El P. Joachim Heimerl von Heimthal, sacerdote alemán conocido por su defensa de la tradición litúrgica y su crítica a las desviaciones doctrinales presentes en la Iglesia contemporánea, ha publicado un análisis contundente en Stilum Curiae sobre el sentido del Offertorio y la crisis de la reforma litúrgica de 1969, que —según Heimerl— habría debilitado doctrinalmente el Offertorio, sustituyéndolo por una “preparación de los dones” que ya no expresa con claridad el sacrificio eucarístico.
Una “nueva Misa” para una “nueva fe”: el diagnóstico de Heimerl
En su análisis, el sacerdote Joachim Heimerl von Heimthal sostiene que la liturgia reformada tras el Concilio Vaticano II constituye, en muchos aspectos, la expresión de una “nueva Iglesia” y de una “nueva fe”, distinta en elementos fundamentales de la tradición católica. A su juicio, esta ruptura se percibe con especial claridad en la Santa Misa, reformada en 1969, cuya estructura y contenidos habrían diluido el lenguaje doctrinal propio del sacrificio de Cristo.
Heimerl subraya que esta diferencia no afecta solo a los ritos externos, sino también —y sobre todo— a las oraciones del Misal, en las que la Iglesia expresa su fe y su comprensión del acto litúrgico.
Del Offertorio a la preparación de los dones: un cambio doctrinal decisivo
El sacerdote centra su crítica en el Ofertorio, momento en el que el sacerdote prepara y ofrece el sacrificio a Dios. En la Misa tradicional, esta parte expresa de forma explícita la naturaleza sacrificial del acto eucarístico, vinculándolo directamente con la Cruz.
En la reforma de 1969, sin embargo, el Ofertorio fue reemplazado por la denominada preparación de los dones. Según Heimerl, este cambio no es meramente terminológico: implica un desplazamiento teológico profundo. La Misa habría dejado de mostrar con claridad la renovación incruenta del sacrificio del Calvario para adoptar una perspectiva más cercana a una comida comunitaria con acentos protestantes.
El resultado, afirma, es una imagen distorsionada de la fe, una práctica que ya no manifiesta el carácter de sacrificio propiciatorio y de alabanza dirigido a la Santísima Trinidad.
Oraciones reducidas a fórmulas de bendición de mesa
Heimerl denuncia que las plegarias de la “preparación de los dones” describen el pan y el vino como simples “frutos de la tierra y del trabajo del hombre”, ofreciendo una visión horizontal que omite toda referencia explícita al sacrificio redentor de Cristo. Estas expresiones, sostiene, podrían aplicarse a cualquier acto religioso genérico y dejan en penumbra la identidad sacrificial de la Misa.
El sacerdote destaca también la ausencia de la invocación trinitaria y la casi desaparición del nombre de Cristo. Solo se menciona de pasada durante la mezcla del agua y del vino, y aun allí se ha eliminado la fórmula trinitaria. Según Heimerl, esta omisión constituye una pérdida doctrinal severa: si la fe de la Iglesia se expresa en sus oraciones, la falta de estas referencias deja vacía de contenido específico la preparación de las ofrendas, que “flota como en el vacío”.
El Offertorio tradicional: claridad sacrificial y confesión de fe
Frente a esta pérdida, Heimerl contrasta el Ofertorio tradicional, cuya primera oración —Suscipe, sancte Pater— expresa con claridad el núcleo de la fe católica. En ella, el sacerdote suplica al Padre “omnipotente y eterno” que acepte la “hostia inmaculada”, ofrecida no como un mero símbolo, sino como sacrificio verdadero.
El sacerdote reconoce su propia indignidad —ego indignus famulus tuus— recordando que el acto más sagrado de la fe es realizado por manos humanas y pecadoras. Además, el Ofertorio tradicional explicita que la ofrenda se hace “por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias” y por todos los fieles, vivos y difuntos. En pocas frases aparece condensada la universalidad redentora de la Misa y su finalidad última: ut mihi et illis proficiat ad salutem in vitam aeternam —“para que lleve la salvación a mí y a ellos en la vida eterna”.
Las oraciones que siguen continúan desarrollando estas verdades centrales: la omnipotencia de Dios, la mediación única de Cristo, la necesidad del sacrificio para la salvación y la dimensión trascendente del culto. Todo culmina en la oración final Suscipe, sancta Trinitas, una súplica dirigida a la Trinidad que recuerda la Pasión, la Resurrección y la Ascensión, y que reconoce el valor del sacrificio para gloria de la Virgen y de todos los santos.
Un Offertorio reducido que lleva a una liturgia ambigua
Para Heimerl, la nueva liturgia omite estos contenidos esenciales, mencionando el término “sacrificio” solo una vez y sin claridad doctrinal. La pérdida del lenguaje sacrificial no sería accidental: constituye, según él, el núcleo del problema de la “nueva Misa”, que “oscurece la esencia de la Santa Misa y conduce, en última instancia, a una deriva herética de tipo protestante”.
El sacerdote recuerda que el cardenal Alfredo Ottaviani ya alertó en 1969, en su célebre estudio crítico, que la Misa tradicional es “el monumento completo” de la fe católica, mientras que la reforma litúrgica podía ser entendida como una presentación incompleta o deformada de esa misma fe.
El dilema moral de los sacerdotes que celebran la Misa reformada
Heimerl afirma que muchos sacerdotes se enfrentan hoy a una dificultad real: quien comprende la naturaleza del sacrificio eucarístico no puede pronunciar ciertas oraciones del rito reformado sin sentir que compromete la fe católica. Algunos celebrantes optan por rezar en silencio el Ofertorio tradicional dentro de la Misa nueva, aprovechando que esta opción no genera conflicto visible durante la celebración.
Él mismo confiesa haberlo hecho, aunque considera esta práctica una solución de circunstancia. Para el autor, la única salida plenamente coherente es volver a la forma tradicional de la Misa, donde el Ofertorio conserva íntegra la expresión doctrinal de la fe católica.
Un llamado a custodiar la liturgia como patrimonio de fe
En su conclusión, Heimerl exhorta a los sacerdotes a recuperar la forma tradicional de la Misa, aun cuando ello implique sacrificios o dificultades. Recuerda que, como ministros de Cristo, tienen la obligación de defender y preservar la Santa Misa, como los demás sacramentos.
La cuestión del Ofertorio —afirma— no es un asunto estético o disciplinar, sino un problema doctrinal que afecta al corazón mismo de la Misa: el sacrificio redentor de Cristo presente en el altar.
