Con motivo del tercer aniversario del fallecimiento de Benedicto XVI, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidió una Misa en memoria del Papa alemán en la basílica de San Pedro, en la que subrayó la centralidad de Joseph Ratzinger como cooperator veritatis, “colaborador de la verdad”, y destacó el valor permanente de su obra teológica para la Iglesia universal.
Benedicto XVI, miembro vivo del Cuerpo de Cristo
Durante la celebración litúrgica, concelebrada por varios sacerdotes y con la presencia del presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger–Benedicto XVI, el padre Federico Lombardi, el cardenal Müller afirmó que Benedicto XVI “no es una persona del pasado”, sino un miembro vivo del Cuerpo de Cristo, que es uno en el cielo y en la tierra. En este contexto, dirigió también un pensamiento al papa León XIV, señalando la continuidad espiritual y teológica entre ambos pontífices, especialmente en su común referencia a san Agustín y en la centralidad de Jesucristo como núcleo de la fe.
Una vida al servicio de la Palabra y del Magisterio
En su homilía, pronunciada en inglés, Müller recorrió la trayectoria de Joseph Ratzinger como teólogo, obispo, cardenal y Papa. Recordó su participación en el Concilio Vaticano II como perito teológico, su estrecha colaboración con san Juan Pablo II como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, finalmente, su pontificado entre 2005 y 2013.
Según el purpurado, tanto en su labor académica como en su servicio al Magisterio, Ratzinger se distinguió por una “altísima diligencia”, una precisión intelectual poco común y una fidelidad incorruptible al Evangelio. Tras su renuncia, añadió, vivió los últimos años de su vida dedicado a la oración y al estudio en el monasterio Mater Ecclesiae, hasta su fallecimiento el 31 de diciembre de 2022, a los 95 años.
Una herencia teológica de valor permanente
El cardenal Müller subrayó que la teología de Benedicto XVI constituye “un don para toda la Iglesia y para las generaciones futuras”. En este sentido, destacó la magnitud de su Opera Omnia, un proyecto editorial de dieciséis volúmenes que reúne alrededor de 25.000 páginas y que abarca desde la teología dogmática hasta la liturgia, el Concilio Vaticano II y la reflexión cultural contemporánea.
Pese a la extensión de esta obra, Müller señaló que Benedicto XVI nunca mostró orgullo intelectual, recordando una anécdota personal en la que el propio Papa emérito se preguntaba con humildad quién leería semejante corpus. Para quienes buscan una introducción esencial a su pensamiento, el cardenal recomendó especialmente los tres volúmenes de Jesús de Nazaret, publicados bajo el nombre personal de Joseph Ratzinger para distinguir su autoridad teológica de la papal.
Fe y razón frente a la crisis de la modernidad
Uno de los ejes de la homilía fue la reflexión sobre la relación entre fe y razón. Müller recordó que, desde la Ilustración, se ha presentado frecuentemente un conflicto entre la fe cristiana y los avances científicos o filosóficos. Sin embargo, insistió en que no existe contradicción alguna con la verdad revelada, ya que la fe se fundamenta en la Palabra de Dios y no depende de conclusiones siempre falibles de la ciencia empírica.
En esta línea, destacó que incluso pensadores alejados de la fe, como Jürgen Habermas, buscaron el diálogo con Ratzinger, convencidos de que creyentes y no creyentes podían colaborar para evitar que la modernidad derive en el antihumanismo, el transhumanismo y el nihilismo.
El cristianismo, encuentro con Cristo, no una ideología
El cardenal Müller recordó finalmente una idea central del pensamiento de Benedicto XVI: el cristianismo no es una teoría, una cosmovisión ni una ONG con un programa ético o social, sino un encuentro personal con Jesucristo, que es la Verdad. En este sentido, afirmó que la Iglesia no es una organización humana, sino la comunidad de los discípulos que dan testimonio de haber contemplado la gloria del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Al concluir, Müller aseguró que Joseph Ratzinger “no está lejos de nosotros”, ya que la liturgia terrena participa de la liturgia celestial, en la que el Papa emérito se une a la Iglesia peregrina para adorar y glorificar a Dios por toda la eternidad.
