En medio de los escándalos que han trastocado la vida pública, la corrupción del narco llega hasta las instituciones que parecían infranqueables por su lealtad. La marina armada, por ejemplo, está en el ojo del huracán por la corrupción del huachicol fiscal que benefició a altos mandos reportándoles ganancias en un fraude acumulado de hasta 600 mil millones de pesos haciendo de la “Estafa maestra”, un juego de parvulitos.
Esta escalada no deja títere sin cabeza. Esa corrupción se asoma en asociaciones religiosas; algunas son poderosas en influencia espiritual y por la generación de millonarios recursos. De hecho, sectas han sido utilizadas como lavaderos, de gran influencia particularmente entre quienes tienen capacidades de decisión.
En la misma Iglesia católica, un fundador, Lobo de Dios, usó a su legión para crear negocios “offshore” en una arquitectura empresarial que tuvo por fachada el alzacuellos de clérigo. Imaginar toda posibilidad y hasta dónde el narco puede penetrar puede dar cauce a las especulaciones más inverosímiles… pero podrían ser reales: ¿El narco en la Basílica de Guadalupe?
El recinto mariano más importante de Latinoamérica se erige como un faro para millones de peregrinos. Cada 12 de diciembre, el manto de la Virgen cubre de esperanza a los devotos simbolizando unidad y fe. Una película plantea una posibilidad que se antoja imposible: ¿Qué pasaría si el ayate de san Juan Diego, custodiada por siglos, cayera en manos del crímen?
La película “Morenita, el escándalo” (2008), dirigida por Alan Jonsson Gavica, también conocida con el título “El lado oscuro de la devoción”, es una producción de Esfera Films-ArteMecánica, financiada con estímulos fiscales para la producción del cine mexicano, explora esa hipótesis de penetración del narcotráfico en la administración de la Basílica.
Retrata el inconcebible robo de la tilma guadalupana por un operador del narco desesperado por las deudas que tiene con su jefe y sirve de lente para imaginar las consecuencias devastadoras y trazar una prospectiva de cómo el crimen organizado podría infiltrarse al máximo recinto de fe usando la misteriosa imagen como escudo y arma.
Con un reparto de buen nivel, Mateo (Horacio García Rojas) y su abuelo Santiago (Ignacio López Tarso) aprovechan la posición que este último tiene en Basílica, la de ser jefe de mantenimiento. Mateo ha aprendido el oficio del abuelo, es entrenador de palomas mensajeras , pero pronto no tendrá otro remedio que caer en las redes de «El Pinto», el capo principal de la plaza de Tijuana.
Santiago cae enfermo y necesita una delicada operación de corazón; sin embargo, las posibilidades son inútiles. Ni siquiera uno de los canónigos de Guadalupe, cuya faz recuerda, por cierto, a uno de los eméritos de ese cabildo, es capaz de prestar la suma para la recuperación del fiel empleado de Basílica, pero hay un último recurso…
El pasado de Mateo le empuja a recurrir a alguien a cambio de un tratamiento de nivel. “El Pinto” (Everardo Arzate)es la solución para que el querido abuelo sea tratado en un hospital ABC; como moneda de cambio, propone a Mateo el trasiego de drogas usando las palomas mensajeras hacia San Diego; aunque los primeros vuelos salen a pedir de boca, las aves desorientadas regresan a sus jaulas en algún lugar de la Ciudad de México lo que provoca la furia del “Pinto” por las pérdidas de mercancía.
Amenazado de muerte y con pocos días para devolver una cantidad exorbitante en dólares, sin que supiera su esposa Magdalena (Maya Zapata), quien espera un bebé, Mateo acepta una posibilidad escandalosa de su mismo abuelo: Robar la tilma de Guadalupe. Gozando de la confianza del cardenal arzobispo de México (Max Kerlow), Santiago hace echa mano de su pasado. Fue “Comandante” en los tiempos de la guerra sucia y esas habilidades le son suficientes para robar la venerada imagen. Ejecutando el robo, llegan hasta el mismo camerín para sacar, en la oscuridad de la noche, el ayate por el cual pedirán 230 mil dólares como rescate.
Desde luego, el escándalo entre los fieles, políticos y la Iglesia es mayúsculo. Una particular reunión de cabildo, encabezada por el arzobispo, tiene lugar rodeada de políticos: “A ustedes les abundantes recursos económicos y a nosotros, estabilidad social” dice uno de ellos (Miguel Coutorier) al arzobispo planteando las soluciones y pesquisas porque el robo “es trabajo desde dentro”.
Las indagatorias comienzan encabezadas por el agente de la policía federal, Vicente, (Dagoberto Gama) quien ordena el polígrafo a todos los trabajadores de Basílica, canónigos incluidos; desde luego, las sospechas van hacia el jefe de mantenimiento, Santiago, pero su formación como Comandante distrae al sabueso que pronto pierde el rastro, aunque una débil esperanza se mantiene por la conexión esporádica que el detective tiene con los poseedores de la imagen. Un momento deja ver cómo Vicente está tentado por la corrupción, simulando una falla en la comunicación, plantea a Mateo entrar al negocio demandando mas de 4 millones de dólares y repartir por la mitad la recompensa.
La película de 2008 generó escándalo por su planteamiento: un thriller de narcos que desentraña cómo la ambición y la desesperación humana puede profanar lo sagrado. En su momento, causó la reprobación de ciertos sectores con críticas que la tildaron de «irreverente», pero también elogios por visibilizar la omnipresencia del narco en la sociedad mexicana.
Aunque “ ficción narca”, las hipótesis no dejan de aflorar. ¿Podría penetrar el narco a Basílica de Guadalupe? ¿Cuáles serían sus consecuencias?
La tilma de 1531 no es sólo un lienzo: es el núcleo de la identidad católica mexicana. Aunque el robo en la película se da con demasiada sencillez, si el narco instrumentalizara la imagen —mediante limosnas “benditas” o por clérigos corruptibles—, el escándalo sacudiría los mismos cimientos de la fe. A ciencia cierta, las finanzas de Guadalupe son un pozo de opacidad; todos especulan, pero ninguno, desde fuera, sabe realmente cuánto ingresa a la Basílica de Guadalupe, ni siquiera canónigos en activo tienen certidumbre de esas finanzas. Ese es un privilegio de pocos, un círculo demasiado blindado que puede operar sin mayor rendición de cuentas.
Imaginar el narco en Basílica detonaría la confianza en la Iglesia. Encuestas ya muestran que cerca del 60% de los mexicanos han perdido el respeto hacia las instituciones religiosas (según datos del INEGI de 2023) . Económicamente, Basílica genera sumas considerables gracias a los 20 millones de visitantes anuales, sus ingresos por donativos y souvenirs son de millones de pesos, particularmente por las tiendas de recuerdos que son de las principales fuentes de riqueza. ¿El narco infiltrado podría blanquear a través de «obras piadosas»? con patrocinio de objetos devocionales y réplicas de la tilma como «talismanes protectores» para las rutas del crimen.
Los efectos sociales serían peores: violencia endémica. En la película, el robo desencadena una cacería; en la realidad hipotética, disputas entre carteles por el control del santuario podrían convertir el Tepeyac en zona de control narco que, en la exageración, vulneraría la seguridad de peregrinos como rehenes. Entre clérigos, los canónigos, especialmente el rector, se verían obligados a usar guardias privadas ¿financiadas por el narco que le favorece? para protegerlo de los rivales, incluso atentados contra el inmueble, lo que no sería nuevo, basta recordar el bombazo de 1921. La polarización se agudizaría, devotos contra escépticos, Iglesia contra el Estado con el narco narco detrás como titiritero.
En este ánimo de la especulación, se traza una prospectiva escalofriante: ¿Cómo llegaría el narco a los manejos administrativos de la Basílica para usar imagen sagrada como ariete? Etapa uno: la infiltración periférica. Narcos disfrazados, colaboradores de un canónigo de peso e influyente, pero muy rector, quizá del rector o del vicerrector. En la realidad esto ya sucede. Los cárteles invierten en capillitas rurales para legitimarse, un capo dona millones para «restauraciones», ganando favores de laicos o clérigos corrompidos. En la película, “El Pinto” pretende controlar deudas Mateo para apropiarse de la imagen… “Vale más que 230 mil”, dice el capo a su víctima”
Etapa dos: cooptación interna. El narco recluta insiders. Un sacerdote ambicioso, corrupto, podrido… rodeado de colaboradores exclusivos. Tentado por el poder de controlar el mayor de los templos católicos de América Latina, usa y fomenta «peregrinaciones privadas» donde capos y VIP`s rezan ante la tilma… Es el protector y salvador de la Basílica y así los “sobres amarillos” circulan en agradecimiento. La imagen se sacraliza como «protectora», narcos la veneran en el mismo camerín atribuyéndole «milagros» y exigen réplicas benditas para sus negocios. Y en la prospectiva, cercanos al 2031 del V Centenario, un «Cabildo devoto», narco-financiado, vetando investigaciones y cualquier intervención apostólica de Roma o de los obispos de México…
Etapa tres: control total. Y eso ha sucedido con el relato del narco que construye divinidades. La tilma se convierte en símbolo de la devoción narcoguadalupana. Falsas profecías —difundidas en redes— proclaman que la Virgen «bendice» a los «defensores de la patria» contra rivales. La administración pasa a manos de testaferros con el rector como marioneta.
Consecuencia final: la Basílica, de santuario universal, muta en enclave criminal exportando no sólo fe, es el lavadero lavadero mas grande de México. No sería raro, sólo veamos a las sectas que ahora tienen acusaciones de lavado de dinero y crimen organizado.
Desde luego, estas son puras hipótesis provocadas por una película de 2008. Pero la Iglesia no es intocable. Por eso urge transparencia, auditorías independientes, una intervención apostólica y colaboración con las autoridades de inteligencia, además de la cercanía y procuración del Episcopado Mexicano.
Quizá, Basílica de Guadalupe sea de los últimos lugares de decencia, moral y virtudes gracias al máximo emblema de paz y amor. Quizá su cabildo esté a la altura para ser capaz de evitar todo lo que pueda detonar la corrupción; lo han hecho antes, en el pasado, el atrio de Basílica era lugar de negocios turbios y fraudes.. Todo eso parece haber acabado.
La Iglesia de México inicia el camino hacia el 12 de octubre, festejando los 49 años de la traslación de la Virgen a su nuevo Santuario. Esta reflexión es un ejercicio ante la desmedida corrupción que nos apabulla. Sin duda, los aguijones son capaces de envenenar muchas almas con el pecado. Como bien decía el político de la película: “A ustedes, les da abundantes recursos económicos”, frase lapidaria que encierra una gran tentación para que alguien abra las puertas del infierno a quienes están haciendo de México, un infierno. Pero esto es… pura especulación.
Santa María de Guadalupe, ¡Salva nuestra patria y conserva nuestra fe!
La película completa puede verse aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=2b94-l5OyVw&t=4989s
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