El Comisario de los Heraldos confiere ministerios menores a 69 miembros y abre un horizonte de esperanza

El Comisario de los Heraldos confiere ministerios menores a 69 miembros y abre un horizonte de esperanza

El pasado sábado se celebró una misa solemne en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, perteneciente a los Heraldos del Evangelio, durante la cual el Cardenal Damasceno, Comisario Pontificio de la institución, confirió los ministerios del lectorado y del acolitado a un total de 69 miembros.

La celebración reviste una especial relevancia no sólo por el elevado número de candidatos instituidos —hecho poco habitual en el contexto actual— sino también por el momento eclesial en el que se produce, tras varios años marcados por el comisariado y la paralización de procesos ordinarios de gobierno interno.

Los ministerios del lectorado y del acolitado, que en la disciplina actual de la Iglesia han sustituido a las antiguas órdenes menores, constituyen un paso canónicamente necesario en el itinerario de quienes se preparan para el sacerdocio. En este sentido, la ceremonia supone un avance objetivo en los procesos formativos, especialmente significativo en una institución cuyas ordenaciones han permanecido suspendidas durante un largo período.

Durante la homilía, el Cardenal Damasceno pronunció unas palabras que no pasaron desapercibidas:

“Tengo esperanza de que en un futuro próximo podremos conferir las órdenes sacras a los que están debidamente preparados”.

Estas declaraciones adquieren un peso particular si se tiene en cuenta que el purpurado presentó recientemente su renuncia al cargo de Comisario Pontificio. Sin embargo, a la vista de los hechos, dicha renuncia no habría sido aceptada por el Santo Padre, al menos por el momento, continuando así el cardenal en el ejercicio efectivo de sus funciones.

El dato se enmarca, además, en otro elemento relevante: el pasado 4 de diciembre, pocos días después de presentarse la renuncia, el Papa León XIV recibió al Cardenal Damasceno en audiencia privada, en un encuentro que, según diversas fuentes, habría tenido una duración más prolongada de lo habitual. Desde entonces, no se ha hecho pública ninguna decisión formal sobre el relevo en el comisariado.

La institución de ministerios de este fin de semana, realizada precisamente por quien continúa actuando como Comisario, parece indicar que el proceso no sólo no está detenido, sino que avanza de manera visible en algunos de sus aspectos más sensibles.

Claves interpretativas y un escenario razonablemente optimista

A la luz de estos hechos, resulta legítimo plantear una lectura más serena y esperanzada de la situación actual.

En primer lugar, la alusión a la “esperanza” de futuras ordenaciones, lejos de indicar una negativa o un nuevo bloqueo, puede entenderse como una expresión de prudencia institucional. Todo apunta a que el Papa León XIV estaría optando por evitar decisiones abruptas y favorecer una conclusión del proceso que respete plenamente los cauces canónicos y curiales.

En esta línea, no puede descartarse que el Santo Padre haya solicitado al Cardenal Damasceno que traslade formalmente al Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica los contenidos de lo tratado en la audiencia, con el fin de obtener el respaldo necesario para cerrar definitivamente la etapa del comisariado.

Ese cierre exigiría, conforme al derecho común y a la propia configuración jurídica de la institución, la convocatoria de la Asamblea General de la Asociación de Fieles y la celebración de los capítulos de las dos sociedades de vida apostólica, clerical y femenina. Conviene recordar que estos órganos quedaron bloqueados en 2024 por decisiones del entonces prefecto del Dicasterio, el Cardenal Braz de Aviz, circunstancia que condujo a una prolongación anómala del comisariado.

Si esta hipótesis se confirmara, el protagonismo volvería a recaer en el Dicasterio y en su actual prefecta, la Hna. Simona Brambilla, reabriendo también el debate eclesiológico sobre el ejercicio del poder de régimen; una cuestión cada vez más presente en la discusión teológica y que podría aflorar en el consistorio extraordinario convocado por el Santo Padre.

Con todo, el dato esencial permanece: los ministerios han sido conferidos, los candidatos avanzan en su formación y el Comisario Pontificio actúa con normalidad. Todo ello permite interpretar los acontecimientos recientes como signos concretos de una progresiva normalización, tras años de excepcionalidad y desgaste institucional.

De confirmarse esta tendencia, el pontificado de León XIV podría encontrar aquí una ocasión emblemática para marcar un cambio de estilo, restableciendo la estabilidad y cerrando heridas abiertas en una institución que muchos consideran injustamente perjudicada. Un horizonte que explica, con fundamento, la esperanza con la que amplios sectores del mundo católico miran ya hacia el año 2026.

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