En una ceremonia conmovedora que combinó nostalgia, gratitud y un llamado a la unidad, el arzobispo de Morelia, Carlos Garfías Merlos, celebró el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal el 27 de diciembre de 2025 en su pueblo, Tuxpan, Michoacán.
El evento se realizó en la parroquia de Santiago apóstol, el mismo templo donde celebró su «cantamisa»exactamente medio siglo antes acompañado de fieles, compañeros clérigos, familiares y amigos. Muchos más se unieron de manera virtual a través de redes sociales y transmisiones en vivo, destacando la influencia del arzobispo en los círculos católicos mexicanos.
La celebración ocurrió días antes del 75 cumpleaños de Garfías Merlos, el 1 de enero de 2026, añadiendo una capa de reflexión personal al hito. Nacido en Tuxpan el 1 de enero de 1951, Garfías Merlos ha ascendido en las filas de la Iglesia Católica en México, sirviendo en algunas de las diócesis más desafiantes del país en medio de agitación social y violencia. Su trayectoria comenzó con estudios en magisterio -docencia- humanidades, filosofía y teología en el Seminario de Morelia, seguidos de grados avanzados en psicoterapia y espiritualidad en la Universidad Intercontinental de la Ciudad de México.
Consagrado sacerdote el 23 de noviembre de 1975 para la arquidiócesis de Morelia, inicialmente aspiraba a ordenarse en la fiesta de San Juan Evangelista, el 27 de diciembre —fecha que luego eligió para su primera misa a pesar de la ordenación grupal de sus compañeros en medio de las reformas posconciliares del Vaticano II.
La carrera episcopal de Garfías Merlos ha estado marcada por el servicio en regiones plagadas de conflictos. Nombrado obispo de Ciudad Altamirano en 1996 por el papa Juan Pablo II, sirvió allí hasta 2003, cuando fue trasladado a la diócesis de Netzahualcóyotl. En 2010, el papa Benedicto XVI lo nombró arzobispo de Acapulco, cargo que ocupó hasta que el papa Francisco lo designó para Morelia en 2016, donde tomó posesión en 2017. A lo largo de su tenencia, ha ocupado roles clave en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), incluyendo vicepresidente de 2018 y liderazgo en comisiones de juventud, familia y pastoral social.
En la misa de bodas de oro sacerdotales, predicó la homilía dirigiéndose a la congregación, Garfías Merlos expresó una profunda alegría por regresar a Tuxpan, donde arraigó su sueño vocacional. «Me alegra mucho hoy celebrar esta eucaristía aquí en la parroquia de Santiago Apóstol, en mi pueblo natal», dijo, recordando las ilusiones de su juventud y las circunstancias que llevaron a su fecha de ordenación. Agradeció a los presentes, incluyendo compañeros que fueron ordenados por el arzobispo Estanislao Arcaraz, los padres Severo, Zavalita, Jesús, Aurelio, Basurto, Armando Ríos y otros que han compartido su camino de 50 años, así como al arzobispo de Acapulco, Leopoldo González.
Dos características fueron definitorias de su sacerdocio, mismos que Garfías Merlos resaltó con gratitud a Dios. La primera: una identidad arraigada en la amistad, modelada en San Juan Evangelista, a quien describió como el amigo íntimo de Cristo: «Ser amigo, aprender a estar pendiente de la necesidad del otro y buscar la manera de ayudar al otro», enfatizó, extendiendo esto a sus relaciones con sacerdotes, familia y comunidades a través de los presbiterios de Altamirano, Netzahualcóyotl, Acapulco y Morelia. Invocó el tema sinodal de «caminar juntos» en Morelia, urgiendo la solidaridad intergeneracional entre sacerdotes —desde veteranos como él hasta los recién ordenados—. Este llamado resuena en medio del proceso sinodal global de la Iglesia, fomentando la unidad en una era de división.
El segundo pilar, su rol como promotor y constructor de paz, un tema que ha definido su ministerio, especialmente en los últimos dos decenios como obispo y arzobispo. Garfías Merlos hizo referencia a un libro sobre su vida, “Carlos Garfias Merlos, obispo, promotor y constructor de paz”, que narra este compromiso. «Ser promotor y constructor de paz, ser impulsor de la paz, nada sencillo y nada fácil en estos tiempos en que hay tanta conflictividad», señaló, aludiendo a la discriminación, competencia y agresión prevalentes en la sociedad. Tomando de Isaías —»dichoso los pies del mensajero que anuncia la paz»— y de Efesios —»Cristo es nuestra paz», su lema episcopal—, detalló iniciativas como promover la oración por la paz, la educación para una cultura de paz y la colaboración con autoridades civiles, la sociedad, otras confesiones y obispos compañeros.
En Michoacán y Guerrero, regiones marcadas por la violencia de cárteles y agitación social, Garfías Merlos ha sido un defensor vocal del diálogo y la reconciliación. Mencionó colectivos como la Red Juntos por Michoacán (que une rectores universitarios), el Colectivo Michoacán Humanitario (ayudando a quienes enfrentan adversidades), el Consejo Interreligioso de Michoacán, el Consejo Michoacano para la Construcción de la Paz y la Reconciliación, y el Consejo Económico y Social de Michoacán Estos esfuerzos se alinean con el llamado del papa Francisco a ser «artesanos y constructores de paz», mensaje que repitió.
La labor de paz del arzobispo no ha estado exenta de controversia. En años recientes, ha apoyado públicamente la negociación con el crimen organizado para frenar la violencia, afirmando en entrevistas que el diálogo es esencial para la pacificación. Esta postura, en medio de la crisis de seguridad en México, lo posiciona como un constructor de puentes en un panorama polarizado, aunque ha atraído críticas de algunos sectores eclesiales que rechazan el compromiso directo con cárteles.
Al concluir la homilía, Garfías Merlos invocó la intercesión de la Virgen de la Salud, San Bernabé de Jesús Méndez Montoya y el Venerable Vasco de Quiroga, urgiendo la amistad continua con Cristo y el compromiso con la paz. Los asistentes describieron el evento como inspirador, un testimonio de una vida dedicada al servicio en medio de la adversidad.
Este jubileo de oro no solo honra los hitos personales de Garfías Merlos, sino que resalta el rol de la Iglesia en fomentar la esperanza en tiempos turbulentos. Mientras México lidia con violencia e desigualdad, su mensaje de amistad y construcción de paz ofrece un modelo para la sanación comunitaria. Con más de 50 años de sacerdocio, el legado del arzobispo sigue desplegándose en Morelia y más allá.
