En el marco de la ordenación sacerdotal existe una antigua costumbre, hoy recuperada en algunos ámbitos, que subraya el carácter sagrado del ministerio y el papel discreto pero decisivo de la familia en el nacimiento de una vocación: la entrega del manutergio a la madre del nuevo sacerdote.
El manutergio es un paño de lino utilizado durante la ordenación para limpiar o recoger el óleo del crisma con el que el obispo unge las manos del ordenando. En el rito tradicional, las manos del nuevo presbítero quedaban incluso envueltas con este lienzo tras la unción, como signo visible de su consagración para el altar. En el rito actual, aunque este gesto ya no forma parte estable de la ceremonia, el uso del paño se mantiene en algunos lugares como elemento simbólico.
La entrega del manutergio a la madre
De este objeto litúrgico nace una costumbre transmitida durante siglos en la tradición católica: el sacerdote recién ordenado entrega el manutergio a su madre, quien lo conserva durante toda su vida. Según esta práctica, cuando la madre fallece, el paño se coloca entre sus manos en el féretro como signo de haber ofrecido un hijo al sacerdocio.
Este gesto no forma parte del rito litúrgico propiamente dicho, pero ha sido asumido como una expresión concreta de la entrega silenciosa y perseverante de muchas madres cristianas.
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Piedad popular y sentido espiritual
La tradición popular añade un significado espiritual a este gesto: en el Juicio Particular, la madre podría presentar el manutergio ante Dios como testimonio de haber entregado a su hijo al servicio de la Iglesia. Este relato, ampliamente difundido en la piedad católica, no pertenece a la doctrina ni a la liturgia oficial, pero expresa de manera simbólica una verdad espiritual reconocida por la Iglesia: la cooperación real de los padres —y en particular de la madre— en el surgimiento y acompañamiento de una vocación sacerdotal.
“Sacerdote ad aeternum”: una realidad doctrinal
La expresión “sacerdote ad aeternum” se comprende a la luz de la doctrina católica sobre el sacramento del Orden. La Iglesia enseña que la ordenación imprime un carácter espiritual indeleble: el sacerdote lo es para siempre, incluso cuando deja el ejercicio público del ministerio.
En este contexto, el manutergio se convierte en un recordatorio visible de una consagración que no es funcional ni temporal, sino ontológica.
Una tradición viva en la Fraternidad San Pío X
En la actualidad, esta costumbre se conserva de manera habitual en entornos donde se mantiene íntegramente el rito tradicional de ordenación. Es el caso de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), donde la entrega del manutergio a la madre del nuevo sacerdote sigue practicándose como parte de una comprensión sacramental y familiar del sacerdocio.
Un signo, no una garantía
Conviene subrayar que el manutergio no tiene valor sacramental ni garantiza la salvación de nadie. No constituye una “prueba” en sentido jurídico o teológico ante Dios. Es un signo, un símbolo que remite a una vida de fe, a un sacrificio ofrecido y a una vocación sostenida en el seno de una familia cristiana.
La recuperación y conservación de signos como el manutergio pone de relieve dos realidades inseparables: la dignidad del sacerdocio y la importancia de la familia como primer ámbito donde se aprende a escuchar y responder a la llamada de Dios.
