Fuertes rumores situán a Ronald Hicks como nuevo arzobispo de Nueva York

Fuertes rumores situán a Ronald Hicks como nuevo arzobispo de Nueva York

En las últimas horas han cobrado fuerza en Estados Unidos los rumores que sitúan a monseñor Ronald A. Hicks, actual obispo de Joliet (Illinois), como uno de los nombres considerados para ocupar la archidiócesis de Nueva York. La información fue adelantada ayer por Religión Digital y ha sido posteriormente avalada por fuentes estadounidenses, lo que ha dado mayor consistencia a una posibilidad que, por el momento, no ha sido confirmada oficialmente por la Santa Sede.

La eventual designación de Hicks ha generado reacciones encontradas. Por un lado, en determinados sectores eclesiales ha despertado temores, al tratarse de un obispo formado y promovido en la órbita del cardenal Blase Cupich, figura destacada del ala más progresista del episcopado estadounidense. Hicks fue vicario general de la archidiócesis de Chicago y posteriormente obispo auxiliar bajo el gobierno de Cupich, una circunstancia que ha llevado a algunos a interpretarlo, de manera automática, como un posible continuador de esa línea.

Sin embargo, los testimonios directos de fieles de su diócesis de Joliet, expresados en redes sociales y espacios católicos estadounidenses en las últimas horas, dibujan un perfil sensiblemente distinto al del cardenal de Chicago. Quienes conocen de cerca su gobierno pastoral subrayan un episcopado marcado no por el activismo ideológico, sino por la escucha, los jóvenes, la centralidad de la Eucaristía, la promoción de la adoración al Santísimo y una considerable reverencia litúrgica.

Desde su llegada a Joliet en 2020, monseñor Hicks ha impulsado procesiones eucarísticas, celebraciones solemnes del Corpus Christi y la apertura de espacios de adoración prolongada, integrándose de manera activa en el Renacimiento Eucarístico Nacional promovido por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Su participación en el Congreso Eucarístico Nacional de Indianápolis en 2024 reforzó esta imagen de obispo centrado en la vida sacramental como eje de la renovación eclesial.

También en el ámbito litúrgico, los fieles destacan su aplicación prudente y no rupturista de Traditionis custodes. En la diócesis de Joliet, las comunidades vinculadas a la Misa Tradicional en latín han podido continuar su vida ordinaria sin medidas drásticas, una actitud que contrasta con la línea seguida en otras diócesis gobernadas por prelados de una generación previa, más hostiles a todo lo que suene a Tradición.

Este contraste entre la percepción externa, basada en su trayectoria en Chicago, y la experiencia concreta de su episcopado en Joliet es uno de los elementos que más se repite en los comentarios surgidos tras la publicación de los rumores. Para muchos fieles, Hicks no encaja en la categoría de obispo ideológicamente alineado, sino en la de un pastor que ha optado por reforzar la vida eucarística como punto de unidad en un contexto eclesial polarizado.

Lo que estaría en juego

De confirmarse el nombramiento de monseñor Ronald A. Hicks para la archidiócesis de Nueva York, estaríamos ante la decisión episcopal más relevante del pontificado de León XIV hasta la fecha. No solo por el peso simbólico y real de la sede neoyorquina, sino porque permitiría constatar con mayor nitidez cuál es el arquetipo de episcopado que el Papa entiende como necesario para esta etapa: perfiles reverentes, con el Santísimo en el centro, preocupados por la liturgia y capaces de conducir gestiones pacíficas y de unidad, aunque sin una profundidad doctrinal inmensa ni el brillo intelectual de otros tiempos.

Son, en ocasiones, perfiles algo conniventes con un mensaje políticamente correcto y con un tono blando ante las cuestiones mundanas. Pero, a diferencia de la generación de Cupich y del periodo de Francisco, no comparten una obsesión malsana por desmantelar la liturgia. Y esto no es menor: porque la liturgia no es un accesorio, ni un campo de experimentación, sino el lugar donde la Iglesia se reconoce a sí misma, adora y recibe lo que no puede darse: a Cristo en la Eucaristía.

Estos perfiles, sin ser perfectos ni responder a todas las expectativas, podrían abrir un relevo generacional diferente, empezando a dejar atrás una Iglesia que, durante demasiado tiempo, abandonó a su suerte el centro que cohesiona la fe. Nueva York, por su visibilidad y su peso en la Iglesia estadounidense y universal, se convertiría así en un termómetro decisivo para medir si León XIV apuesta por una renovación que pase menos por consignas y más por la reverencia, la adoración y la unidad en torno al altar.

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