
La ciudad de Burgos ha celebrado un año más, este 28 de diciembre, la tradicional fiesta del obispillo, una costumbre de origen medieval ligada a la festividad de los Santos Inocentes, en la que uno de los niños de la escolanía de la Catedral asume de manera simbólica el papel de obispo durante una jornada.
Una tradición con siglos de historia
La figura del obispillo hunde sus raíces en la Edad Media y fue especialmente relevante en las grandes catedrales europeas. En Burgos, la tradición consistía en elegir a un niño del coro catedralicio para recordar, mediante una inversión simbólica de los roles, una verdad evangélica fundamental: la primacía de la humildad, la inocencia y el servicio frente al poder.
Lejos de cualquier burla, el obispillo representaba un ejercicio pedagógico y espiritual, tanto para los niños como para el clero y los fieles, recordando que la autoridad en la Iglesia ha de entenderse siempre como servicio. Tras desaparecer durante décadas, la tradición fue recuperada a finales del siglo XX gracias a la reactivación de la escolanía, y desde entonces forma parte estable del calendario navideño burgalés.
La celebración de 2025
En esta edición, el obispillo elegido ha sido Beltrán Rubio, un niño de 12 años, miembro de la Escolanía de los Pueri Cantores, aficionado al baloncesto y a la música, y trompetista en la banda de San Gil.
Los actos comenzaron en el Monasterio de la Visitación de las Salesas, donde se celebraron los ritos tradicionales. Junto al canónigo responsable de la escolanía, Agustín Burgos Asurmendi, fueron revestidos el obispillo, el vicario general y los dos secretarios. En este marco, Beltrán dirigió sus primeras palabras a los fieles, se impusieron las túnicas a los nuevos escolanos y se presentó una imagen del Niño Jesús para su adoración, todo ello acompañado por los cantos de la escolanía.
Tras la celebración litúrgica, los Pueri Cantores acudieron al locutorio del monasterio, donde las madres salesas obsequiaron a los niños con dulces, agradecidos con nuevos cantos. Desde allí, la comitiva se dirigió en procesión al Palacio Arzobispal.
Encuentro con el arzobispo
El obispillo fue recibido por el arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, quien le mostró el belén instalado en el vestíbulo del Arzobispado y lo acompañó posteriormente al Salón del Trono, donde tuvo lugar el tradicional intercambio de palabras.
En su intervención, Beltrán elevó una petición en nombre de todos los niños, reclamando que “todos podamos seguir disfrutando del amor, la protección y la educación de nuestros mayores”, y pidió el compromiso de la sociedad para que “no haya ningún niño en el mundo que sufra las injusticias”. Aludió también a los conflictos armados y a “la falta de amor en muchos lugares”, expresando su convicción de que “el amor podrá con todo”.
El arzobispo agradeció el mensaje y subrayó la importancia de la escolanía como cantera viva de la catedral, recordando que “en la medida en que glorificamos a Dios es cuando amanece la paz en el mundo”. Destacó además el valor del canto y la música como instrumentos de comunión y de paz, y animó a los Pueri Cantores a seguir siendo portavoces y embajadores de Burgos, no solo en el ámbito litúrgico, sino también cultural y social.
Recorrido por la ciudad
Finalizado el encuentro, el obispillo se dirigió a la calle Nuño Rasura, donde le aguardaba el caballo con el que recorrió el centro histórico de la ciudad hasta la Casa Consistorial. Desde el balcón del Ayuntamiento, saludó a la alcaldesa y dirigió su mensaje a los burgaleses, poniendo así el broche final a una de las tradiciones más entrañables y singulares del tiempo de Navidad en Burgos.