Por su interés informativo relativo a los audios desvelados por Infovaticana en los que Jordi Bertomeu condicionaba la colaboración del Vaticano con el FBI a una serie de pagos a diócesis y víctimas, reproducimos íntegramente la carta abierta de Gonzalo Flores Santana.
Monseñor:
Los hechos revelados por el portal Infovaticana, que incluyen un audio que fue entregado sin mi conocimiento y cuya difusión fue hecha sin mi consentimiento, así como los señalamientos infundados contra mí, provenientes de personas de su entorno, me obligan a dirigirle esta carta. Me parece importante que se conozca la ingrata experiencia que viví durante nuestra reunión de febrero de este año, así como la denuncia que, por ello, presenté contra usted en el fuero canónico.
Mi ejercicio profesional me ha orientado al asesoramiento de instituciones religiosas y entidades civiles no lucrativas. Una de ellas fue la Conferencia Episcopal Peruana, de la cual fui asesor externo desde el año 2006 hasta el 2018. Este servicio profesional, sumado a mi compromiso católico, lo brindé buscando siempre la justicia y el mayor bien de la Iglesia, sin haber recibido nunca un cuestionamiento sobre mi desempeño.
En enero del presente año usted se dirigió a los obispos del Perú reunidos en su asamblea anual. En esa reunión, hizo graves –y absolutamente falsas– acusaciones sobre mi trabajo como asesor de dicha entidad. Sus agravios nunca fueron respaldados con pruebas, y, tampoco me pidió mi versión de los hechos, tal como lo exige la justicia, el derecho y la caridad evangélica (ver Mt 18,15-17). Con ello, además, vulneró mi derecho a la buena honra y a hacer los descargos correspondientes. Lamentablemente, he tomado conocimiento de que este modo de proceder lo habría realizado también con otras personas.
En febrero de 2025, una persona allegada a usted, miembro de la jerarquía eclesiástica de mi país, me pidió que me reuniera con usted. Esta persona me manifestó que la reunión serviría para evitar que me incluyeran en una supuesta denuncia contra miembros del Sodalicio de Vida Cristiana y representantes de otras instituciones civiles y eclesiales. Fui enfático en manifestarle que si yo accedía a esa reunión no era para buscar ningún privilegio o beneficio personal, sino para confrontarlo y dejarle claro que nunca fui autor, encubridor o testigo de ningún acto de corrupción y aclarar así las falsas y graves acusaciones que usted había hecho en mi contra ante los obispos de la Iglesia en el Perú.
Fui a dicha reunión sabiendo, por el testimonio verosímil y probado de otras personas, que usted había cometido abusos de poder. Conocí de varios casos en los que amenazó, presionó, acusó sin fundamento, intentó forzar a su interlocutor a claudicar, a sabiendas de su inocencia. Lamentablemente, eran muchos los casos que daban cuenta de que parecería no importarle dañar honras, conculcar derechos y violar procedimientos con tal de conseguir su objetivo. Por esa razón decidí grabar la conversación que sostuvimos, amparado en la ley, la jurisprudencia nacional e internacional y en un principio moral elemental que era protegerme de una amenaza, abuso o de cualquier acto ilícito que usted pudiere realizar en contra mía.
No me equivoqué. Lo que yo suponía acabó ocurriendo durante la reunión que sostuvimos: un acto de intimidación y de abuso de poder, aprovechando su cargo en la Santa Sede y su nombramiento por el Papa como liquidador del Sodalicio de Vida Cristiana –antes de la supresión formal de este–. Me dijo que las autoridades norteamericanas estaban investigando un caso de lavado de activos a gran escala y enfatizó que este caso “salpicaría” a terceros, que habría daños colaterales: yo sería uno de ellos, así como obispos y otros más. “Ayúdeme”, me dijo, a hacerles entender a las autoridades de ciertas instituciones civiles que lo mejor es que transfirieran su patrimonio al Sodalicio y, de esa manera, usted como liquidador pueda disponer luego de mayor patrimonio, una vez consumada la supresión del Sodalicio.
De lograrse la transferencia propuesta, usted me ofreció que la Santa Sede se encargaría de informarle al FBI y a la Fiscalía de los Estados Unidos que se trató de irregularidades económicas que fueron subsanadas. Es decir, sin vergüenza alguna, me aseguraba el compromiso de la Iglesia de “encubrir” un supuesto delito de lavado de activos ante las autoridades norteamericanas, si es que usted tomaba el control de bienes que pertenecían a instituciones civiles que no eran parte del Sodalicio.
Pero, más allá de esa inmoral e ilegal propuesta, lo cierto es que usted me estaba manipulando con una mentira, pues no existía, ni existe una investigación en los Estados Unidos por un supuesto lavado de activos a gran escala.
En suma: me buscó para que “lo ayude”, me ofreció “un trato” inmoral, buscando que sea su cómplice, y utilizó una información falsa para presionarme, amenazándome con incluirme en una denuncia si no lo hacía. Apostó a que yo aceptaría su propuesta por el temor de verme involucrado en un caso penal de grandes proporciones que, a la postre se supo, nunca existió.
Usted se equivocó. Tengo la conciencia limpia, soy un hombre católico, mis principios están por encima de mis conveniencias, la ley y el derecho me acompañan. He sido víctima de chantaje de parte suya y ante la gravedad de lo sucedido en aquella reunión, lo denuncié ante las instancias vaticanas correspondientes, meses antes de que todo esto se hiciera público.
Nunca busqué el escándalo público, el cual repruebo. Ni promuevo ninguna campaña contra su persona. Hoy me pronuncio por la gravedad del tema y porque he visto mi honra dañada. Sorprende la campaña que sus amigos vienen realizando en el portal Religión Digital y en La República, para intentar justificar sus graves actos. Parecen compartir un mismo afán por promover intereses personales, pecuniarios y políticos, sin importar los hechos sucedidos, los daños causados y vulnerando derechos ajenos. Todo esto, en mayor perjuicio de la Iglesia.
Al revés de aquel secreto y enrevesado juego que usted protagoniza y organiza con su prensa aliada, hago público este apretado recuento de los hechos como sucedieron, de manera clara y abierta para que todos puedan leerlo y se pueda corregir la desinformación difundida por los comunicadores que trabajan con usted. Considero de justicia exponer la verdad y manifestarle mi deseo de que las instancias correspondientes tomen las acciones pertinentes ante su accionar contrario al derecho, a la moral cristiana y a la caridad evangélica. Espero que rinda cuenta de sus acciones y afronte con entereza sus responsabilidades, como correspondería a un sacerdote.
Atentamente,
Gonzalo Flores Santana
9 de diciembre, 2025
