Cayó el Muro, pero nunca la ideología que lo levantó

Cayó el Muro, pero nunca la ideología que lo levantó

Aquel 9 de noviembre de 1989 estaba llegando a Murcia, en un autobús de línea regular entre Jaén y la capital del Segura. Iba a impartir varias conferencias en los colegios de la Misioneras del Divino Maestro, existente en la ciudad y en el pueblo de Torres de Cotillas. El tema de las locuciones públicas era sobre el fundador de la congregación religiosa, don Francisco Blanco Nájera, (1889-1952), obispo de Orense, con motivo de celebrarse el centenario de su nacimiento. Hoy tiene abierto el proceso de beatificación en Roma. Al llegar a la capital murciana, encontré en el kiosko de la estación de autobuses, cómo la prensa, en concreto el diario La Verdad tenía un títular llamativo: El Muro cae y con él la utopía marxista. Compré el ejemplar, repasé las primeras hojas, encontré crónicas de los hechos y buenos artículos de firmas de aquellos años. Antes de embutirme en la cama me tragué el diario de primera a última y de ésta atrás. Parecía que aquella ilusa pretensión de mis años universitarios granadinos se habían ido por el sumidero de la realidad histórica, por lo menos, el Muro y sus fotos lo demostraban. En el ciclo de conferencias que impartí el tema salió, inevitablemente, y las religiosas, los profesores, los padres y los alumnos, parecíamos los enterradores de la ideología que más millones de muertos ha generado en el mundo, sobre todo, en la extinta Unión Soviética. Algo que vino en los años siguientes para demostrar que aquel entierro en tierras murcianas era tan cierto como la unificación de las dos Alemanias. Craso error. El capitalismo salvaje liberal y materialista salió vencedor de una guerra fría que había durado desde 1949. Nadie osaría mojarle la oreja más. El gigatón de la China comunista hacía adaptaciones libres para casar el marxismo y el capitalismo liberal, produciendo un matrimonio a palos, generador de más pobreza en aquella tierra que es la mano de obra barata del capitalismo desorejado que banqueteaba en Occidente. Llegó, sin embargo, una crisis económica, moral y laboral por todos los países ricos hartos de todo, pero con los pies de barro. Una legión de pobres y famélicos llenarían Estados Unidos y la Unión Europea. Se produce una depresión económica que nadie predijo, pero que hemos ido sufriendo a diario, improvisando soluciones inviables, olvidando, en el caso de los católicos que la Doctrina Social de la Iglesia tiene principios y ventanas abiertas para compartir los sufrimientos de la crisis, algo que Cáritas hace sin cesar creando redes de solidaridad con todos. Aquella utopía marxista, machacada con el cemento del Muro, renació entre los pozos de petróleo venezolano, en las alturas bolivianas, en el indigenismo peruano, en el circulo ecuatoriano, bebiendo de los pechos comunistas cubanos, cuyo producto ha saltado el charco y nos han colonizado con un populismo tan absurdamente marchitado, que está encantando a las víctimas directas de la crisis, ante un haz de partidos viejos, corruptos, embusteros, chupópteros, e inútiles que confían en volver a dar gato por liebre al electorado. Éste se niega y lo dejan esculpido en las encuestas. El juego de la televisión en este encantamiento de serpientes ha sido profesional para crear ídolos, fomentar seguidores, y engatusar a la opinión pública. ¿Se necesita este cambio?. El capitalismo liberal y salvaje se está revolviendo sobre los males que nos avecinan. La apelación al miedo futuro, está creando nuevos fervores conforme pasan las semanas, como fenómeno imparable gracias a las redes sociales. El desasosiego se ha instalado en los instalados. Los aspirantes están esperando el suculento chuletón para saciar sus hambres de poder. La solución está en las urnas inmediatas. Dentro de un año habremos visto el fin de esta película que a muchos les quita el sueño. A mí me tranquiliza la oración al Señor y tener las ideas muy claras sobre la Providencia de Dios que da de comer hasta a los pajarillos. Tomás de la Torre Lendínez

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