Miedo — y esperanza — en los mercados navideños de Europa

Miedo — y esperanza — en los mercados navideños de Europa

Por Michele McAloon

El Adviento en Alemania se ilumina con sus mundialmente famosos mercados navideños. El aroma de la salchicha a la parrilla, del célebre glühwein alemán y del pan de jengibre (Lebkuchen) se mezclan bajo luces multicolores, creando una experiencia alegre en anticipación del nacimiento de Cristo. Ya sea un encuentro de dos días en un monasterio local o en el parque de bomberos del pueblo, o uno de los enormes mercados metropolitanos de Múnich, Berlín o Dresde, los mercados navideños, hoy como hace siglos, son una parte integral del tejido económico y social de Alemania, y un posible signo de esperanza. Aunque actualmente también están amenazados por sombras oscuras.

Trágicamente, en los últimos diez años, las festividades se han visto empañadas por la violencia. Terroristas han asesinado a asistentes en mercados de Magdeburgo, Tréveris, Berlín y en varios mercados de Francia. Las autoridades alemanas y francesas se han visto ahora obligadas a tomar medidas para prevenir estas amenazas casi en todas partes.

Hoy en día, las zonas peatonales suelen contar con barreras rígidas para impedir que vehículos embistan a las multitudes. En muchos mercados, el acceso está estrictamente controlado mediante registros de bolsos y cacheos corporales. De forma inusual para Alemania, donde la policía rara vez se ve en la vida cotidiana, hay una fuerte presencia policial y cámaras de vigilancia que observan cada rincón de los mercados.

Afortunadamente, el terrorismo no ha intimidado a la gente. Este año se prevé que la asistencia a los mercados navideños bata récords, regresando finalmente a los niveles previos a la pandemia.

A pesar de todo, hoy se celebran en Alemania más de 3.000 Christkindlmarkt o Weihnachtsmarkt, como se los denomina según la región. Generando miles de millones de euros, estos mercados son vitales para una economía alemana en dificultades. Y esto no es nada nuevo. Aunque hoy se asocian con la Navidad, los mercados navideños más antiguos comenzaron como eventos seculares, no religiosos. Las comunidades medievales se reunían a finales del otoño y principios del invierno para vender productos y adquirir suministros necesarios antes de la llegada de los duros meses invernales.

Los días de mercado solían coincidir con fiestas cristianas. Los habitantes locales caminaban hasta la ciudad para asistir al culto y luego se quedaban a comprar en el mercado. Antes de la Reforma protestante, el 6 de diciembre, fiesta de san Nicolás, era una fecha tradicional para que los niños recibieran regalos. Los padres compraban juguetes en el mercado y los dejaban en los zapatos de sus hijos durante la noche para honrar al buen obispo de Mira (una costumbre encantadora, pero también precursora del consumismo occidental).

El mercado navideño de Dresde es conocido como el Striezelmarkt y comenzó en 1434, no como mercado navideño, sino como un mercado de carne donde los ciudadanos podían comprar asados para Navidad y así romper el ayuno del Adviento. Los símbolos litúrgicos navideños se fueron adaptando e integrando a medida que estos mercados de diciembre crecían en popularidad.

La relación entre la Iglesia y los mercados navideños siempre ha sido algo ambivalente. El clero católico y protestante comprendía tanto la importancia espiritual como la económica de estos mercados. Fomentaban el culto durante la temporada, pero también estaban dispuestos a cobrar alquiler por los puestos de los vendedores, que a menudo se ubicaban en el atrio o cementerio de la iglesia.

Los obispos alemanes de hoy son notoriamente reticentes a la evangelización en el espacio público. Pero al menos algunos ven los mercados como una oportunidad, como un lugar donde los símbolos de la fe cristiana pueden ser acogidos abiertamente. Y, como algunos obispos alemanes dirán en privado a un estadounidense comprensivo, la sensación generalizada del fracaso del progresismo es una apertura para la fe, si la Iglesia tiene la sabiduría de aprovecharla.

Así que quizá no resulte tan sorprendente que, en el centro de casi todos los mercados de la Alemania secular y progresista, siga habiendo un belén y un árbol de Navidad, aunque en algunos lugares se minimice la referencia a Cristo. Por ejemplo, hace algunos años en Wiesbaden, una pequeña ciudad situada cerca de Fráncfort, el ayuntamiento decidió cambiar el nombre del mercado navideño por el de mercado de la “Estrella Fugaz” para ser más “inclusivo”. Otros lugares han hecho cambios similares —y han sido objeto de burla en los medios por estas adaptaciones woke. Pero, sea lo que sea lo que eso signifique, por lo general sigue habiendo un belén, y los vecinos continúan llamándolo Weihnachtsmarkt o mercado de Navidad. Y estos belenes suelen ser bastante elaborados, con animales reales y actores o estatuas talladas a mano por artesanos locales.

Desde la reunificación, una nueva tradición ha llegado al oeste de Alemania. Las ciudades levantan grandes pirámides navideñas, las Weihnachtspyramiden. Estas estructuras de madera de varios niveles, originarias de las montañas del este, están decoradas con símbolos litúrgicos, santos y escenas del Nacimiento de Nuestro Señor.

Las tradiciones son difíciles de erradicar, especialmente las tradiciones navideñas. Dirk Spenneman, un académico alemán de historia cultural, nacido en Maguncia y criado en Fráncfort, creció en una familia que asistía a los mercados navideños. En su opinión, la importancia cultural de estos mercados no puede subestimarse a la hora de tejer lazos entre familias y comunidades; de crear y preservar un patrimonio cultural cuando gran parte de él parece estar desapareciendo.

Para él, como para generaciones de niños alemanes, estar bajo las luces centelleantes, escuchar los sonidos llenos de alegría de la familia y oler los sabrosos alimentos del mercado dejó una impresión poderosa que Spenneman aprecia y espera que se transmita a las generaciones futuras.

Irónicamente, algunos de los mercados más bellos y antiguos de Europa no están en Alemania, sino en Alsacia, la región oriental de Francia que limita con Alemania. Incluso los pueblos pequeños suelen tener un Christkindelsmärik, que en el dialecto alsaciano se traduce como el Mercado del Niño Jesús.

Los católicos franceses se lanzan a las celebraciones de Adviento con entusiasmo galo. Junto con el mayor énfasis en las celebraciones litúrgicas que ha surgido recientemente en Francia, hay exhibiciones públicas de Navidad frente a las casas, con decoraciones elaboradas.

De hecho, el primer registro parroquial de la compra de un árbol de Navidad se remonta a 1521 en Sélestat, Francia, mientras que en Alemania solo aparece en 1605 en la catedral de Estrasburgo (entonces una ciudad alemana). Originalmente, estos árboles navideños se suspendían de una viga del techo. Las decoraciones consistían en manzanas rojas, como recordatorio de la tentación, y hostias de comunión, que simbolizaban la Redención. Hoy, el árbol de Navidad del mercado de Estrasburgo, firmemente plantado en el suelo, es considerado el más alto de Francia.

A pesar de los muchos desafíos que enfrenta la fe en el mundo actual, sostener una humeante taza de glühwein, estar de pie bajo un antiguo campanario o la aguja de una catedral, en medio de un mercado navideño, permite comprender visceralmente una profundidad de calidez y de luz que, en última instancia, emana del Niño Jesús. Muchos desesperan del cristianismo en Alemania, pero la perdurabilidad de los mercados navideños puede ser un signo de esperanza en la oscuridad de una noche invernal.

Sobre la autora

Michele McAloon vive en Europa. Es canonista y presentadora del pódcast Crossword. Su trabajo puede encontrarse en Book Clues.

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