Fulton Sheen fue uno de los grandes comunicadores católicos del siglo XX. Su presencia en radio y televisión no se explicaba por habilidades técnicas —que ciertamente tenía— sino por algo más profundo: hablaba de la fe como quien vive de ella. En una época que comenzaba a deslizarse hacia el relativismo moral y el secularismo militante, Sheen proclamó la verdad del Evangelio sin complejos y sin adaptarla a las modas de turno. Explicaba la doctrina católica con rigor, pero también con una humanidad que hacía accesible lo eterno.
Su talento comunicativo jamás estuvo al servicio de una fe diluida. Muy al contrario, Sheen utilizó los medios de comunicación masivos para llevar al público a Cristo y no para acomodar a Cristo a las expectativas del público. En él se unían la claridad intelectual y la caridad pastoral, dos virtudes que la Iglesia siempre ha necesitado y que hoy, de modo particular, resultan indispensables.
Un hombre transformado por la Eucaristía
El secreto de su vida apostólica estaba en la adoración eucarística diaria. Durante más de cincuenta años, Sheen dedicó una hora completa cada día al Señor sacramentado. A esa entrega silenciosa atribuía todo fruto de su ministerio. La Eucaristía, para él, no era un símbolo ni un recuerdo, sino la presencia real de Cristo actuando en el corazón del mundo.
En tiempos en los que la fe eucarística se debilita y surgen prácticas pastorales que desdibujan la reverencia debida al sacramento, el testimonio de Sheen se convierte en un recordatorio necesario. Su vida demuestra que no puede existir verdadera evangelización sin adoración, y que la renovación de la Iglesia comienza siempre a los pies del Sagrario. Su insistencia en volver al corazón de la fe resulta hoy profundamente actual.
Un defensor valiente de la verdad en medio de la confusión
La fuerza profética de Sheen se manifestaba en su capacidad para leer los signos de su tiempo. Denunció la penetración del comunismo cuando muchos preferían ignorarla, advirtió sobre el materialismo que vaciaba el alma humana y alertó del riesgo de un cristianismo sin exigencia, reducido a un sentimiento difuso sin contenido doctrinal.
Su pensamiento anticipó con notable precisión crisis que hoy afectan a la Iglesia y a la sociedad: la pérdida del sentido del pecado, el deterioro moral, la fragmentación familiar, la cultura de la muerte y la creciente indiferencia religiosa. La claridad con la que habló de estos temas contrasta con la ambigüedad que a menudo domina el discurso eclesial actual. Sheen recordaba constantemente que la Iglesia no está llamada a adaptarse al mundo, sino a iluminarlo; y que la verdad, para ser caridad, debe ser proclamada íntegramente.
Un referente para la evangelización contemporánea
Aunque vivió en una era sin redes sociales ni plataformas digitales, Sheen logró llevar el mensaje de Cristo a millones de personas. Su éxito no dependió de estrategias de comunicación complejas, sino de una convicción sencilla: la fe se transmite cuando se vive con autenticidad. Su discurso nunca buscó la aprobación del mundo. Su única medida era la verdad del Evangelio, que comunicaba con una mezcla de firmeza y amabilidad difícil de encontrar hoy.
Mientras algunos proponen “nuevos modelos” de evangelización basados en la gestión o en la adaptación cultural, Sheen muestra un camino muy distinto: el de la fidelidad sin fisuras al Magisterio, sostenida por una vida espiritual profunda y por una razón iluminada por la fe. Su ejemplo enseña que el catolicismo no necesita volverse irreconocible para ser escuchado; al contrario, cuanto más fiel es a Cristo, más fecundo se vuelve.
Un legado vivo para una Iglesia que atraviesa horas difíciles
Fulton J. Sheen murió un 9 de diciembre, arrodillado en oración ante el Santísimo. Así coronó una vida que fue, de principio a fin, un acto de entrega a Cristo. Hoy, cuando la Iglesia enfrenta desafíos internos y externos, su figura se presenta como un guía seguro. Su pensamiento invita a recuperar la claridad doctrinal, a vivir la liturgia con reverencia y a anunciar la verdad sin miedo. Su vida muestra que la Iglesia no se renueva por reformas estructurales, sino por santos que la habitan.
A 45 años de su fallecimiento, el Venerable Fulton Sheen sigue hablando una palabra cargada de esperanza y de exigencia: la Iglesia necesita volver a Cristo, volver a la Eucaristía y volver a la verdad. Todo lo demás es secundario.
