El papa León XIV ha situado la reflexión sobre la inteligencia artificial (IA) en continuidad directa con la tradición social de la Iglesia, subrayando la primacía de la conciencia humana frente a cualquier forma de delegación moral en sistemas tecnológicos. Así lo señala un análisis publicado por The Catholic Herald, que enmarca las primeras intervenciones del Pontífice sobre este asunto en la estela de León XIII y su respuesta a la revolución industrial.
Desde sus primeras palabras públicas tras su elección, León XIV explicó que la elección de su nombre no fue casual, sino un homenaje explícito a León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum, texto fundacional de la doctrina social moderna de la Iglesia. Del mismo modo que entonces la Iglesia examinó con prudencia el impacto del desarrollo industrial sobre el trabajo y la dignidad humana, hoy el nuevo Pontífice plantea preguntas de fondo ante el avance de la inteligencia artificial.
La Iglesia no ha reaccionado históricamente con miedo ante la tecnología, sino con discernimiento moral. En el contexto actual, el desafío no son las fábricas ni las máquinas de vapor, sino sistemas informáticos avanzados capaces de automatizar decisiones, producir textos, generar códigos y desplazar a trabajadores, todo ello gracias a un aumento exponencial de la capacidad de cálculo y del acceso masivo a datos.
Lo que hoy se presenta como “inteligencia artificial” no es inteligencia en sentido propio, sino sistemas estadísticos —como los grandes modelos de lenguaje— que predicen secuencias de palabras a partir de datos previos. Pese a su aparente sofisticación, estos sistemas carecen de comprensión, conciencia o juicio moral. Además, el artículo señala que muchos de estos modelos operan con enormes costes energéticos y económicos, sostenidos más por expectativas financieras que por modelos de negocio sólidos.
En este contexto, The Catholic Herald destaca que la preocupación central del papa León XIV no es si las máquinas pueden pensar, sino el riesgo de que el ser humano deje de ejercer su propio juicio. La delegación progresiva de decisiones —primero prácticas, luego morales— a sistemas automáticos puede debilitar el hábito del discernimiento personal, transformando la conciencia en una función externalizada.
Poco antes de la elección de León XIV, el Vaticano publicó el documento Antiqua et Nova, dedicado a la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana. En él se insiste en que la IA no es rival del hombre, sino producto de su ingenio, y que nunca puede convertirse en sustituto de la conciencia. Esta línea ha sido reiterada por el Papa en sus intervenciones públicas, donde ha insistido en que la tecnología debe estar siempre al servicio de la persona y no al revés.
El análisis concluye que la respuesta del Pontífice no será una condena de la tecnología, sino una reafirmación del valor irreductible del ser humano. Frente a una visión funcionalista que mide la dignidad por las capacidades, la enseñanza católica recuerda que el hombre vale por lo que es: criatura de Dios, dotada de alma y responsable moral de sus actos. La verdadera cuestión, por tanto, no es si las máquinas llegarán a parecerse al hombre, sino si el hombre renunciará a la responsabilidad de pensar y decidir por sí mismo.
