La familia y el mundo se están destruyendo en silencio

La familia y el mundo se están destruyendo en silencio

Alfredo Arnold / Arquimedios Guadalajara.- Cuando inició el siglo XXI se hablaba con entusiasmo de que estábamos en el umbral de una nueva época de paz y que el esfuerzo de los países, sobre todo de los más ricos, debería enfocarse a resolver el problema de la pobreza y a restaurar los daños causados al medio ambiente.

A medida que ha ido avanzando el tiempo, vemos con tristeza que aquel pensamiento fue tan sólo un buen deseo nacido del ambiente festivo (cambiábamos de siglo e iniciábamos un nuevo milenio) y porque el mundo estaba en paz.

Pero muy pronto despertamos a la realidad: en 2001 fueron derribadas las Torres Gemelas de Nueva York. Más tarde ocurrió la ofensiva de Estados Unidos contra Irak, que terminó con el ahorcamiento de Sadam Husein. Y la situación fue empeorando: Rusia invadió a Ucrania en 2022, un conflicto que sigue vivo y ha cobrado la vida de un millón y medio de personas. Hamás atacó una fiesta en Israel donde se divertían más de tres mil jóvenes y la respuesta ha sido terrible; el conflicto en Medio Oriente se extendió a Irán, que atacó a Israel y de paso a Irak y Qatar. Hoy, la situación es tremendamente complicada en Europa Oriental y en Medio Oriente.

Por cierto, la situación interna de Irán podría empeorar, ya que el hijo del derrocado y ya fallecido Sha Mohamad Reza Pahlavi, exhortó a los militares a unirse al pueblo y desafiar al régimen

En América tenemos otros conflictos, además de Estados Unidos involucrado en el ataque a Irán. Aquí en México se complica el problema económico, ya que el futuro del Tratado Comercial entre Canadá, Estados Unidos y México sigue en suspenso.

Y junto a las guerras y los problemas comerciales, se introdujo la terrible pandemia mundial de Covid hace cinco años. Este no es el mundo que imaginábamos aquel día primero de enero del año 2000.

La invasión a Ucrania, la guerra de Israel y la pobreza mundial no son los únicos problemas. Tenemos muy cerca otra calamidad silenciosa: la desintegración de la familia. Cada vez más, se pierde la unidad entre los esposos y de estos con los hijos. El amor, la solidaridad, la religiosidad e incluso la conveniencia de vivir unidos y apoyarse unos a otros se ha ido diluyendo a grandes pasos.

Son tantos los problemas, que resulta punto menos que imposible resolverlos todos a la vez. No obstante, por algo se tiene que comenzar.

El Papa León XIV ha llamado con insistencia a recuperar la institución de la familia; desde las primeras horas de su pontificado ha insistido en desterrar las numerosas prácticas que atentan contra la unidad familiar, algunas que incluso se nos presentan como avances sociales.

Salvar a la familia es esencial, y en eso todos estamos involucrados: los esposos, los novios, los hijos, los abuelos, los suegros, ¡todos! Aunque no hay un bombardeo físico de por medio, rescatar a la familia es una tarea muy compleja, pero hay que comenzar. Sin lazos familiares, sin el amor que nace y crece dentro de la familia, el mundo caminará tarde o temprano hacia su autodestrucción, ni más ni menos.

El autor es LAE, diplomado en Filosofía y periodista. Académico de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

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