El 18 de diciembre de 2023, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF), con el cardenal Fernández a la cabeza, publicó la declaración Fiducia supplicans, aprobada y firmada por Francisco. La iniciativa surgió tras consultas y reflexiones internas, incluyendo el aporte de expertos y discusiones con el Santo Padre, en respuesta a preguntas formales e informales sobre la posibilidad de bendecir a parejas en situaciones consideradas irregulares, como parejas del mismo sexo o divorciados vueltos a casar
Han pasado dos años y lejos de apaciguar tensiones pastorales, el texto ha provocado una de las mayores fracturas internas en la Iglesia de las últimas décadas, con reacciones de rechazo explícito por parte de obispos y conferencias episcopales de todo el mundo y una confusión persistente entre los fieles.
El documento, presentado oficialmente como una “aclaración pastoral” sobre el sentido de las bendiciones, introdujo la posibilidad de bendecir —de forma no litúrgica y no ritualizada— a parejas en situación irregular y a parejas del mismo sexo, siempre que dichas bendiciones no se interpreten como una validación de la unión ni se asemejen al matrimonio sacramental. Esa distinción, central en el texto, ha sido precisamente el núcleo del conflicto.
Un texto nacido entre ambigüedades
Fiducia supplicans llegó tras tensiones doctrinales y pastorales que ya se venía gestando en el Sínodo de la Sinodalidad, especialmente desde sectores del episcopado europeo —con Alemania a la cabeza— que reclamaban un cambio explícito en la praxis de la Iglesia respecto a las parejas homosexuales. También fue precedida por las dubia presentadas por cinco cardenales en 2023, en las que se preguntaba directamente si era posible bendecir este tipo de uniones.
El Dicasterio optó por una fórmula ambigua: reiterar que la doctrina sobre el matrimonio no cambia, pero abrir la puerta a bendiciones “pastorales” a parejas objetivamente en situaciones contrarias a la moral católica. El texto afirma que no se bendice la unión, sino a las personas; una distinción que, en la práctica, ha demostrado ser imposible de sostener sin generar escándalo.
Sin embargo, el documento no puede entenderse como una respuesta inevitable a presiones externas ni como un gesto forzado por circunstancias ajenas al Vaticano. La responsabilidad del documento es clara, fue elaborado bajo la dirección de Fernández y aprobado por Francisco.
Reacciones inmediatas: rechazo global y entusiasmo progresista
La reacción fue inmediata. Apenas un día después de la publicación, los obispos de Kazajistán, encabezados por mons. Tomash Peta y mons. Athanasius Schneider, denunciaron el documento como “un gran engaño” contrario a la Revelación divina. En África, las conferencias episcopales de Nigeria, Malawi, Zambia, Camerún, Uganda y otros países prohibieron explícitamente a sus sacerdotes impartir este tipo de bendiciones, subrayando que eran incompatibles con la fe católica y con sus contextos culturales.
En Europa del Este, Polonia y Hungría rechazaron formalmente la aplicación de Fiducia supplicans. En América Latina, el cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, fue tajante: en su arquidiócesis no se bendecirán parejas del mismo sexo ni uniones irregulares.
Frente a este rechazo mayoritario fuera de Occidente, algunos episcopados europeos celebraron el documento. En Austria, su presidente episcopal llegó a afirmar que los sacerdotes deberían sentirse “obligados” a impartir estas bendiciones. En Estados Unidos, figuras como el cardenal Blase Cupich lo saludaron como “un paso adelante”, aunque la Conferencia Episcopal insistió en que la doctrina no había cambiado.
Aclaraciones de Roma… y más confusión
Ante la magnitud de la polémica, el DDF publicó en enero de 2024 un comunicado insistiendo en que Fiducia supplicans no modifica la enseñanza de la Iglesia y recordando que sigue vigente el Responsum de 2021 que negaba la posibilidad de bendecir uniones homosexuales.
Francisco y Tucho tuvieron que emplearse a fondo en entrevistas y alocuciones para re-interpretar su propia declaración. Días después, el Papa explicaba en una entrevista que “nadie se escandaliza si doy una bendición a un empresario que explota gente – y eso es un pecado gravísimo –; en cambio se escandalizan si la doy a un homosexual. ¡Eso es hipocresía!”. Insistió: “Yo no bendigo un ‘matrimonio homosexual’; bendigo a dos personas que se quieren”. Con este ejemplo, Francisco defendía la lógica de Fiducia supplicans – bendecir al pecador que busca a Dios, no la estructura de pecado – y tachaba de hipócritas a quienes se oponen a bendecir a homosexuales pero toleran bendiciones a otros pecadores públicos.
Lejos de resolver el problema, estas aclaraciones reforzaron la percepción de ambigüedad. Si un documento papal permite algo que muchos obispos consideran imposible de aplicar sin traicionar la doctrina, la consecuencia inevitable es la fragmentación.
El cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito del Dicasterio, fue uno de los críticos más contundentes. Denunció que Fiducia supplicans profundiza la confusión doctrinal y supone una cesión ante la ideología LGBT, advirtiendo que la misión de la Iglesia no es “abaratar la gracia” ni oscurecer la enseñanza de Cristo con distinciones sofísticas.
Dos años después
A dos años de su publicación, el balance sigue siendo confusión, ambigüedad y fragmentación. En la práctica, Fiducia supplicans no ha generado una praxis universal, sino un mapa eclesial fragmentado. Se ha convertido en un texto que pretende ser pastoral, pero que termina debilitando la claridad doctrinal, erosionando la unidad eclesial y generando un camino alternativo que ha ido tomando más fuerza: la consolidación de una Conferencia Sinodal en Alamania, la peregrinación LGBT en Roma y un sinnúmero de interpretaciones según la «inspiración pastoral» de cada sacerdote.
