Estos días se celebra en Buenos Aires un foro internacional de mujeres que denuncian haber sido sometidas a condiciones de explotación laboral y servidumbre en el seno del Opus Dei. El encuentro, organizado por la red internacional Ending Clergy Abuse, reúne a exnumerarias auxiliares y a otras mujeres vinculadas a tareas domésticas dentro de la prelatura, procedentes de varios países de América Latina y Europa.
Se trata de la primera reunión pública y coordinada a nivel internacional de denunciantes que comparten un patrón común en sus testimonios: haber sido captadas siendo menores de edad o muy jóvenes, en contextos de vulnerabilidad social, bajo la promesa de educación o promoción personal, para terminar desempeñando durante años labores domésticas intensivas sin salario, sin titulación y bajo un régimen de control estricto de su vida personal.
El objetivo declarado del foro es dar visibilidad pública a los testimonios, compartir experiencias, coordinar estrategias legales y reclamar una respuesta institucional tanto en el ámbito civil como en el eclesial.
Una causa penal abierta por presunta trata y explotación
El encuentro se produce mientras continúa abierta en Argentina una investigación penal por presuntos delitos de trata de personas, reducción a la servidumbre y explotación laboral. La causa, iniciada a partir de denuncias presentadas por 43 mujeres en 2021, investiga hechos ocurridos entre las décadas de 1970 y 2015 en estructuras vinculadas al Opus Dei en Sudamérica.
Según consta en la causa judicial, las denunciantes afirman que su vida quedó orientada casi exclusivamente al trabajo doméstico en residencias masculinas de la institución, sin remuneración, con severas restricciones a la comunicación con sus familias y bajo una obediencia interna que afectaba incluso a decisiones básicas de la vida cotidiana. El procedimiento sigue su curso, aunque se ha visto ralentizado por diversas incidencias procesales.
La respuesta institucional del Opus Dei
El Opus Dei ha rechazado de forma categórica las acusaciones, calificándolas como una tergiversación mediática de reclamaciones laborales y previsionales, y ha subrayado la necesidad de respetar el debido proceso y la presunción de inocencia. La prelatura sostiene que colaborará con la justicia y que las personas implicadas deben poder ofrecer su versión de los hechos.
Al mismo tiempo, desde la institución se insiste en que las denunciantes actuaron libremente y que las condiciones descritas no se corresponden con la realidad de la vida interna del Opus Dei.
Coincidencia con la revisión estatutaria en Roma
La reunión de Buenos Aires coincide con un momento particularmente sensible en la vida institucional del Opus Dei, cuando la Santa Sede se encuentra examinando sus nuevos estatutos tras la reforma impulsada en 2022, que modificó su encaje jurídico y su relación con la Curia romana.
Esta coincidencia temporal refuerza la percepción de que el caso no se limita a un conflicto local o judicial, sino que plantea cuestiones de mayor alcance sobre determinadas estructuras internas y su adecuación al derecho canónico y a la praxis eclesial contemporánea.
El problema no resuelto de los laicos consagrados tras el Concilio
Más allá del caso concreto, los testimonios vuelven a poner sobre la mesa un problema más amplio y transversal en la Iglesia: el desarrollo insuficientemente delimitado de la figura de los llamados laicos consagrados, especialmente en el periodo posterior al Concilio Vaticano II.
No se trata de una realidad creada ex novo por el posconcilio, pero sí de una forma de vida cuya expansión, legitimación práctica y consolidación institucional se ha producido en gran medida en la Iglesia postconciliar, a menudo sin una clarificación jurídica y antropológica proporcional a las exigencias que se imponen a quienes la asumen.
Estas personas no son religiosas en sentido estricto, pues no emiten votos públicos ni pertenecen a institutos de vida consagrada, pero tampoco viven como laicos ordinarios. En muchos movimientos y realidades eclesiales, su vida implica una entrega total, obediencia interna, residencia en centros institucionales, ausencia de autonomía económica y una regulación minuciosa de la vida cotidiana que, en la práctica, se aproxima mucho más a la vida religiosa clásica que al laicado secular.
Una cuestión transversal a muchos movimientos eclesiales
Este modelo intermedio, poco definido y escasamente regulado, no es exclusivo del Opus Dei, sino que atraviesa a numerosos movimientos, asociaciones y realidades surgidas o desarrolladas con fuerza tras el Concilio. En muchos casos, ha sido promovido con buena intención, bajo el lenguaje de la vocación, la libertad y la entrega generosa, pero sin establecer límites claros, garantías objetivas ni mecanismos eficaces de protección para las personas más vulnerables.
La experiencia acumulada en las últimas décadas muestra que, cuando se combina una entrega radical con una obediencia sin estatuto jurídico preciso y una renuncia económica sin las garantías propias de la vida consagrada tradicional, se genera un terreno propicio para abusos de poder, de conciencia y, en algunos casos, de carácter laboral o personal.
¿Es momento de replantear esta figura?
Los testimonios escuchados en Buenos Aires no se presentan como un ataque a la Iglesia ni como una negación de la vida consagrada. Muchas de las mujeres siguen considerándose creyentes y reclaman ser escuchadas dentro de la comunidad eclesial.
El debate que se abre no exige asumir sin más los marcos ideológicos de determinados medios internacionales, pero sí invita a una reflexión seria y serena sobre si la figura del laico consagrado, tal como se ha desarrollado en la Iglesia postconciliar, necesita una revisión profunda. Revisar límites, formas de funcionamiento, garantías jurídicas y criterios antropológicos no debilita a la Iglesia, sino que la fortalece.
Si determinadas estructuras generan de forma reiterada heridas humanas profundas, el problema no puede reducirse siempre a errores individuales. En juego está la coherencia interna de realidades que han sido presentadas durante décadas como paradigmas de fidelidad y entrega. Porque la santidad no necesita zonas grises jurídicas ni ambigüedades estructurales. Y porque la Iglesia no puede seguir posponiendo una reflexión que afecta al bien concreto de las personas que dicen haberlo entregado todo a ella.
