La entrevista concedida por el cardenal Matteo Zuppi a Corriere della Sera ofrece un amplio recorrido por los grandes debates políticos del momento. Ucrania, Trump, el rearme europeo, la inmigración, la autonomía diferenciada, la legislación sobre el final de la vida, la cuestión homosexual. Todo está ahí. Sin embargo, hay una ausencia que resulta tan elocuente como inquietante: el nombre de Jesucristo no aparece ni una sola vez.
No es un detalle menor. En una entrevista publicada en el contexto navideño, el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana describe la Navidad como un símbolo de valores humanos universales —humildad, fragilidad, dignidad—, pero prescinde completamente del Niño Jesús. Se trata de una Navidad despojada de su núcleo cristológico, reducida a una categoría cultural y ética. Nada nuevo en Zuppi, cuya forma de expresarse revela desde hace tiempo una inclinación persistente hacia un lenguaje marcadamente secular.
Un cardenal como analista político
A lo largo de la entrevista, Zuppi se mueve con soltura en el terreno estrictamente político. Opina sobre la guerra en Ucrania, el papel de Donald Trump, el rearme de la Unión Europea, las políticas migratorias, el llamado “modelo Albania”, la autonomía diferenciada y la legislación sobre el final de la vida. Lo hace con un tono que no desentonaría en boca de un dirigente político o de un analista laico.
Especialmente significativa es su defensa explícita del rearme europeo, presentado como condición previa para la seguridad y, en consecuencia, para la paz. «La UE necesita una coordinación unitaria eficaz, un requisito previo para un ejército europeo. El rearme debe ser proporcional a los riesgos reales para la seguridad», afirma. Se trata de una posición clara, alineada con el discurso dominante en Bruselas, formulada sin apenas referencia a los principios clásicos de la doctrina social de la Iglesia sobre la guerra, la paz y el orden internacional.
El final de la vida y la lógica constitucional
En materia bioética, el cardenal se muestra favorable a la aprobación de una ley sobre el final de la vida, siempre que siga las sentencias del Tribunal Constitucional italiano. «Esperamos que el legislador acate las sentencias del Tribunal Constitucional», señala. Aunque rechaza formalmente la eutanasia y el suicidio asistido, el marco de referencia no es la ley moral natural ni el magisterio, sino la jurisprudencia constitucional y el consenso político.
Algo similar ocurre con la cuestión homosexual. Zuppi defiende el reconocimiento y el acompañamiento de las personas homosexuales y transgénero, insistiendo en la lucha contra la discriminación. Aunque afirma que el Catecismo “sigue siendo el mismo”, el énfasis del discurso se sitúa en categorías sociopolíticas contemporáneas más que en una antropología cristiana clara y exigente.
Secularización asumida, fe diluida
Quizá el aspecto más preocupante de la entrevista sea la aceptación implícita de la secularización como un proceso irreversible e incluso positivo. Zuppi sostiene que la cristiandad ha terminado y que el cristianismo debe adaptarse a este nuevo contexto. El problema no está en constatar un hecho histórico, sino en asumirlo sin espíritu crítico, como si no cupiera otra respuesta que la acomodación.
Insistir en combinar principios supuestamente “no negociables” con el pluralismo democrático dominante, sin afirmar con claridad su carácter vinculante y su origen trascendente, no conduce a ninguna parte. Al contrario, contribuye a la confusión y a la progresiva irrelevancia del discurso cristiano en la vida pública.
La entrevista de Corriere della Sera no revela tanto una estrategia pastoral como una postura política laica sobre cuestiones laicas. Que sea un cardenal quien la formule debería, al menos, suscitar una seria reflexión. Porque una Iglesia que habla como el mundo acaba, inevitablemente, diciendo lo mismo que el mundo. Y una Navidad sin Jesucristo no es Navidad, por más valores humanos que se invoquen.
Fuentes: Corriere della Sera, Specola
