Carta abierta de un fiel ortodoxo al papa de Roma León XIV

Carta abierta de un fiel ortodoxo al papa de Roma León XIV

Su Santidad,

Con sentimientos de respeto hacia el trono de la Antigua Roma, que durante casi diez siglos fue fuente de irradiación espiritual (mencionó indicativamente a los Santísimos Papas Clemente I, León Magno, Gregorio Magno, Martín I, León III), me dirijo a usted con el deseo de expresar sinceramente todo aquello que algunos Primados Ortodoxos deberían haberle comunicado si fueran verdaderamente ortodoxos y no seguidores de la herejía del Ecumenismo. [1]

Sus recientes acciones hacia los Ortodoxos, y especialmente su decisión de recitar el Credo en Nicea sin la adición del Filioque, han sido interpretadas de dos maneras entre los Ortodoxos respecto a su propósito. Un grupo considera que se trata de un acto de impresión con fines de ganancia (sacrifica algo pequeño—la recitación sin el Filioque—para obtener lo máximo, aquello que preocupó intensamente a todos los Papas del segundo milenio: ser reconocido como Cabeza de la Iglesia universal). El otro grupo considera que en su persona, por fin, se ha encontrado a un Papa dispuesto a luchar con humildad y espíritu de arrepentimiento por el regreso de la Antigua Roma a la Iglesia del primer milenio.

Por supuesto, no soy conocedor de los corazones para saber sus intenciones y motivaciones profundas. Pero sé que si su propósito coincide con el de los otros Ecumenistas (es decir, alcanzar una “Unidad” en la cual la Verdad revelada se sacrifica en el altar de la política), o si insiste en el objetivo de sus predecesores del segundo milenio (alcanzar una “Unidad” con el Papa de Roma como Cabeza visible), entonces le rogamos ignorar esta Carta, declarando con su silencio sus intenciones, de la misma manera que yo declaro abiertamente la intención de miles de Ortodoxos de luchar hasta la muerte (la nuestra, no la de otros) para impedir esa mala “Unidad.” [2]

Pero si su propósito es noble y verdaderamente desea una Unidad basada en la Verdad, entonces le insto fervientemente a hacer una declaración pública de acuerdo con el Papa Gregorio Magno (+604) de que la Cabeza de toda la Iglesia (terrenal y celestial) es solamente Jesucristo y que todo Obispo que busca primacía y autoridad mundial sobre los demás Arcipastores se convierte en imitador de Lucifer y precursor del Anticristo. [3]

Como es evidente, después de una declaración de semejante magnitud—causa de inmensa alegría para nosotros los Ortodoxos—todas las demás innovaciones introducidas por sus predecesores en el segundo milenio (Filioque, pan ázimo, fuego purgatorial, etc.) deben ser examinadas ante un Concilio Ecuménico [4], el único competente para resolver lo que nos divide y proclamar la Unidad según Dios y en la Verdad.

En tal caso, tenga por seguro que una gran multitud de Ortodoxos se situará humildemente y con gratitud a su lado. Además, nos alegraría una declaración de perdón por todas las víctimas producidas por la violencia religiosa de su Iglesia contra nuestros antepasados, recordando especialmente al Gran Mártir de la Verdadera Fe, el Patriarca de Constantinopla Cirilo Lukaris (+1638).

La presente carta abierta debe entenderse como un llamamiento de auténtico interés, con la esperanza de que comprenda que aceptar la exhortación anterior de un humilde creyente no constituirá de ninguna manera una humillante concesión, sino un valiente Retorno al fundamento común que nos une—un acto por el cual su nombre será exaltado por encima de todos sus predecesores, según las infalibles palabras del Señor: «El que se humilla será exaltado» [5].

Deseo desde lo profundo de mi corazón que la Cabeza de la Iglesia, nuestro Gran Sumo Sacerdote, el Señor Jesucristo, lo ilumine para obrar lo necesario para la alegría de todos los cristianos.

Con el amor debido a todos en Cristo y con especial honor,

 

Nikolaos Mannis

Maestro y escritor eclesiástico

 

[1] Por “Ecumenismo” aquí se entiende la herejía eclesiológica según la cual la “Unidad de las Iglesias” es considerada superior a la Verdad revelada.

[2] «Por tanto, es posible dividirse de buena manera, y es posible estar unidos de mala manera.» (San Juan Crisóstomo, Homilía 57 sobre el Evangelio de Juan, PG 59, 314).

[3] Gregorio Magno, Epistolario, Libro V (Cartas 18, 20, 21 y 43), Libro VII (Carta 33), Libro VIII (Carta 30).

[4] En el cual, sin embargo, los Padres participantes deben poder expresar libremente su opinión y no bajo presión de factores externos, como ocurrió, por ejemplo, en Ferrara/Florencia.

[5] Lucas 14:11.

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