La Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX) afronta nuevamente la cuestión de su futuro episcopal. Así lo reconoce el sacerdote Franz Schmidberger, ex Superior General de la Sociedad, quien admite que será necesario ordenar nuevos obispos en los próximos años para garantizar la continuidad de su ministerio.
En una entrevista concedida el pasado 8 de diciembre al medio alemán Corrigenda, y recogida por The Catholic Herald, Schmidberger explicó que el asunto está siendo considerado internamente, aunque sin decisiones concretas por el momento. «Se está estudiando, pero no puedo decir cuándo tendrá lugar ni cuántos obispos serán ordenados», afirmó.
La necesidad práctica de nuevos obispos
Schmidberger subrayó un dato esencial: «solo un obispo puede ordenar sacerdotes». Sin nuevos obispos, la Fraternidad acabaría viéndose imposibilitada de continuar las ordenaciones sacerdotales. Actualmente, la FSSPX cuenta con más de 700 sacerdotes en todo el mundo, lo que hace inviable su supervivencia a largo plazo sin una sucesión episcopal clara.
La cuestión adquiere mayor urgencia si se tiene en cuenta que los dos obispos actualmente vivos de la Fraternidad —Bernard Fellay y Alfonso de Galarreta— se aproximan a los setenta años.
La relación con Roma, un punto clave
El ex Superior General reconoció que cualquier futura consagración episcopal debería abordarse en diálogo con la Santa Sede. «La Sociedad tendrá que discutir esto con Roma, lo cual es esencial, porque en una situación normal no se pueden consagrar obispos sin el permiso del Papa», señaló.
Pese a ello, la Fraternidad sigue sin contar con un estatus canónico regular dentro de la Iglesia. Preguntado por la posibilidad de una integración plena bajo el pontificado del papa León XIV, Schmidberger respondió con claridad: «Nos consideramos plenamente integrados en la Iglesia». Otra cuestión, añadió, es el reconocimiento jurídico, que dependerá de futuros desarrollos y de las gestiones del actual Superior General y su consejo.
El recuerdo de 1988 y su justificación
La discusión sobre nuevos obispos ha reavivado inevitablemente el recuerdo de las consagraciones episcopales de 1988, cuando monseñor Marcel Lefebvre ordenó cuatro obispos sin mandato pontificio. Schmidberger defendió nuevamente aquella decisión, calificándola como «correcta» y tomada en un contexto de crisis.
«Fue una situación de emergencia», afirmó, explicando que el objetivo era dar «un testimonio público de la liturgia tradicional y de las enseñanzas de la Iglesia», que entonces consideraban amenazadas. Según Schmidberger, se trataba de preservar la vida católica y renovarla, del mismo modo que históricamente lo han hecho monjes y monasterios en tiempos de crisis.
También recordó precedentes históricos, especialmente en países bajo regímenes comunistas, donde se produjeron consagraciones episcopales sin conocimiento o permiso del Papa que posteriormente fueron reconocidas por Roma en circunstancias excepcionales.
Obispos sin jurisdicción territorial
Schmidberger precisó que, en caso de futuras consagraciones, los nuevos obispos no tendrían autoridad territorial. Seguirían el modelo ya utilizado por la Fraternidad: obispos auxiliares sin jurisdicción, limitados a funciones sacramentales como ordenar sacerdotes, administrar la Confirmación y consagrar iglesias y objetos sagrados.
Una realidad distinta a la de 1988
A diferencia de finales del siglo XX, la FSSPX ya no es un grupo reducido y frágil, sino un amplio cuerpo sacerdotal con presencia global. Sin embargo, su situación canónica irregular no puede suplir indefinidamente la falta de claridad jurídica.
Más allá de la polémica teológica, la cuestión de los nuevos obispos responde a una necesidad objetiva de supervivencia. Sin sucesión apostólica funcional, la Fraternidad no puede sostener su vida sacramental ni su crecimiento.
Si Roma concederá o no un mandato episcopal sigue siendo una incógnita. La Fraternidad, por su parte, insiste en que se considera parte de la Iglesia, aunque sin reconocimiento jurídico formal, y entiende que ello le da derecho a una estructura episcopal coherente con su espiritualidad y misión.
