¡Cristo ha resucitado!, Pell y los queridos italianos, el Papa Francisco y los negreros, una iglesia muere otra nace, quiebra del Vaticano.

¡Cristo ha resucitado!, Pell y los queridos italianos, el Papa Francisco y los negreros, una iglesia muere otra nace, quiebra del Vaticano.

¡Cristo ha resucitado!, esta es la mejor noticia de hoy, ¡no busquéis entre los muertos al que vive!

Nuestro trabajo se centra en rastrear la prensa diaria siguiendo el rastro de las noticias sobre el Papa Francisco y el Vaticano. Son tiempos de no estar dormidos porque nos podemos despertar con sorpresas muy desagradables. El Papa Francisco nos hablaba del día del silencio y de la hora más oscura. No son tiempos fáciles y serán mucho más difíciles, estamos entrando en una espiral de descomposición de una sociedad que tenía sus píes de barro. Si nuestra vida no se asienta cobre el sólido fundamento de la fe hasta un invisible virus la puede hacer caer. Los discursos de tiempos flojos ya no sirven y nos resultan propios de otro mundo que ya ha dejado de existir. Volvamos los ojos a Jesús resucitado y sacaremos fuerzas, naturales y sobrenaturales, para vencer este y mil virus que puedan atacarnos.

Por desgracia tenemos que entrar en materia informativa. El cardenal Pell envía un mensaje de video al canal 24 horas con la felicitación pascual a los ‘queridos amigos italianos’. Ni en este mensaje, ni en el anterior mucho más largo, encontramos una sola palabra, ni buena ni mala, de la existencia del Papa Francisco ni del Vaticano. Hay silencios que son demasiado elocuentes y el viejo cardenal nos está dando a entender que ha entendido, ahora sí, con quien se juega los cuartos:

«Queridos amigos italianos, felices Pascuas. A pesar de la distancia, quería saludarte desde la lejana Australia para decirte que estoy cerca de vosotros. Estamos muy unidos, a través de nuestra fe y la magnífica realidad que proclamamos hoy. El Señor ha resucitado, aleluya. Durante mi tiempo en prisión los pensé a menudo, pensé en mi país adoptivo, que es Italia. En particular, ahora que todos ustedes están encerrados en la casa debido a esta terrible plaga. Ahora, mientras proclamamos al Señor resucitado, de manera irónica mientras disfruto de la libertad nuevamente, quiero testificarles: tengan fe, a pesar de todo, esta prueba también terminará. ¿Cómo no pensar tristemente en los muchos muertos, especialmente en los muchos sacerdotes? Debemos encontrar esta alegría en nuestra fe y en el Señor resucitado: en él un día los veremos a todos de nuevo ».

En la Vigilia de Pascua el Papa Francisco pide el fin de las guerras y del aborto. Seguimos celebrando en el altar móvil dejando sumida en la oscuridad la tumba de Pedro, triste y demasiado expresivo de una iglesia que se empeña en dar las espaldas a Dios incluso en medio de la calamidad. Las palabras suenan bien que los hechos nos llenan de tristeza incluso en Pascua. Las palabras tienen que asentarse en la autoridad de quien las pronuncia. Pell, después del martirio sufrido peor que la muerte, la tiene, el Papa Francisco se empeña a perderla, si es que queda algo.

El Papa Francisco apoya decididamente y públicamente a tendencias políticas, partidos y personas, que defienden descaradamente el aborto, en su Argentina natal y en muchos otros sitios y parece sentir alergia a todo los movimientos en defensa de la familia y de la vida. Esto es un hecho y es, por desgracia, una triste constatación que no cesa ni en tiempo de peste. En Italia se cierran los puertos para evitar el contagio y el Papa Francisco escribe inmediatamente a la ONG ‘Mediterranea Saving Humans’ dedicada al rescate de inmigrantes en el mediterráneo que siguen dispuestos, tercos como mulas, a continuar con su trabajo de negreros: «Pero pronto volvemos al mar tan pronto como se relajen las prohibiciones, volvemos a salvar vidas». El Papa Francisco, que parece insensible a la montaña de cadáveres que rodea el pequeño estado pontificio, pide que ‘cuenten con él’ para seguir con el engaño de la inmigración. Europa se enfrenta a una de las crisis sociales y económicas más importante de su historia reciente y vemos cómo el Papa Francisco no parece darse cuenta, o no quiere darse cuenta.

Una iglesia muere, o más bien ya estaba muerta y está cayendo, y otra está naciendo, más bien creciendo porque estar ya estaba. Se están abriendo caminos digitales de evangelización que con la peste están llegando a su mayoría de edad. Pensamos que no es algo pasajero sino una realidad que ha venido para quedarse. Miles de sacerdotes se multiplican para estar presentes entre sus fieles. Nunca tendremos datos precisos del milagro que estamos viendo en todo el mundo y que está permitiendo a los fieles seguir unidos a sus sacerdotes e iglesias de referencia. La estructura territorial ha servido durante siglos a comunidades pegadas a los campanarios hoy el sonido de las campanas no tiene límites y puede llegar a todos los rincones del planeta. Algo está cambiando y muy rápido.

Sigue la inmensa y creciente preocupación entre los trabajadores del Vaticano. El Gobernatorato afecta a unos dos mil trabajadores que se rigen por el derecho Vaticano, que hemos de recordar que no es el Italiano y que no está sometido al marco Europeo. En este momento son los ciudadanos europeos con menos derechos y que pueden sufrir todo tipo de arbitrariedades. No es un tema menor, aquí está en juego la credibilidad de la iglesia que parece predicar una cosa y hacer la contraria. La pertinaz imprevisión, y la pésima gestión, han hecho que las arcas del Vaticano vivieran momentos de alegrías provenientes casi exclusivamente del turismo. Las vacas gordas se han terminado, el turismo ha desaparecido, todo, y nadie sabe cuándo volverá, o sí volverá, o cómo volverá. Nadie quiso pensar en las vacas flacas porque se pensaba que nunca llegarían y ya están aquí. El Papa Francisco manifesto, en su audiencia a los periodistas que habían cubierto el último cónclave, que deseaba una iglesia pobre, ¡enhorabuena!, ya la tiene y también esto ha venido para quedarse. La literalidad del comunicado enviado a los jefes de departamento es terrible y se anuncian más decisiones. No estaría de más que los trabajadores del Vaticano vieran que pueden ‘contar con el Papa Francisco’ como los de la ‘mediterranea’. Nos tememos que ni los unos, ni los otros.

¡Felices Pascuas a todos!

«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Buena lectura.

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