El Papa Francisco ha dicho ante una audiencia cualificada de teólogos: Desde los primeros tiempos de la Iglesia existe la tentación de entender la doctrina en un sentido ideológico, de reducirla a un conjunto de ideas abstractas y cristalizadas (cf. Evangelii gaudium, 39-42 (…) En efecto, existe la gran la tentación de apropiarse de los dones de la salvación que vienen de Dios –quizá con una intención buena – para domesticarlos según un espíritu y una visión mundana. Se trata de una tentación que se repite continuamente.
Estas palabras recientes del Papa llueven sobre mojado. Ya he señalado en varios artículos la insistencia de Francisco sobre “la necesidad de liberar al pueblo cristiano –y al mundo, en general- de las ideologías” (ver aquí y aquí). En esto, como en todo lo esencial, hay una profunda continuidad en el magisterio de los últimos Papas. Como ya señaló certeramente Benedicto XVI a los jóvenes en la JMJ de Colonia 2005: En el siglo pasado vivimos revoluciones cuyo programa común fue no esperar nada de Dios, sino tomar totalmente en las propias manos la causa del mundo para transformar sus condiciones. Y hemos visto que, de este modo, siempre se tomó un punto de vista humano y parcial como criterio absoluto de orientación. La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo. No libera al hombre, sino que lo priva de su dignidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico. La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor? (Explanada de Marienfeld, 20-VIII-2005)
Las “ideologías” en el sentido más frecuente en que lo utilizan los últimos Papas son construcciones humanas, hechas de ideas y palabras, trabadas entre sí, que pretenden explicar exhaustivamente la realidad social para conservarla o para cambiarla. Suelen ser “sistemas”, cerrados y excluyentes, que alcanzan especial fuerza cuando el poder político las adopta como forma de controlar y dirigir el comportamiento de una población. Formas históricas de triste recuerdo son el marxismo, el fascismo, el nacional-socialismo alemán. Actualmente, el liberalismo más radical, que sostiene en lo económico la ley del mercado como único principio regulador de la vida social, también es una ideología. También lo son las ideologías de género. Sin embargo, en el contexto de esta Audiencia especial a miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Papa Francisco se refiere a una «ideologización» de la fe que puede ser bien intencionada.
El cristianismo no es una ideología, no es un invento humano. Es el encuentro y la experiencia de una Persona y un Acontecimiento. Es la adhesión a un Viviente, que es Cristo. Es la recepción de una Palabra que no está muerta en un libro, sino que es Palabra que vive. Por eso el cristiano ante Dios ha de ser sumamente sencillo y debe entender algo para poder creer, y ya creyente, debe intentar con humildad entender lo que cree, hasta donde le sea concedido. El Espíritu Santo lleva a crecer en la inteligencia de la fe a cada cristiano y a la Iglesia en su conjunto. Por eso la fe siempre es la fe de la Iglesia, no las opiniones personales.
Naturalmente ese conocimiento que es la fe no rechaza la percepción común de la realidad, el realismo que subyace en el lenguaje y en las diversas culturas, en las palabras de Jesús, en la predicación de los Apóstoles, en los Santos Padres, en el Magisterio de la Iglesia, un realismo que está en el mismo lenguaje del Papa, inteligible para todos.
Jorge Salinas
