Ni el menor entusiasmo por parte de nadie.
Casi los más positivos la inmensa mayoría conservadora de la Iglesia. Se temían lo peor y se han encontrado con una distracción irrelevante y cuasi inexistente.
Los que esperaban una revolución ven que una vez más Francisco les ha robado la cartera. De lo suyo, nada de nada. Todavía no se han recuperado de la enésima desilusión y, de momento noqueados, esperan recuperarse, si fuera posible, del último desengaño.
¿Se convencerán, por fin, que este Papa tampoco es de ellos? El problema, grave, sería que hubiese conseguido no serlo de nadie. Quiero decir en el corazón. De su condición jurídica de Papa salvo tres pirados nadie duda.