Porque estamos rizando el rizo de la incongruencia. Su situación, por ahora, es «objetivamente ilegítima». Vale. Pero pueden hacer legítimamente todo lo que cualquier sacerdote. Pues ya me dirán como se ata esa mosca por el rabo. De la validez de sus actos nunca se dudó, aunque tal vez de la de algunos. Su misa era misa, sus sacerdotes, sacerdotes y sus obispos, obispos. Aunque bastante tiempo excomulgados.
Hace ya bastantes años un sacerdote me negaba hasta eso. Con argumentos poco convincentes. Que la Iglesia oficial ha pulverizado. Son obispos, son curas, dicen misa, confiesan y ahora hasta casan. Legítimamente. Porque la limitación para los matrimonios es de TBO. El obispo, si puede, manda a un cura no lefebvrista para dar fe del matrimonio aunque la misa la celebre el lefebvrista. Pero si no puede, y con la escasez de curas normalmente no podrá, vale para todo el lefebvrista. Pues el otro parece que está de más. O que su ausencia es irrelevante para el sacramento.
He leído, no sé si es cierto o no pero es verdad que lo he leído, que las últimas ordenaciones sacerdotales fueron de algún modo autorizadas por la Santa Sede. O permitidas. Con lo que además de ser válidas, que no lo discute nadie salvo tal vez algún pobre hombre reconcomido de rabia, habrían sido también absolutamente lícitas.
Pues da la impresión de que estamos ya ante la plena comunión eclesial del lefebvrismo a la espera sólo de algún documento que la haga oficial.
Por mi parte, sin haber estado vinculado nunca a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, enorme alegría. Mis brazos estuvieron abiertos desde siempre a la espera de que ese día gozoso llegara. ¿Está a punto? Dios quiera que así sea como parece.