Encuentro Nacional del Diaconado permanente en ¡Toledo!

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No soy ningún entusiasta del Diaconado Permanente. Por supuesto que lo acepto y reconozco su sello sacramental. Durante mi ya larga vida jamás he echado de menos a un diácono permanente o no. Si no me hubiera tropezado a ninguno mi vida eclesial hubiera sido exactamente igual.

Si en una misa un diácono permanente no levanta el cáliz junto al sacerdote, no dice daos fraternalmente la Paz o podéis ir en paz  o no lee el Evangelio he oído misa tan exactamente igual como si lo hubiera hecho, no ha aportado nada esencial ni accidental. Vamos, que si no hubiera estado presente la misa sería igual de misa que estando.

Ya sé que ahora comparecerá algún diácono permanente para decirnos que son importantísimos, que sin ellos no existiría Iglesia o poco menos y lo que ustedes quieran. Pero una cosa es lo que ellos se crean y otra la realidad. Si en una diócesis no hay diáconos permanentes pues no pasa nada. Y no niego que presten servicios útiles en ocasiones además de esas intervencioncitas litúrgicas en misa tan inútiles que cuando no hay diácono no tienen lugar sin que la misa pierda nada.

Bueno, existen y se quieren encontrar. Pues vale. Ya que sea en Toledo, donde creo que no hay ninguno o uno, pues, qué quieren que les diga. Es  algo así como montar un bar de copas en Arabia Saudí. En Toledo hay curas de sobra y no hace falta para nada un diácono permanente. Ordenar uno porque haya alguien con el deseo de ser diácono permanente me parece absurdo. Y convocar allí la reunión de los que hay es algo así como montar una tienda de bikinis el el Polo Norte y en enero. Si es que hay cosas que no se le ocurren ni al que asó la manteca.

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