En su reflexión semanal del 17 de julio, el cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, expuso la problemática de la participación de grupos armados en celebraciones religiosas y hace un llamado a la autenticidad en la vida cristiana.
Titulado “Muy católicos, pero a su manera”, la reflexión del purpurado abordó con franqueza una realidad preocupante que se vive en diversas comunidades del país: la participación de líderes y miembros de grupos armados en celebraciones sacramentales, a pesar de mantener prácticas contrarias al Evangelio y a la vida cristiana.
En una celebración de primera comunión, Arizmendi relató la presencia de personas armadas, entre ellas el padrino de una niña —identificado como líder de un grupo criminal—, quien asistió a la Eucaristía portando un arma visible. Además, vehículos con jóvenes armados custodiaban el recinto sagrado durante la celebración.
“Esos criminales participan en las celebraciones, pero siguen extorsionando y asesinando. Son la nueva autoridad de nuestros territorios”, lamentó el prelado, quien también denunció cómo algunos sacerdotes se ven forzados a celebrar sacramentos bajo presión de estos grupos, a menudo en condiciones irregulares y en un ambiente de intimidación.
Subrayó la contradicción de quienes “llevan escapularios o imágenes religiosas, pero no viven conforme a la fe católica”, advirtiendo que el verdadero catolicismo no puede reducirse a una etiqueta o a gestos externos, sino que exige coherencia y conversión de vida.
Citó al Papa Francisco, quien ha exhortado a los fieles a no conformarse con el cumplimiento exterior de los deberes religiosos, sino a ser “discípulos enamorados” que dan testimonio del Reino de Dios con obras y una fe vivida en la cotidianidad. “No podemos quedarnos solo en lamentos o en críticas a las autoridades. Se necesita, sobre todo, rezar y trabajar para que el Evangelio transforme los corazones”, añadió.
El obispo emérito reconoció los esfuerzos de la Iglesia, en colaboración con la Universidad Pontificia de México, para capacitar a sacerdotes en el diálogo —no negociación— con estos grupos, con el fin de buscar la conversión y el respeto a las personas y comunidades.
Finalmente, hizo un llamado a la autenticidad y la coherencia en la vida cristiana: “Si decimos creer en Dios y estar dispuestos a vivir conforme a sus mandamientos, amémoslo con todo el corazón y amémonos unos a otros, procurando siempre el bien de los demás sin hacerles daño. Que el Espíritu Santo y la Virgen María nos ayuden”.
La reflexión completa puede ser vista aquí:
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