El Papa pide a los eurodiputados conservadores defender las raíces «judeocristianas» de Europa

El Papa pide a los eurodiputados conservadores defender las raíces «judeocristianas» de Europa

Esta mañana, León XIV recibió en el Palacio Apostólico del Vaticano a una delegación del Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) del Parlamento Europeo. Durante el encuentro, el Santo Padre dirigió un discurso en el que abordó el papel de los representantes electos, la importancia del diálogo respetuoso en la vida pública y el valor de las raíces judeocristianas en la identidad europea. También subrayó la necesidad de proteger la dignidad humana y de mantener un diálogo fecundo entre razón y fe en la construcción del bien común.

Dejamos a continuación el mensaje completo de León XIV:

Buenos días a todos, y bienvenidos al Vaticano.

Me complace tener esta oportunidad de saludar a su Delegación con motivo de su participación en la Conferencia del Grupo ECR que se celebra estos días aquí en Roma.

En primer lugar, quisiera agradecerles su labor al servicio no solo de aquellos a quienes representan en el Parlamento Europeo, sino de todas las personas de sus comunidades. De hecho, desempeñar cualquier cargo elevado en la sociedad conlleva la responsabilidad de promover el bien común. Por ello, los animo especialmente a no perder nunca de vista a los olvidados, a los que están en los márgenes, a aquellos a quienes Jesucristo llamó “los más pequeños” entre nosotros (cf. Lc 9,48).

Como representantes elegidos democráticamente, ustedes reflejan una serie de puntos de vista que forman parte de un espectro más amplio de opiniones diversas. En efecto, uno de los fines esenciales de un parlamento es permitir que tales puntos de vista se expresen y debatan. Sin embargo, el signo de toda sociedad civilizada es que las diferencias se discutan con cortesía y respeto, pues la capacidad de discrepar, escuchar atentamente e incluso entablar diálogo con aquellos a quienes podemos considerar adversarios, da testimonio de nuestra reverencia por la dignidad de todos los hombres y mujeres, otorgada por Dios. Los invito, entonces, a mirar a santo Tomás Moro, patrono de los políticos, cuya sabiduría, valentía y defensa de la conciencia son una inspiración atemporal para quienes buscan promover el bienestar de la sociedad.

En este sentido, hago mío el llamamiento de mis recientes predecesores: la identidad europea solo puede comprenderse y promoverse en referencia a sus raíces judeocristianas. Proteger la herencia religiosa de este continente no consiste simplemente en salvaguardar los derechos de las comunidades cristianas, ni se trata principalmente de preservar determinadas costumbres o tradiciones sociales, que en cualquier caso varían de un lugar a otro y a lo largo de la historia. Es, ante todo, un reconocimiento de un hecho. Además, todos se benefician de la contribución que los miembros de las comunidades cristianas han hecho y siguen haciendo para el bien de la sociedad europea. Basta recordar algunos de los grandes desarrollos de la civilización occidental, especialmente los tesoros culturales de sus imponentes catedrales, su arte y música sublimes, y los avances científicos, sin mencionar el crecimiento y expansión de las universidades. Estos desarrollos crean un vínculo intrínseco entre cristianismo e historia europea, una historia que debe ser apreciada y celebrada.

Pienso, de modo particular, en los ricos principios éticos y en los modos de pensamiento que constituyen el patrimonio intelectual de la Europa cristiana. Estos son esenciales para salvaguardar los derechos otorgados por Dios y el valor inherente de toda persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Son igualmente fundamentales para responder a los desafíos que plantean la pobreza, la exclusión social, la privación económica, así como la actual crisis climática, la violencia y la guerra. Asegurar que la voz de la Iglesia —especialmente a través de su doctrina social— siga siendo escuchada no consiste en restaurar una época pasada, sino en garantizar que no se pierdan recursos clave para la cooperación e integración futuras.

Quisiera reiterar aquí la importancia de lo que el papa Benedicto XVI señaló como el necesario diálogo entre “el mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de la creencia religiosa”. En efecto, esta conversación pública, en la que los políticos desempeñan un papel muy significativo, es vital para respetar la competencia específica de cada uno, así como para aportar lo que el otro necesita, a saber, una función mutuamente “purificadora” que garantice que ninguno caiga en distorsiones. Mi oración es que ustedes aporten su parte participando positivamente en este importante diálogo, no solo por el bien de los pueblos de Europa, sino de toda la familia humana.

Con estos breves pensamientos, les aseguro un recuerdo en mis oraciones, e invoco sobre ustedes y sus familias la bendición de Dios, con sabiduría, alegría y paz. Gracias.

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