70% de los sacerdotes ordenados antes de 1975 se identifica como teológicamente progresista, el panorama cambia radicalmente entre los sacerdotes jóvenes: más del 70% de los ordenados desde 2010 se declara “conservador u ortodoxo” o “muy conservador” y apenas un 8% se considera progresista.
Este giro también se refleja en el plano político. Solo uno de cada diez sacerdotes jóvenes se identifica como liberal, mientras que aproximadamente la mitad se define como conservador en algún grado. En generaciones anteriores, esta proporción era prácticamente inversa. Este cambio indica una búsqueda consciente de identidad sacerdotal, más anclada en la doctrina, la liturgia, la vida sacramental y la claridad teológica.
Otro aspecto clave del estudio es la reconfiguración de las prioridades pastorales. Aunque el 94% de los sacerdotes afirma que la pastoral juvenil, la formación familiar y la evangelización deben ser las grandes prioridades de la Iglesia, solo el 71% cuenta con una pastoral juvenil activa, lo que revela un desajuste entre ideales y posibilidades reales.
Resulta significativo que temas como la justicia social, el cambio climático o la atención a migrantes pierdan centralidad entre los sacerdotes jóvenes, a diferencia de generaciones anteriores. En cambio, crece el interés por las devociones eucarísticas, la adoración, la vida espiritual intensa y, de forma todavíam minoritaria pero creciente, por la Misa tradicional en latín. Este desplazamiento no debe leerse como indiferencia social, sino como una reafirmación del núcleo propio del sacerdocio: la mediación sacramental, la predicación de la verdad revelada y el cuidado de la vida espiritual del pueblo cristiano.
El informe señala también un dato preocupante: la soledad sacerdotal es mayor entre los jóvenes. El 45% de los ordenados después del 2000 se siente al menos “algo solo”, frente al 27% de los ordenados antes de 1980. Este aislamiento, unido a la carga pastoral, explica en parte el mayor riesgo de desgaste emocional.
Respecto al proceso sinodal, el entusiasmo es limitado: el 37% lo considera una pérdida de tiempo y solo un 25% lo juzga útil. Sin embargo, la mayoría ya practica formas concretas de sinodalidad a nivel parroquial, lo que indica que el rechazo no es a la participación, sino a modelos percibidos como excesivamente burocráticos o ideologizados.
La confianza en los obispos sigue siendo baja, aunque con una ligera mejora. El 52% confía en su obispo: esto se hace presente cuando el obispo se preocupa realmente por sus sacerdotes.
El relevo generacional está configurando un clero más conservador, más espiritual y doctrinalmente centrado, pero también más vulnerable a la soledad y al burnout. Lejos de ser solo un motivo de alarma, este cambio puede interpretarse como una oportunidad: una generación que busca profundidad espiritual, claridad doctrinal y coherencia sacerdotal. El reto para la Iglesia será acompañar
