En varias diócesis francesas está emergiendo una generación de católicos jóvenes que asisten indistintamente a la Misa tradicional en latín y al rito ordinario, sin identificarse con las divisiones históricas entre ambos mundos litúrgicos. Así lo recoge un reportaje publicado por La Croix, que analiza el fenómeno a partir de testimonios y datos recientes.
En la parroquia de Saint-Georges, en el barrio histórico de Lyon, mientras aún resuenan los cantos gregorianos, varias familias jóvenes se reúnen en la plaza tras la Misa. Entre ellas está Grégoire, de 31 años, que comenzó a frecuentar la parroquia hace cinco años siguiendo a su esposa, vinculada a la liturgia tradicional. Con prejuicios iniciales hacia lo que él mismo describe como “el mundo tradicionalista”, hoy afirma alternar sin dificultad entre ambos ritos, destacando el silencio, la contemplación y la fuerza espiritual del latín.
Jóvenes, urbanos y sin etiquetas
Según un estudio Bayard-La Croix realizado por Ifop, el 9 % de los católicos practicantes habituales afirma que la Misa en latín es su preferida, mientras que un 25 % declara apreciarla tanto como la Misa en lengua vernácula. En conjunto, el 67 % de quienes acuden a Misa cada semana no manifiestan objeción alguna al rito tridentino.
Estos datos confirman, según La Croix, la aparición de una generación de fieles “bi-rituales”, mayoritariamente menores de 35 años y residentes en grandes ciudades, donde la oferta litúrgica permite elegir. Lejos de verse como miembros de una “Iglesia paralela” —expresión utilizada por el papa Francisco en 2021 al justificar las restricciones a la liturgia tradicional—, muchos de ellos rechazan etiquetas y subrayan la complementariedad espiritual de ambas formas del rito romano.
Belleza, silencio y misterio
Robin, un parisino de 33 años convertido hace una década, explica que asiste tanto a la Misa tridentina en Saint-Eugène-Sainte-Cécile como a la Misa ordinaria en Saint-Roch, donde se celebran ambas formas. Su criterio es claro: la belleza de la liturgia. “La belleza forma parte de la misión de la Iglesia”, afirma, subrayando la importancia del latín, la música sacra, la adoración de rodillas y un clima que facilite la oración y el sentido de lo sagrado.
Otros testimonios apuntan en la misma dirección. Para muchos jóvenes, el rito antiguo ofrece una catequesis visual y simbólica —los gestos, los colores, el silencio, la orientación litúrgica—, mientras que el rito ordinario aporta homilías más conectadas con la vida cotidiana y un mayor énfasis comunitario.
Una búsqueda de trascendencia
Florence, ingeniera de 27 años procedente de una familia no practicante, descubrió la Misa tradicional a través de encuentros en línea. Afirma haber quedado interiormente marcada por una forma de lo sagrado centrada en la meditación y la trascendencia. Al mismo tiempo, valora en la Misa de Pablo VI la participación comunitaria y la exposición del Santísimo. Como otros jóvenes citados por La Croix, insiste en recibir la comunión en la boca y de manos del sacerdote, gesto que asocia a un mayor sentido de reverencia.
El reportaje subraya que el atractivo de la liturgia tradicional no se limita a ambientes “identitarios”, como demuestra también la creciente afluencia a la peregrinación de Chartres, que congrega a fieles muy diversos. En este contexto, la coexistencia de ambos ritos aparece para muchos jóvenes no como una contradicción, sino como una riqueza espiritual que alimenta su fe.
