El obispo de Charlotte (Estados Unidos), monseñor Michael Martin, ha publicado una carta pastoral en la que establece nuevas normas sobre la recepción de la Sagrada Comunión que incluyen la imposición de la postura de pie como práctica ordinaria y la retirada obligatoria de reclinatorios y barandillas de comunión en todas las celebraciones públicas de la diócesis antes del 16 de enero de 2026.
Aunque el documento reconoce formalmente el derecho de los fieles a recibir la Comunión de rodillas —derecho explícitamente protegido por la normativa universal de la Iglesia—, en la práctica desautoriza cualquier promoción de esta postura, al prohibir que sacerdotes o catequistas la presenten como una opción “mejor” o más reverente.
La carta sostiene que la postura común de pie favorece la “unidad” y la dimensión procesional de la Comunión, y afirma que el uso de reclinatorios o barandillas constituye una contradicción visible de las normas litúrgicas establecidas por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. En consecuencia, ordena la eliminación tanto de elementos fijos como móviles destinados a facilitar la recepción de rodillas.
¿Unidad litúrgica o uniformidad forzada?
La medida ha suscitado interrogantes entre fieles y sacerdotes, al entenderse como una restricción indirecta de gestos tradicionales de adoración eucarística que la Iglesia nunca ha prohibido. De hecho, documentos como Redemptionis Sacramentum recuerdan que ningún fiel puede ser reprendido ni discriminado por arrodillarse al recibir el Cuerpo de Cristo.
La genuflexión —históricamente asociada a la adoración, la humildad y la fe en la Presencia Real— ha sido promovida durante siglos como expresión visible de reverencia, especialmente en contextos donde se ha buscado reforzar la conciencia eucarística. La supresión de los medios materiales que permiten esta postura plantea la cuestión de si se trata de una auténtica libertad litúrgica o de una uniformidad impuesta bajo el pretexto de la comunión comunitaria.
Retirada de barandillas: un gesto cargado de significado
La eliminación de las barandillas de comunión no es una cuestión meramente práctica. Para muchos fieles, estos elementos representan una teología del Sacramento centrada en la adoración y en la distinción entre el presbiterio y la nave, así como una pedagogía litúrgica que subraya el carácter sagrado del acto de comulgar.
Al ordenar su retirada, el obispo argumenta que la Comunión debe vivirse como un gesto de “pueblo peregrino”, minimizando cualquier gesto que pueda interpretarse como individual o “preferente”. Sin embargo, críticos de esta visión advierten que la liturgia no se reduce a un signo de marcha colectiva, sino que exige también una expresión clara de fe ante el misterio que se recibe.
Un contexto de debate litúrgico más amplio
La carta pastoral incluye además una recomendación para recuperar la Comunión bajo las dos especies y amplía el uso de ministros extraordinarios de la Comunión, medidas que, junto con la supresión de los reclinatorios, se inscriben en una concepción de la liturgia marcada por la funcionalidad y la uniformidad.
En un momento en que numerosos fieles buscan recuperar gestos tradicionales como signo de fe y reparación, la decisión del obispo de Charlotte reaviva el debate sobre si la llamada “unidad” litúrgica se está utilizando para desalentar expresiones legítimas de piedad eucarística, amparadas por la tradición y el derecho de la Iglesia.
