Riccardo Muti recibe el Premio Ratzinger

Riccardo Muti recibe el Premio Ratzinger

En la tarde del viernes 12 de diciembre, en el Aula Pablo VI del Vaticano, se celebró el tradicional Concierto de Navidad en presencia del Papa León XIV, dirigido por el maestro Riccardo Muti, quien recibió en esta ocasión el Premio Ratzinger. Al término del concierto, el Pontífice dirigió un discurso a los participantes en el que subrayó el valor espiritual, antropológico y educativo de la música, presentándola como una vía privilegiada para elevar el corazón humano hacia Dios y para promover la armonía frente a la división.

«Maestro Muti, su manera de interpretar la dirección, como arte de la escucha y de la responsabilidad, encuentra confirmación también en su natural inclinación hacia la formación», dijo el Pontífice.

En su discurso, León XIV evocó la figura de Benedicto XVI, recordando su convicción de que “la verdadera belleza hiere, abre el corazón y lo dilata”, y su manera de escuchar en la música una huella de la voz de Dios en el universo. El Papa subrayó la relación personal y artística que unió al entonces cardenal Joseph Ratzinger con Riccardo Muti a lo largo de los años, desde Salzburgo y Múnich hasta Roma, señalando que el galardón concedido es continuación de ese diálogo orientado al bien común y a la armonía.

Dejamos a continuación las palabras completas de León XIV: 

Queridos hermanos y hermanas:

Estoy muy agradecido por este Concierto, con ocasión de la Navidad del Señor. San Agustín, en su tratado sobre la música, la llama scientia bene modulandi, vinculándola al arte de guiar el corazón hacia Dios. La música es un camino privilegiado para comprender la altísima dignidad del ser humano y para confirmarlo en su vocación más auténtica.

Agradezco a las instituciones que han promovido esta iniciativa —el Dicasterio para la Cultura y la Educación y la Fundación Pontificia Gravissimum Educationis— y a todos aquellos que, de diversos modos, han hecho posible su realización.

Dirijo mi saludo al maestro Riccardo Muti, a quien hoy se le concede el Premio Ratzinger, signo de reconocimiento por una vida enteramente consagrada a la música, lugar de disciplina y de revelación. El Papa Benedicto XVI solía recordar que «la verdadera belleza hiere, abre el corazón y lo dilata», y en la música buscaba la voz de Dios en el universo. En este itinerario de búsqueda de la belleza, usted, querido Maestro, ha tenido ocasión de encontrarse en varias ocasiones con el cardenal Ratzinger, comenzando cuando él asistía a los conciertos en Salzburgo, en Múnich y después en Roma. En los años sucesivos, el Papa Benedicto participó en sus interpretaciones en el Aula Pablo VI, donde le entregó la Gran Cruz de San Gregorio Magno. El Premio que hoy recibe es la continuación de esa relación, de un diálogo abierto al misterio y orientado al bien común, a la armonía.

Esta responsabilidad ética del arte musical fue bien ilustrada por mi venerado predecesor, el Papa Francisco, que amaba la música y la escuchaba con gusto espiritual. La música, decía, «otorga a quien la cultiva una mirada sabia y serena, con la cual se superan más fácilmente divisiones y antagonismos, para estar —como los instrumentos de una orquesta o las voces de un coro— en sintonía, vigilando las desafinaciones y corrigiendo las disonancias, que también son útiles para la dinámica de las composiciones, siempre que se integren en un tejido armónico sabio». [1] Armonizar significa mantener unidas diferencias que podrían chocar, permitiéndoles generar una unidad superior. También el silencio contribuye a este propósito: no es ausencia, es preparación, porque en él se forma la posibilidad de la palabra, y en la pausa aflora la verdad.

Maestro Muti, su manera de interpretar la dirección, como arte de la escucha y de la responsabilidad, encuentra confirmación también en su natural inclinación hacia la formación. Lo demuestran su vínculo con los conservatorios italianos y la práctica de los «ensayos abiertos», ofrecidos como forma de compartir, donde cada gesto es un acto de confianza, una invitación más que una orden.

Resulta así particularmente coherente la concesión del Premio Ratzinger a quien ha sabido custodiar aquello que Benedicto XVI siempre consideró el corazón del arte: la posibilidad de hacer resonar, a través de la belleza, una chispa de la presencia de Dios.

Agradezco a la Orquesta Juvenil «Luigi Cherubini», cuya participación ha permitido dar voz al talento y a la creatividad juvenil, y al Coro «Guido Chigi Saracini» de la Catedral de Siena.

El Concierto de esta tarde es ocasión de sensibilización y de compromiso en el ámbito educativo: en el mundo, de hecho, millones de niños y niñas están excluidos de cualquier itinerario de escolarización. Por ello, saludo con esperanza el nacimiento del Observatorio sobre la desigualdad y el acceso universal a la educación, anunciado con ocasión del reciente Jubileo del Mundo Educativo. El Dicasterio para la Cultura y la Educación está reuniendo en torno a este proyecto a cuantos tienen en el corazón la educación de los jóvenes, comenzando por la Galileo Foundation, que ha manifestado su adhesión mediante el apoyo a esta velada y a los proyectos educativos de la Fundación Gravissimum Educationis.

Hermanas y hermanos, en la inminencia de la Santa Navidad, renuevo la invitación a perseverar en la oración para que Dios nos conceda el don de la paz. Sobre todos ustedes, y sobre cuantos han seguido el acto gracias a la conexión televisiva, invoco de corazón la bendición del Señor.

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