La “comunidad cristiana”: esa pintoresca minoría según el Gobierno

La “comunidad cristiana”: esa pintoresca minoría según el Gobierno

El Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes ha felicitado la Navidad a la “comunidad cristiana” con motivo del nacimiento de Jesús. La fórmula no es inocente. Tampoco casual. Llama la atención, en primer lugar, que el Gobierno se refiera a los cristianos como si fueran una comunidad más, casi una minoría cultural, en un país cuya historia, identidad y calendario siguen marcados de forma decisiva por el cristianismo.

España no es una suma de “comunidades religiosas” equivalentes. Es una nación configurada durante siglos por la fe cristiana, con una tradición cultural, jurídica y moral inseparable del Evangelio. Reducir a los cristianos a una “comunidad” es un modo sutil de rebajarlos a la condición de grupo particular, tolerado pero periférico.

Un lenguaje que delata una visión

El mensaje oficial felicita a la “comunidad cristiana” por el nacimiento de Jesús, presentado como un “momento para compartir deseos de paz, alegría y bienestar para todos y todas”. Nada más. Jesús aparece despojado de su identidad divina y de su misión redentora. No es el Hijo de Dios hecho hombre, sino un pretexto amable para un mensaje genérico y políticamente correcto.

Pero lo más significativo es el marco desde el que se habla: el cristianismo no como raíz viva de la nación, sino como una sensibilidad particular, comparable a cualquier otra, integrada en un mosaico de minorías.

De la fe mayoritaria al folclore tolerado

Este modo de expresarse no es un simple error semántico. Responde a una concepción concreta del espacio público: el cristianismo puede ser reconocido siempre que acepte ser uno más, siempre que renuncie a cualquier pretensión de verdad universal y se limite a lo emocional, lo cultural o lo folclórico.

La “comunidad cristiana” puede ser celebrada simbólicamente, pero no tenida en cuenta cuando defiende la vida, la familia o la ley natural. Puede ser invocada en Navidad, pero ignorada el resto del año.

Una felicitación que es también una enmienda
Resulta especialmente llamativo que esta felicitación provenga de un Gobierno que legisla de forma sistemática contra principios morales fundamentales del cristianismo y que ha promovido su progresiva expulsión del espacio público. El mismo poder que margina la fe se arroga ahora la capacidad de definir qué es la Navidad y cómo debe entenderse.

La Navidad no es de una “comunidad”

La Navidad no pertenece a una “comunidad cristiana” entendida como minoría sociológica. Es un acontecimiento que ha configurado la historia de España y de Europa. Y Jesús no es un símbolo neutro para el bienestar colectivo, sino el centro de la fe que ha dado forma a nuestra civilización.

Hablar de “comunidad cristiana” no es un gesto de respeto, sino una forma de reducción. Una manera «elegante» de decirle a la mayoría histórica que se comporte como si fuera una minoría más.

La Iglesia no está llamada a aceptar ese marco, sino a recordarle al poder —también en Navidad— que Cristo no es patrimonio de ningún ministerio, ni cabe en un lenguaje ideológico. Sino que ha nacido en un portal en Belén por nuestra salvación.

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