León XIV: «La Virgen María es modelo de silencio adorador»

León XIV: «La Virgen María es modelo de silencio adorador»

En el marco de las celebraciones previas a la Navidad, el papa León XIV recibió este 15 de diciembre en la Aula Pablo VI a los donantes del Belén y del árbol de Navidad del Vaticano, instalados tanto en la propia Aula como en la Plaza de San Pedro.

Durante la audiencia, el Pontífice agradeció las aportaciones artísticas y aprovechó la ocasión para subrayar el significado cristiano de estos símbolos.

Dejamos a continuación el mensaje completo de León XIV:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
¡la paz esté con vosotros!

Queridos hermanos y hermanas, hermanos y hermanas,

me alegra daros la bienvenida a todos vosotros, aquí reunidos para la presentación oficial del Belén y del Árbol que adornan la Plaza de San Pedro, así como del Nacimiento colocado en esta Aula.

Saludo a la Delegación de la Diócesis de Nocera Inferiore-Sarno, de donde procede el Belén: al Obispo Mons. Giuseppe Giudice, a las Autoridades civiles y a los distintos grupos eclesiales. Os agradezco esta obra artística que evoca elementos típicos de vuestro territorio, como el Baptisterio de Santa María Mayor de Nocera Superiore, la fuente Helvius de Sant’Egidio del Monte Albino y los característicos patios del Agro Nocerino-Sarnese. Son lugares habitados por san Alfonso María de Ligorio, por los Siervos de Dios don Enrico Smaldone y Alfonso Russo. Agradezco a las empresas implicadas, a los artesanos y a cuantos han ideado el proyecto y colaborado en su realización, buscando unir arte y espiritualidad en una escenografía que narra la fe y las raíces culturales de vuestra tierra.

A los peregrinos procedentes de todas las partes del mundo que acudirán a la Plaza de San Pedro, la escena de la Natividad les recordará que Dios se hace cercano a la humanidad, se hace uno de nosotros, entrando en nuestra historia con la pequeñez de un niño. En efecto, en la pobreza del establo de Belén contemplamos un misterio de humildad y de amor. Ante cada belén, también los realizados en nuestras casas, revivimos aquel Acontecimiento y redescubrimos la necesidad de buscar momentos de silencio y de oración en nuestra vida, para reencontrarnos a nosotros mismos y entrar en comunión con Dios.

La Virgen María es el modelo del silencio adorante. A diferencia de los pastores que, al regresar de Belén, glorifican a Dios y cuentan lo que habían visto y oído, la Madre de Jesús guarda todo en su corazón (cf. Lc 2,19). Su silencio no es un simple callar: es asombro y adoración.

Junto al Belén, se encuentra el abeto rojo procedente de los bosques de los municipios de Lagundo y de Ultimo, en la Diócesis de Bolzano-Bressanone. Saludo a la Delegación que viene de esa hermosa tierra: al Obispo Mons. Ivo Muser, a los Alcaldes, a las demás Autoridades y a las diversas agregaciones eclesiales y civiles. El árbol, con sus ramas siempre verdes, es signo de vida y evoca la esperanza que no decae ni siquiera en el frío del invierno. Las luces que lo adornan simbolizan a Cristo, luz del mundo, venido para disipar las tinieblas del pecado e iluminar nuestro camino. Además del gran abeto, de esas mismas localidades del Alto Adigio proceden los otros árboles de menor tamaño destinados a oficinas, lugares públicos y diversos ambientes de la Ciudad del Vaticano.

La representación de la Natividad, que permanecerá en esta Aula durante todo el período navideño, procede de Costa Rica y se titula Nacimiento Gaudium. Cada una de las veintiocho mil cintas de colores que decoran la escena representa una vida preservada del aborto gracias a la oración y al apoyo proporcionado por organizaciones católicas a muchas madres en dificultad. Agradezco a la artista costarricense que ha querido, junto al mensaje de paz de la Navidad, lanzar también un llamamiento para que se proteja la vida desde el momento de la concepción. Saludo a la Delegación de Costa Rica, en particular a la señora Signe Zeicate, Primera Dama de la República, con su hija, y al Embajador de Costa Rica ante la Santa Sede.

Queridos hermanos y hermanas, el Belén y el Árbol son signos de fe y de esperanza; mientras los contemplamos en nuestras casas, en las parroquias y en las plazas, pidamos al Señor que renueve en nosotros el don de la paz y de la fraternidad. Oremos por cuantos sufren a causa de la guerra y de la violencia; en particular hoy deseo encomendar al Señor a las víctimas de la masacre terrorista perpetrada ayer en Sídney contra la comunidad judía. ¡Basta ya de estas formas de violencia antisemita! Debemos eliminar el odio de nuestros corazones.

Dejemos que la ternura del Niño Jesús ilumine nuestra vida. Dejemos que el amor de Dios, como las ramas de un árbol siempre verde, permanezca vivo en nosotros. Renuevo mi gratitud a todos vosotros, así como a la Dirección de Infraestructuras y Servicios del Gobernatorato por su generoso compromiso y, mientras invoco la materna protección de María Santísima sobre vosotros y vuestras familias, de corazón os imparto la bendición apostólica.

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