Caritas Roma ha publicado el informe “Acoger ya es curar”, dedicado a los veinte años del servicio Heridas Invisibles, un programa de atención a migrantes supervivientes de tortura, violencia intencional y traumas extremos. En estas dos décadas, el centro ha asistido a 531 personas procedentes de 61 países, consolidándose como un referente técnico reconocido incluso por Naciones Unidas. Sin embargo, el informe vuelve a mostrar una tendencia creciente en ciertos ámbitos eclesiales: la adopción casi literal del lenguaje de los organismos internacionales, que tiende a desplazar el marco espiritual y evangelizador propio de la Iglesia.

Una labor humana valiosa, presentada desde categorías seculares
Los pacientes atendidos por Heridas Invisibles son en su mayoría jóvenes, con una media de 26 años, muchos de ellos sin familia y marcados por recorridos de persecución, guerra o explotación. Entre ellos hay 157 menores, varios no acompañados, cuyas heridas psicológicas requieren un acompañamiento prolongado.
El servicio ha realizado 6.877 encuentros psicoterapéuticos y ha debido recurrir en más del 70% de los casos a mediación lingüístico-cultural. Clínicamente, la patología dominante es el trastorno de estrés postraumático.
La dimensión humana del trabajo es incuestionable. Pero su presentación oficial está fuertemente enmarcada en conceptos como protección internacional, resiliencia o procesos de inclusión, expresión de un paradigma tecnocrático que, aun siendo útil en contextos civiles, no expresa la visión cristiana del sufrimiento y de la dignidad humana.
Un servicio reconocido por la ONU… y cada vez más alineado con su lenguaje
El comunicado recuerda que Heridas Invisibles forma parte de la red supranacional de apoyo a víctimas de tortura reconocida por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. Ese reconocimiento aporta peso institucional, pero también introduce una evidente influencia conceptual.
La terminología empleada coincide con la de las estructuras internacionales de migración y derechos humanos, hasta el punto de que la identidad católica del servicio aparece diluida en un discurso técnico, donde la referencia a Cristo, a la gracia o a la caridad como virtud teologal queda relegada.
El riesgo —señalado con frecuencia por analistas y fieles— es que la pastoral social de la Iglesia derive hacia un asistencialismo burocrático, convirtiendo la acción caritativa en una rama de los programas globales y no en expresión del amor cristiano.
La caridad cristiana no es asistencialismo
El documento subraya la importancia de crear un espacio “seguro”, “siempre abierto”, “capaz de escuchar”. Son elementos valiosos, pero que en el comunicado aparecen desligados de su fundamento sobrenatural. La caridad de la Iglesia no se reduce a la prestación de servicios terapéuticos: su finalidad última es sanar el alma y conducir a Cristo, algo que ningún organismo internacional puede ofrecer ni sustituir.
La Doctrina Social de la Iglesia enseña que la acogida debe ser ejercida con misericordia, pero también de acuerdo con el bien común y el respeto al orden moral. Esa dimensión queda ausente en documentos dominados por categorías seculares, que interpretan el fenómeno migratorio desde parámetros ideológicos más que desde la sabiduría cristiana.
Una evolución que interpela a la Iglesia
La publicación del informe pone de manifiesto dos realidades, primero, la necesidad innegable de acompañar a quienes han sufrido violencia extrema; y segundo, la dificultad creciente de mantener un lenguaje propio, teológico y pastoral, frente al peso del discurso internacional.
Cuando la terminología externa coloniza la acción caritativa, la Iglesia se convierte en una ONG humanitaria, perdiendo la especificidad que la hace única: anunciar la salvación, sanar desde Cristo y ofrecer un horizonte de sentido que va más allá de la terapia y la ayuda material.
Cristo es el centro de toda acción caritativa
El trabajo de Caritas Roma merece respeto y reconocimiento. Pero la Iglesia debe vigilar para que la acción social no quede subsumida bajo marcos ideológicos que no le pertenecen. La caridad cristiana nace del Evangelio y se expresa con un lenguaje que afirma la dignidad del hombre como hijo de Dios. Cuando ese lenguaje se sustituye por categorías tecnocráticas, se debilita la misión y se confunde al mundo sobre la verdadera identidad de la Iglesia.
La urgencia de hoy no es solo asistir: es evangelizar sanando, poniendo a Cristo en el centro de toda acción caritativa.
Ayuda a Infovaticana a seguir informando
