Mons. D’Ercole: «la verdad que salva exige amor, sacrificio y fidelidad hasta el final»

Mons. D’Ercole: «la verdad que salva exige amor, sacrificio y fidelidad hasta el final»

El obispo italiano,  Mons. Giovanni D’Ercole, quien renunció en 2020 a su diócesis y para retirarse a la vida monacal en Marruecos, ha reflexionado durante años sobre el martirio, la centralidad de Cristo y el testimonio cristiano en sociedades cada vez más hostiles a la fe. En una entrevista concedida a La Nuova Bussola Quotidiana, con motivo de la publicación de su libro «El león que es cordero. En busca de la Verdad que salva», el prelado ofrece unaprofunda reflexión sobre la crisis cultural contemporánea, el testimonio de los mártires y el papel de la Iglesia en una sociedad que ataca abiertamente la vida, la familia y la fe cristiana.

«He comprendido que la Verdad, para que pueda salvar de verdad, no puede ser un león que ataca, sino que debe convertirse en un cordero que se inmola haciéndose amor.»

Partiendo del capítulo quinto del Apocalipsis, donde el León de Judá se revela como Cordero inmolado, D’Ercole explica que la verdad cristiana no se impone por la fuerza ni por la confrontación agresiva, sino que se manifiesta plenamente cuando se hace amor sacrificado. Sin esta dimensión, advierte, la verdad se vacía de contenido y pierde su capacidad de transformar al hombre y a la sociedad.

El martirio como clave de lectura del presente

El obispo subraya que su libro nace en buena parte durante los años que pasó en Marruecos, acompañando al último testigo de los monjes de Tibhirine, asesinados en Argelia en 1996. Para D’Ercole, su decisión de permanecer junto al pueblo musulmán, aun sabiendo el riesgo que corrían, es una de las expresiones más claras de que la verdad se proclama ante todo con la propia vida.

«Donde no se está dispuesto a dar la vida por la Verdad, significa que esa verdad ni siquiera ha entrado en el umbral de nuestro pensamiento.»

El martirio —ya sea el derramamiento de sangre o la fidelidad perseverante en medio de la persecución— sigue siendo hoy una llamada directa a una humanidad que habla mucho de verdad, pero rara vez está dispuesta a asumir sus consecuencias.

Una sociedad herida y una misión ineludible

Mons. D’Ercole no elude los grandes desafíos contemporáneos: aborto, eutanasia, ideología de género, crisis de la familia, transhumanismo e inteligencia artificial. Frente a ellos, rechaza tanto el catastrofismo como la ingenuidad. La historia, recuerda, está siempre en manos de Dios, pero eso no exime a los cristianos de su responsabilidad personal.

«Dios sigue teniendo las riendas de este mundo y espera que cada uno de nosotros haga su parte, convirtiéndose en constructor —y no en juez— de su Reino.»

Cada bautizado —y de modo particular los pastores— está llamado a ser constructor del mundo de Dios, no juez, dando testimonio de la Verdad sobre la vida y la familia, aunque ello tenga un coste personal. Para el obispo, estas mismas crisis son un signo de que el cristiano no puede delegar su misión ni refugiarse en la pasividad.

Cansancio pastoral y falsa innovación

En el ámbito eclesial, D’Ercole identifica dos “virus” especialmente dañinos: el cansancio pastoral y una innovación desconectada de la vida espiritual, reducida a fórmulas abstractas y proyectos sin alma. Sin entrar en juicios personales, reconoce las enormes dificultades que afrontan hoy los obispos, pero insiste en que el verdadero renovador de la Iglesia es Dios, no los planes pastorales.

«Existe un cansancio pastoral real y una innovación desconectada de la vida espiritual, hecha de fórmulas abstractas que no llegan al corazón de la gente.»

La clave, afirma, es la oración. Solo desde una vida espiritual profunda es posible leer la realidad con los ojos de Dios, superar la fatiga interior y recuperar una mirada de esperanza, incluso en medio de problemas reales y persistentes.

Cristo en el centro y esperanza para la Iglesia

Preguntado por el pontificado de León XIV, D’Ercole destaca tres rasgos fundamentales: la recuperación de la centralidad de Cristo, la ausencia de protagonismo personal y la serenidad con la que el Papa ejerce su misión. A su juicio, este estilo ayuda a la Iglesia a volver a lo esencial y a no dejarse arrastrar por ideologías o por el activismo vacío.

El obispo concluye señalando que su búsqueda personal de la verdad lo condujo de nuevo al corazón de la fe: la Eucaristía. En el silencio de la Hostia consagrada, afirma, se encuentra el secreto de la verdadera victoria y de la felicidad humana. Frente a una Eucaristía a veces banalizada, ve surgir un movimiento silencioso de adoración y reverencia que anticipa una renovación auténtica.

Para Mons. Giovanni D’Ercole, la respuesta última a la crisis contemporánea no es una estrategia ni una reforma estructural, sino un retorno sincero a Cristo presente en la Eucaristía, fuente de una humanidad nueva que ya está siendo reconstruida desde dentro.

«Buscando la Verdad me encontré con la Eucaristía, y comprendí que en el silencio de una Hostia inmaculada está el secreto de la victoria.»

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