León XIV: «María esperanza nuestra»

León XIV: «María esperanza nuestra»

En la mañana de este sábado 20 de diciembre, el papa León XIV presidió en la Plaza de San Pedro la Audiencia Jubilar, enmarcada en las celebraciones del Jubileo 2025, ante numerosos peregrinos y fieles llegados a Roma. El Pontífice centró su última catequesis jubilar en el tema «Sperare è generare. Maria, speranza nostra», subrayando la esperanza cristiana como fuerza fecunda que nace de Dios y se encarna de modo singular en la Virgen María.

Dejamos a continuación el mensaje completo de León XIV:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Cuando la Navidad está a las puertas, podemos decir: ¡el Señor está cerca! Sin Jesús, esta afirmación —el Señor está cerca— podría sonar casi como una amenaza. En Jesús, en cambio, descubrimos que, como habían intuido los profetas, Dios es un seno de misericordia. El Niño Jesús nos revela que Dios tiene entrañas de misericordia, a través de las cuales genera siempre. En Él no hay amenaza, sino perdón.

Queridos hermanos, la de hoy es la última de las audiencias jubilares de los sábados, iniciadas el pasado mes de enero por el papa Francisco. El Jubileo llega a su fin, pero no termina la esperanza que este Año nos ha regalado: ¡seguiremos siendo peregrinos de esperanza! Hemos escuchado a san Pablo: «En la esperanza, en efecto, fuimos salvados» (Rm 8,24). Sin esperanza, estamos muertos; con la esperanza, venimos a la luz. La esperanza es generativa. De hecho, es una virtud teologal, es decir, una fuerza de Dios, y como tal genera, no mata, sino que hace nacer y renacer. Esta es la verdadera fuerza. La que amenaza y mata no es fuerza: es prepotencia, es miedo agresivo, es el mal que no genera nada. La fuerza de Dios hace nacer. Por eso quisiera deciros finalmente: esperar es generar.

San Pablo escribe a los cristianos de Roma algo que nos hace pensar: «Sabemos, en efecto, que toda la creación gime y sufre dolores de parto hasta ahora» (Rm 8,22). Es una imagen muy fuerte. Nos ayuda a escuchar y a llevar a la oración el grito de la tierra y el grito de los pobres. «Toda junta» la creación es un grito. Pero muchos poderosos no escuchan este grito: la riqueza de la tierra está en manos de unos pocos, poquísimos, cada vez más concentrada —injustamente— en manos de quienes a menudo no quieren escuchar el gemido de la tierra y de los pobres. Dios ha destinado los bienes de la creación a todos, para que todos participen de ellos. Nuestra tarea es generar, no robar. Y, sin embargo, en la fe el dolor de la tierra y de los pobres es el de un parto. Dios genera siempre, Dios sigue creando, y nosotros podemos generar con Él, en la esperanza. La historia está en manos de Dios y de quienes esperan en Él. No hay solo quien roba, hay sobre todo quien genera.

Hermanas y hermanos, si la oración cristiana es tan profundamente mariana, es porque en María de Nazaret vemos a una de nosotros que genera. Dios la hizo fecunda y salió a nuestro encuentro con sus rasgos, como todo hijo se parece a su madre. Es Madre de Dios y madre nuestra. «Esperanza nuestra», decimos en la Salve Regina. Se parece al Hijo y el Hijo se parece a ella. Y nosotros nos parecemos a esta Madre que dio rostro, cuerpo y voz a la Palabra de Dios. Nos parecemos a ella, porque podemos generar la Palabra de Dios aquí abajo, transformar el grito que escuchamos en un parto. Jesús quiere nacer de nuevo: podemos darle cuerpo y voz. Este es el parto que la creación espera.

Esperar es generar. Esperar es ver que este mundo se convierte en el mundo de Dios: el mundo en el que Dios, los seres humanos y todas las criaturas vuelven a caminar juntos, en la ciudad-jardín, la nueva Jerusalén. María, esperanza nuestra, acompaña siempre nuestro peregrinar de fe y de esperanza.

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