La misa de hoy en San Pedro

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Era uno de esos días en los que se llenaba la Plaza. El sol, radiante. Pues hasta el obelisco y muy poquito más. Teniendo en cuenta que el entorno de la columna egipcia tenía un espacio aislado para la procesión de los Ramos. Pura evidencia repetida en la televisión.

El Papa celebró muy dignamente, como lo hace siempre, y con notable dificultad se arrodilló en el anuncio de la muerte de Cristo. Podía no haberlo hecho pero lo hizo. Él le agradecerá su esfuerzo.

La homilía fue otra vez un bronca a destinatarios ignotos pero que el Papa parece tener muy presentes. Malísimos. ¿Pero esos, en el caso de que existan, y alguno existirá, deben ser el punto clave en la homilía de un día tan señalado como el de hoy?

Encontré al Santo Padre más renqueante que nunca. Sus dificultades de movilidad hace tiempo que eran manifiestas, sobre todo al subir y bajar escaleras en lo que siempre tenía el auxilio disimulado de monseñor Marini. Que casi impercentiblemente le sostenía el brazo. Hoy me pareció que era Papa el que se agarraba al de su auxiliador. Y poniendo los dos pies en el escaño de cada escalera. Que no es el modo de bajarlas o subirlas.

Pues eso es lo que vi o me pareció ver.

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