El último pretendiente carlista vive incapacitado en un asilo tutelado por el Estado francés

El último pretendiente carlista vive incapacitado en un asilo tutelado por el Estado francés

El carlismo, ese movimiento tradicionalista que durante más de un siglo disputó la sucesión dinástica española, podría estar llegando a un epílogo triste y desconcertante. Don Sixto Enrique de Borbón Parma, último abanderado de esta corriente, pasa sus días en una residencia de ancianos en Francia, bajo la tutela legal del Estado galo, en una situación que mezcla confusión y nostalgia por un ideal político que se resiste a desaparecer.

Un movimiento fundamental para entender España

El carlismo nació en el siglo XIX como respuesta al liberalismo español y a la sucesión disputada tras la muerte de Fernando VII. Defendía la monarquía tradicional, los fueros regionales y un modelo social católico. A lo largo de décadas, fue mucho más que un partido político: representó una visión de Las Españas, marcada por la devoción al orden y la legitimidad dinástica. Sin embargo, con la muerte de Alfonso Carlos de Borbón en 1936, último sucesor directo de la línea principal, la cuestión sucesoria se volvió compleja. El propio Alfonso Carlos instituyó una regencia en Don Javier de Borbón Parma para garantizar la continuidad del movimiento, dejando la puerta abierta a futuros disputas sobre la legitimidad.

En este contexto, los hijos de Don Javier, Don Sixto y su hermano Carlos Hugo se convirtieron en figuras clave y enfrentadas. Carlos Hugo, al frente de una rama del carlismo desde los años 70, buscó integrarse en el caótico mundo post-68, acercando al partido Carlista a propuestas socialistas autogestionarias y alianzas con sectores de izquierda, lo que dividió profundamente al movimiento. Don Sixto, en cambio, mantuvo un perfil más tradicional y discreto, centrado en la legitimidad dinástica y en la defensa de los principios históricos del carlismo.

La incapacidad y la división interna

El final de Don Sixto está desatando una inesperada crisis adicional dentro del carlismo. Tras ser diagnosticado con una enfermedad degenerativa que afectó gravemente su capacidad cognitiva, se vio obligado a abandonar su castillo de Lignières y vivir bajo tutela judicial en Francia. La situación legal recayó en un abogado designado por el Estado francés, quien vela por sus intereses.

El problema es que parte del entorno de Don Sixto continuó difundiendo decisiones y comunicados en su nombre, pese a su incapacidad. Otros fieles, al visitarle, constataron que su estado le impedía tomar decisiones sobre su sucesión o sobre la orientación de la Comunión Tradicionalista, lo que generó acusaciones de usurpación y ocultación de información. Según fuentes cercanas, esta situación ha provocado un desconcierto notable entre los seguidores: algunos se sienten traicionados, otros desorientados y la cohesión del movimiento pende de un hilo.

Carlos Javier: ¿la opción de reunificación?

En este escenario surge un posible puente hacia la unidad: Carlos Javier de Borbón Parma, sobrino de Don Sixto y actual pretendiente por la rama de Carlos Hugo. En una entrevista concedida a Vanitatis en marzo de 2025, reconoció haber visitado a su tío en la residencia, asegurándose de que sus condiciones de vida fueran óptimas:

“Sí. Cuando nos comunicaron que el Estado francés lo había incapacitado judicialmente y que estaba internado en una residencia de ancianos, en la familia nos hemos preocupado por asegurarnos de que sus condiciones de vida sean óptimas. Yo mismo, como Jefe de la Familia, he visitado a mi tío Sixto junto a mi hermano Jaime en la residencia para interesarnos por él. Fue un encuentro muy emotivo” (Vanitatis, marzo 2025).

La propuesta de Carlos Javier como referente de la Comunión Tradicionalista representaría un camino curioso de reunificación. Aunque su perfil es el de un holandés moderado y cortesano, cercano a instituciones conservadoras y distante de las polémicas ideológicas de su padre, puede ofrecer estabilidad. Esta opción, sin embargo, plantea un desafío: reconciliar a doctrinarios históricos cercanos a Don Sixto, que podrían sentir que el movimiento se diluye en manos de una figura menos comprometida con los principios tradicionales que defendió su tío.

Otras alternativas y perspectivas

Más allá de Carlos Javier, las alternativas son escasas y complicadas. Buscar otro pretendiente dentro del árbol Borbón-Parma implica riesgos de legitimidad y aceptación; considerar a alguien de la rama isabelina, como Luis Alfonso de Borbón – pretendiente al trono francés- supondría negociar renuncias y ajustes dinásticos. Por último, algunos sectores del carlismo podrían optar por declarar el trono vacante, siguiendo la doctrina de la CTC (Comunión Tradicionalista Carlista), que reconoce la legitimidad hasta Don Alfonso Carlos y se mantiene abierta al análisis de la situación de la sucesión dinástica.

Un epílogo gris y melancólico

La imagen de Don Sixto, aristócrata, viajero y bohemio, hoy tutelado por la ley y rodeado de recuerdos, refleja la trayectoria del carlismo: ideal grande en aspiración, fragmentado en ejecución y finalmente enfrentando la realidad de su tiempo. Sus últimos días condensan disputas, lealtades y nostalgia, ofreciendo una lección inevitable: la historia, incluso cuando se vive con orgullo y dramatismo, termina imponiendo su propio orden.

El carlismo, a través de la figura de Carlos Javier o de futuras decisiones, encara ahora un horizonte incierto, buscando reconciliar memoria e ideales con un mundo donde la legitimidad no se mide solo por sangre o derecho, sino también por capacidad de adaptarse y perdurar. La triste historia del último abanderado carlista no solo narra la decadencia de un movimiento, sino también la fragilidad de cualquier movimiento que se construya sobre la vil condición humana de cualquier sujeto concreto.

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