La diócesis italiana de Chiavari ha publicado un folleto en el que se presentan parejas homosexuales y uniones civiles de divorciados como expresiones legítimas de “familia cristiana”. La iniciativa, impulsada desde la pastoral familiar diocesana, supone una abierta ruptura con la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.
El cuadernillo lleva por título Non c’è amore più grande (No hay amor más grande) y ha sido elaborado por el Servicio diocesano de pastoral familiar, dirigido por don Marco Torre. Según informa La Nuova Bussola Quotidiana, en la introducción se explica que el objetivo es “recoger historias de amor de nuestra diócesis”. Sin embargo, el criterio que articula la selección de testimonios no es la fidelidad al Evangelio ni la vivencia del sacramento del matrimonio, sino una noción subjetiva y sentimental del amor, desligada de la moral cristiana.
El “amor” como criterio absoluto
Lejos de proponer modelos de vida conyugal orientados a la santidad —como la fidelidad matrimonial, la apertura a la vida o la perseverancia en la prueba—, el folleto da prioridad a situaciones que la Iglesia siempre ha considerado objetivamente desordenadas. La “imperfección”, presentada como valor pastoral, no se entiende aquí como debilidad humana en camino de conversión, sino como contradicción asumida y justificada frente a la doctrina.
Así, se equiparan sin distinción matrimonios sacramentales estables con parejas homosexuales, creyentes o no, y con divorciados vueltos a casar civilmente. Todo queda subsumido bajo una idea genérica de “amor”, repetida de forma insistente pero nunca definida a la luz de la verdad revelada.
Parejas homosexuales como ejemplo pastoral
Entre los testimonios destacados figura el de Marco y Michele, una pareja homosexual que convive y participa activamente en la vida parroquial. Ambos relatan lo positivo que resulta para ellos “vivir más libremente” su relación dentro de la comunidad eclesial y subrayan su implicación en coros y grupos parroquiales.
El espacio concedido a su historia no es anecdótico. El propio texto explicita el objetivo de “derribar los muros de división” que —según sus autores— han impedido la plena participación en la Iglesia de personas pertenecientes al ámbito de la “omoafectividad”. Un planteamiento que contradice no solo el Catecismo de la Iglesia Católica, sino también las advertencias formuladas en 1986 por el entonces cardenal Joseph Ratzinger sobre la presión ideológica de los grupos LGBT para cambiar la doctrina moral de la Iglesia.
Normalización de relaciones contrarias a la doctrina
El folleto incluye también el testimonio de Gianluca, un hombre homosexual cuyo compañero no es creyente y mantiene una actitud crítica hacia la Iglesia. Esta circunstancia, lejos de ser presentada como un obstáculo, se muestra como una experiencia enriquecedora y compatible con una vivencia plena de la fe y de la comunión eclesial.
En la misma línea, se recoge la historia de Alessandra y Luca, una pareja de divorziados unidos civilmente que recurre a una interpretación amplia de Amoris Laetitia (n. 297) para justificar su situación. Ambos reconocen haber “violado las reglas de Dios”, pero afirman hacerlo para comprender mejor su rostro, sin renunciar a la nueva unión que mantienen.
Silencio episcopal y antecedentes preocupantes
Hasta el momento, el obispo de Chiavari, monseñor Giampio Devasini, no se ha pronunciado públicamente sobre la publicación. No obstante, la diócesis cuenta con antecedentes que invitan a la preocupación. El propio don Marco Torre organizó hace dos años, en el seminario diocesano, iniciativas de temática LGBT en colaboración con la asociación Tenda di Gionata.
Además, en la localidad de Rapallo —perteneciente a la misma diócesis— se han promovido actividades vinculadas a asociaciones que organizan eventos sobre “salud sexual” desde dependencias parroquiales, según han denunciado medios italianos.
Una deriva pastoral que no parece accidental
La publicación de Non c’è amore più grande no puede interpretarse como un error aislado o un simple exceso pastoral. Se trata de una operación coherente con una línea que diluye progresivamente la noción cristiana de familia y presenta como plenamente integradas en la vida eclesial situaciones objetivamente contrarias a la moral católica.
Tras las vigilias contra la llamada “homofobia” y la normalización del lenguaje ideológico, el siguiente paso parece ser la aceptación práctica de las relaciones homosexuales y de las uniones irregulares como parte constitutiva de la familia cristiana, todo ello con el silencio —cuando no el consentimiento— de la autoridad episcopal.
