Las noches romanas empiezan a refrescar y nos acompaña una ligera lluvia en la ciudad eterna. Tenemos otro día en que no remiten las viejas historias y el Papa Francisco nos da tema diario con sus intervenciones de ecólogo integral. Ya sabemos que no tendremos pase verde para las audiencias por tratarse de una celebración litúrgica, la razón es que tenemos una oración al principio y otra al final. Como sucede con frecuencia en estos tiempos, la falta de coherencia es omnipresente. Una catequesis, aunque adornada con lecturas bíblicas y oraciones, sigue siendo un momento de formación y ciertamente no una celebración litúrgica. El aula no se llena y se hace la vista gorda todo lo posible, empezamos con máscaras y distancias y terminamos con abrazos y besos. Hemos visto las iglesias convertidas en lo más parecido a un quirófano, sacramentos suprimidos, sacramentales eliminados, pero después de tanta violencia litúrgica, todos sonrientes, desenmascarados y reunidos cerca del Papa.
El 15 de agosto de 2020, Culto Divino, firmada por Sarah, con la aprobación del Pontífice, intervino en cuanto a la observancia de las Normas Litúrgicas en la Santa Misa, reafirmando la competencia exclusiva de las Autoridades Eclesiásticas. En cuanto al problema específico de la distribución de la Comunión Eucarística, la «Sagrada Congregación para el Culto Divino» reafirmó las normas de la «Redemptionis Sacramentum»: » El fiel tiene siempre el derecho a recibir la Santa Comunión en la boca a su elección» n. 92). La obligación de Comunión en la mano constituye un grave abuso litúrgico que va «incluso más allá de lo previsto en las normas de higiene dictadas por las autoridades».
Y entramos en el proceso del siglo del Vaticano, recomendamos el artículo de Korazym sobre el caso Becciu que, como es habitual, ofrece todos los artículos publicados sobre el tema y atestigua la barbarización de las costumbres, no solo legales, en el estado pontificio. No queremos olvidar que el cardenal Becciu ya fue sentenciado por el Papa Francisco hace más un año: «Hoy, jueves 24 de septiembre, el Santo Padre aceptó la renuncia al cargo de prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y los derechos vinculados al cardenalato, presentada por Su Eminencia el cardenal Giovanni Angelo Becciu». En el Vaticano es tradicional que tengamos primero la sentencia y luego el juicio. Recuerda el caso Livieres al que nunca se le permitió ver el expediente elaborado por el visitador apostólico y ni siquiera, aunque se encontraba en Roma el día del anuncio de su destitución, pudo ver al Papa Francisco. La pregunta sin respuesta es si es legítimo destruir vidas antes de tener pruebas. La farsa vaticana se ha convertido en una tragicomedia, entramos en una nueva ronda de valses, como era la costumbre griega.
El presidente Pignatone reconoció que se ha producido una violación incluso de los códigos vaticanos, basados en los italianos de 1913, por haber enviado a juicio a los acusados como sospechosos sin haberles dado la oportunidad de aclararse en un interrogatorio. Para siete de los diez imputados se anula la citación y se devuelve la fase de instrucción, bien para todos los delitos imputados, o bien para algunos de ellos. Becciu ya no es procesable, por el momento, por la presunta malversación de fondos a favor de su hermano, podemos estar ante una prueba nula, pero manteniendo la sanción preventiva. Diddi tiene que depositar la grabación de audio y video del interrogatorio del 31 de agosto de 2020 a Monseñor Alberto Perlasca, hasta ahora negada alegando protección de la intimidad, de hecho Perlasca ya ha sido absuelto. Todo suena a farsa acordada, Diddi transgrede y Pignatone licúa «el más allá», el mar infinito de la eternidad aplicando el concepto de ley «fluida».
Un aspecto no menor es que los acusados tendrán costos sobrehumanos si quieren hacer pleno uso de sus derechos. Pignatone le había explicado a Diddi que la defensa debía tener todos los documentos disponibles, no solo el video de Perlasca. A lo que el fiscal confesó que hay más de 300 DVD por un coste de duplicación, si las defensas lo exigían, de «casi 371 mil euros», «Cosas inútiles, mierda, admitió Diddi». Recordemos que los investigadores del Vaticano se han apoderado de todo y más, incluso los ordenadores de los hijos y familiares de los sospechosos. Pignatone se quedó atónito y soltó un grito, Diddi admitió que fue un error». Este es el sublime nivel en que nos movemos.
Causa estupor, mucho malestar, y cabreo, en las víctimas la última sentencia del tribunal único del Vaticano. A pesar de que la sentencia deja claro que: «las relaciones sexuales, de diversa índole e intensidad, entre el imputado y el lesionado, que en realidad duraron todo el quinquenio, deben considerarse establecidas», pero «no hay evidencia que diga que la víctima fue coaccionada». Resultado la absolución del acusado Martinelli y de Radice como encubridor. El promotor de justicia de la Santa Sede, Roberto Zannotti, había pedido seis años de prisión para Martinelli por actos de violación agravada y lujuria agravada, y cuatro años para Don Radice por complicidad. El problema de fondo es la idoneidad del un caso así para estar al frente de una parroquia y si los fieles, una vez más, lo deberán aceptar como un inocente venido del Espíritu Santo.
La vergüenza del Papa Francisco sobre los abusos en Francia se fundamenta en un informe estadístico más que discutible. Un solo caso es suficiente para avergonzarnos y se debe evitar a toda costa y por todos los medios. La vergüenza es permitir que en un tema tan serio tengamos semejantes informes y se les dé toda la autoridad. Esto sí que es un desprecio a las víctimas y una dejación del castigo ejemplar a los delincuentes, si los hubiera.
Se acerca la apertura del Sínodo de los Sínodos, nos lo venden como la ‘actualización’ de la Iglesia propuesta por el Concilio Vaticano II. Empieza el bombardeo para explicarnos lo inexplicable, en eso se ira el tiempo.
Siempre que hay elecciones, ahora las tenemos para el municipio de Roma reaparece el tema de los impuestos no pagados al estado italiano por la Iglesia católica, comenzando por el IMU y terminando con el impuesto a los residuos. La polémica que parte de la capital llega a Luxemburgo, donde en 2018 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea impuso al gobierno italiano recuperar las cantidades no recaudadas entre 2006 y 2011. Un tema que siempre se ha cerrado en falso y que nos acompañará hasta encontrar una solución definitiva.
Terminamos con la dimisión de Benedicto XVI que sigue, y seguirá, siendo noticia. Se intenta reconstruir la prehistoria de su decisión desde que un año antes, el 30 de abril de 2012, habló al respecto por primera vez con el cardenal Tarcisio Bertone, su secretario de Estado. Luego lo reveló «a otras tres personas muy cercanas a él: su confesor, un sacerdote polaco de la Penitenciaría Apostólica; su hermano mayor, monseñor Georg Ratzinger; y su secretario particular, monseñor Georg Gänswein».
El 4 de febrero de 2013, unos días antes de la «bomba», Ratzinger lo comunicó al Quirinal. La noche del 10 de febrero, Becciu, telefonea a Greg Burke «para pedirle que llegue un poco antes de lo habitual a la oficina a la mañana siguiente «, para evitar que la noticia pudiera llegar a los periódicos antes del anuncio formal del Papa Benedicto XVI. La víspera del consistorio, Guido Marini, de una manera completamente insólita, telefoneó a la casa de cada maestro de ceremonias pontificias para asegurar su presencia. El 10 de febrero se revisa definitivamente el texto de la dimisión, que todavía hoy suscita tantas polémicas e «interpretaciones». El autógrafo del Papa lleva la fecha del 7 de febrero en un primer texto y, tras una pequeña corrección ortográfica en el texto latino, considerando también la necesidad de una traducción precisa al italiano y otros idiomas, el texto final lleva la fecha del 10 de febrero.
«El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.»
Buena lectura.
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