Un excura decrépito arremete contra la Iglesia y contra San Juan Pablo II

Un excura decrépito arremete contra la Iglesia y contra San Juan Pablo II

José Manuel López es un cura de la diócesis de Orense que, tras colgar los hábitos y emparejarse con una señora, dirige un portal web luterano financiado por instituciones como el CEU o la Universidad de Comillas, además del imprescindible patronazgo del Padre Ángel, que tiene empleada a su pareja y a una de sus dos hijas (la otra estaba hasta hace poco en el equipo de Pablo Iglesias).

Hoy, en uno de esos delirios dominicales fruto de alguna pesada digestión, insulta a la Iglesia (la llama Puta, potente y paranoica), a San Juan Pablo II y Benedicto XVI, a quienes califica de «involucionistas» y dirige un envenenadísimo elogio al Papa Francisco. Santidad, con amigos así no necesita enemigos.

Lean, lean:

«En el Concilio, la Iglesia se puso al día y dejó de condenar al mundo, para salir a las calles, dar esperanza a los pobres y escrutar atentamente los signos de los tiempos. Ese ‘aggiornamento’, iniciado por Juan XXIII, lo consolidó Pablo VI y tuvo la coda de 33 días de Juan Pablo I, el ‘Papa de la sonrisa’ o el ‘Papa meteorito’. Su sucesor, Juan Pablo II, tuvo miedo del riesgo que corría una institución demasiado encarnada y dedicó su largo pontificado a ‘congelar’ el espíritu conciliar. Con la coda, esta vez más larga, de los 8 años de Benedicto XVI.

En total, 35 años de involución de una institución, que se encerró en sí misma y en sus seguridades doctrinales, miró al mundo como un enemigo y se convirtió en una «fortaleza asediada». Con un cisma silencioso de riadas de fieles que se fueron, sin dar portazos, camino de la indiferencia y hastiados de la imagen de poder y arrogancia que transmitía. Una institución encastillada en las «verdades innegociables», desde las que anatematizaba a sus oponentes, y con una casta clerical que tendía abiertamente al funcionariado. Y, además, señalada con el dedo social por mor de la lacra de la pederastia.

Algunos la llamaban la Iglesia de las tres P (puta, potente y paranoica). Tanto era su descrédito que estuvo a punto de hundirse por completo, al menos en Occidente, arrastrada por los vientos de la secularización y por su propia y errada estrategia comunicativa y de presencia social. La salvó la histórica renuncia de Benedicto XVI, sin fuerzas para gobernar, y la llegada del ‘Papa del fin del mundo’.

La Iglesia necesitaba con urgencia un Papa libre y decidido. Incluso, desconcertante. Necesitaba un hombre tan apasionado por el Evangelio que echase por tierra siglos de papado imperial. Necesitaba un líder que desconcertase profundamente a los que, por la inercia de los siglos, están acostumbrados a ver en el Sumo Pontífice un rey absoluto, dotado de mando y de poder sagrado, que es la máxima encarnación del poder.»

Ayuda a Infovaticana a seguir informando