En una entrevista concedida al medio inglés The Catholic Herald, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, ha afirmado que la situación de los cristianos en Tierra Santa apenas ha mejorado tras el alto el fuego alcanzado en octubre, y que las condiciones de vida siguen siendo muy complicadas, especialmente en Gaza y en Cisjordania.
Un alto el fuego sin mejoras reales
El cardenal explica que, aunque los combates se han detenido, la vida cotidiana no ha cambiado de forma significativa. Las dificultades sociales, económicas y políticas continúan, y persiste una fuerte incertidumbre sobre el futuro. En este contexto, los cristianos, como el resto de la población, siguen afrontando una situación marcada por la precariedad y la falta de estabilidad.
La única excepción parcial se ha dado en Belén durante el tiempo de Navidad. Allí se optó por celebrar las fiestas de manera visible y festiva, con luces y música, para ofrecer un momento de alivio a la población. Según Pizzaballa, las personas necesitan esperanza y “luz” en medio de una situación prolongada de sufrimiento.
La visita del Papa al Líbano
El patriarca latino también se refiere a la reciente visita del Papa León XIV al Líbano, que pudo seguir de cerca. Destaca especialmente la acogida entusiasta del pueblo libanés, tanto cristianos como no cristianos, y subraya que el viaje papal generó un clima de esperanza en un país que arrastra heridas profundas desde hace años.
Pizzaballa señala que el Papa insistió de forma constante en los mensajes de paz y esperanza, y resalta en particular el encuentro con los jóvenes, a quienes describe como llenos de ilusión pese a las dificultades que afrontan.
Relaciones entre católicos y ortodoxos
En relación con el ecumenismo, el cardenal afirma que las relaciones entre católicos y ortodoxos en Tierra Santa son, en general, buenas, tanto a nivel institucional como en la vida cotidiana. Recuerda que la mayoría de las familias cristianas son de confesión mixta y que la convivencia entre las Iglesias es una realidad diaria.
Por ello, subraya que para los cristianos de la región la relación entre las Iglesias es ante todo una cuestión pastoral, más que un debate teológico.
El Camino Sinodal alemán, fuera de contexto
Pizzaballa considera que muchos debates que ocupan a algunas Iglesias occidentales no tienen relevancia en Tierra Santa. En este sentido, afirma que el Camino Sinodal alemán resulta ajeno a la realidad de los cristianos en Oriente Medio, no como juicio de valor, sino como constatación de contextos muy distintos.
Según explica, las comunidades cristianas de la región son tradicionales y viven su fe en torno a la comunidad. Para ellas, la prioridad es fortalecer la unidad entre las Iglesias y garantizar una convivencia armoniosa.
Cooperación concreta entre las Iglesias
Como ejemplo de esta unidad, el cardenal menciona la cooperación entre católicos y ortodoxos en ámbitos como la ayuda humanitaria, la educación y la pastoral, especialmente en Gaza. Destaca que ambas Iglesias trabajan juntas en parroquias, escuelas y actividades litúrgicas, y que incluso utilizan materiales catequéticos comunes.
Esta colaboración, señala, ha ido creciendo con el tiempo y responde a las necesidades reales de unas comunidades cristianas cada vez más pequeñas.
Esperanza y perseverancia
Finalmente, el patriarca latino expresa su deseo de que los cristianos de Tierra Santa puedan contar con mejores condiciones de vida y mayor estabilidad social y política. Al mismo tiempo, anima a preservar la unidad y la resiliencia de la comunidad cristiana, advirtiendo de que la esperanza no debe confundirse con una solución política inmediata.
Dejamos a continuación la entrevista completa y traducida. Publicada originalmente en The Catholic Herald
Su Eminencia, ¿ha mejorado la situación de los cristianos en Tierra Santa desde el alto el fuego de octubre?
Las condiciones de vida de los cristianos, y de muchos otros, no han mejorado de forma significativa. La principal diferencia tiene que ver con la guerra en sí. No hay combates activos como en los últimos meses, pero las condiciones de vida son exactamente las mismas. Quizá la situación sea distinta en la zona de Belén por la Navidad. Decidimos celebrar la Navidad de manera normal y festiva, con luces y música, para que la gente pueda volver a respirar por un momento. Las personas necesitan luz en sus vidas. Pero especialmente en Gaza y en Cisjordania, las condiciones de vida siguen siendo muy difíciles, tanto en el plano social y económico como en el político. No está claro qué gobierno vendrá a continuación.
Usted vivió recientemente de primera mano la visita del Papa al Líbano. ¿Qué fue lo que más le impresionó allí?
Lo primero que me impresionó fue el entusiasmo del pueblo libanés, de todos, no solo de los católicos sino también de los no cristianos. Durante muchos años la gente se sintió olvidada, incluso después de la guerra del Líbano, especialmente en el sur. Allí hay muchas heridas. Con la visita del Papa, un nuevo espíritu entró en la comunidad, y esto se percibía en todas partes durante la visita. El encuentro con los jóvenes, al que asistí, fue también un gran regalo para mí. Los jóvenes no solo estaban felices, sino también llenos de esperanza. El Papa León puso un énfasis particular en esto. La esperanza y la paz fueron temas que atravesaron como un hilo conductor sus discursos. El ambiente general fue muy positivo.
Durante su viaje apostólico, el Santo Padre hizo un fuerte llamado a la unidad de los cristianos. ¿Cuál podría ser el próximo paso para los cristianos en su camino común?
Es importante que sigamos avanzando por este camino. Sabemos que aún nos queda un largo recorrido por delante. No debemos ser ingenuos y pensar que esto puede lograrse rápidamente. En primer lugar, debemos reconocer lo que ya compartimos, especialmente en Oriente Medio, donde cristianos de distintas denominaciones ya viven juntos. Las familias son confesionalmente mixtas, y los cristianos trabajan juntos en escuelas y en muchos otros ámbitos. Esto debe ser reconocido y fortalecido pastoralmente. También necesitamos encontrar una voz común en cuestiones internacionales y universales como la paz, la justicia y la dignidad humana. Estas nos unen independientemente de nuestras diferencias y denominaciones. Debemos seguir trabajando en ello y mejorar gradualmente nuestras relaciones pastorales cotidianas dentro de nuestras comunidades. Quizá algún día incluso tengamos un calendario común. Debemos tomarnos nuestro tiempo. Lo que para mí es importante es que, mientras tanto, no descuidemos los pequeños pasos, para poder alcanzar cosas mayores.
¿Cómo son las relaciones ecuménicas entre católicos y cristianos ortodoxos en Tierra Santa?
Nuestras relaciones a nivel institucional son muy buenas, y a nivel de base también funcionan bien. Reconozco abiertamente que en ambos lados hay algunos sacerdotes que tienden a un rigor excesivo, pero fundamentalmente las relaciones son buenas. Quisiera subrayar nuevamente que el noventa por ciento de las familias cristianas entre nosotros son confesionalmente mixtas. Católicos y ortodoxos se casan entre sí. Las relaciones entre las Iglesias son para nosotros una cuestión pastoral, no teológica.
¿Cómo afecta el trabajo del Santo Padre por la paz a Tierra Santa, también en relación con los líderes religiosos?
El trabajo del Santo Padre por la paz es muy importante. Especialmente en este tiempo de guerra, con toda su devastación humana, cuando a veces nos sentimos perdidos, necesitamos puntos de referencia, alguien que nos ayude a mirar más allá de nuestros propios horizontes y nos dé orientación. En este sentido, el Papa, como líder reconocido, puede ayudarnos con sus palabras a dar forma a nuestro relato cristiano en este entorno tan complejo.
Usted dijo recientemente en una entrevista con el National Catholic Register que el Camino Sinodal alemán es irrelevante para la vida de los cristianos en Tierra Santa. ¿Qué debates teológicos considera usted personalmente importantes para la reforma de la Iglesia?
Las cuestiones del Camino Sinodal en Alemania, y muchos otros temas en los países occidentales, no resuenan especialmente en Oriente Medio. Vivimos en una realidad completamente diferente. Esto no es un juicio, es simplemente un hecho. Esa es la realidad. La teología no se vive aquí de una manera tan dramática. Nuestras Iglesias son tradicionales, y vivimos en y a través de la comunidad de la Iglesia. Para nosotros, lo más importante es fortalecer las relaciones entre las Iglesias. Para los cristianos de aquí, la coexistencia armoniosa entre las Iglesias es la prioridad.
¿Puede dar ejemplos de proyectos o instituciones conjuntas que considere ejemplos positivos de estos esfuerzos?
Hay muchos ejemplos. Comenzaré por el contexto más dramático en la actualidad, Gaza. Las parroquias ortodoxas y católicas trabajan juntas en todas partes, no solo en la ayuda humanitaria sino también en las escuelas y en las actividades pastorales. También coordinan las actividades litúrgicas para que no interfieran entre sí. Eso no ocurría hace algunos años. En los pueblos donde hay escuelas católicas y ortodoxas, tratamos de cooperar. Dado que, por desgracia, tenemos menos alumnos cristianos, organizamos las cosas de modo que una Iglesia se haga cargo de la escuela primaria y la otra de la secundaria, o viceversa. De este modo ofrecemos la misma educación. Las escuelas ortodoxas y católicas utilizan los mismos libros catequéticos, que elaboramos juntos. Hay muchos más ejemplos.
En estas escuelas, ¿cómo se componen las clases?
Eso depende de la escuela, pero por lo general alrededor de la mitad de los alumnos son cristianos. En algunas escuelas los musulmanes constituyen la mayoría de los alumnos, según la ubicación. En todas nuestras escuelas, la presencia de no cristianos es muy importante, no solo en términos numéricos sino también en términos de misión.
¿Qué espera usted para su rebaño en Tierra Santa?
Espero mejores condiciones de vida políticas y sociales para nosotros. Espero que la comunidad preserve su unidad, su compromiso con la vida y su capacidad de resistencia en esta situación tan complicada. Pero eso requiere una mayor paciencia. No debemos confundir la esperanza con una solución política.
