La elección del papa León XIV, ocurrida el 8 de mayo de 2025 —día de la Súplica a la Virgen del Rosario de Pompeya— marcó un signo espiritual que no pasó desapercibido para Mons. Alberto José González Chaves. El nuevo pontífice inició su ministerio rezando un Avemaría y poniendo el rosario en el centro de su vida pública, del mismo modo en que lo había hecho León XIII más de un siglo antes. Esa coincidencia no es un detalle devocional, sino el reflejo de una continuidad profunda entre dos momentos críticos de la Iglesia: mientras León XIII enfrentaba el anticlericalismo moderno y la descomposición social del siglo XIX, León XIV se encuentra ante una humanidad fragmentada por la revolución tecnológica y la pérdida de la fe. Ambos, en contextos distintos, vuelven la mirada a María como garantía de victoria espiritual.
León XIII: el Papa del Rosario
La Iglesia ha visto en León XIII al gran renovador de la mariología contemporánea. Su insistencia en el rosario, expresada en doce encíclicas marianas, ofreció a los fieles un camino de contemplación accesible y profundo. En Supremi apostolatus officio, León XIII recordó que esta oración había unido a cristianos de toda condición en los momentos más difíciles, como en la victoria de Lepanto, donde la invocación del rosario fue entendida como un verdadero auxilio del cielo. Para él, el rosario no era una repetición estéril, sino una “pedagogía del amor” capaz de introducir incluso a los más sencillos en la contemplación de los misterios de Cristo. Rezar cada misterio era, según el pontífice, unirse al ministerio de los ángeles y acompañar espiritualmente todos los pasos de la vida del Señor y de su Madre. No es exagerado afirmar que León XIII devolvió a la Iglesia la conciencia de que el rosario es una escuela permanente de santidad.
León XIV: un papa nacido del rosario
El nuevo Papa, al elegir el nombre de León XIV, quiso expresar una continuidad espiritual explícita. Sus primeras palabras, su primer gesto y su primera oración pública fueron marianos. Mons. González Chaves recuerda que el día mismo de su elección —la jornada de la Súplica de Pompeya— evocaba la figura del beato Bartolo Longo, quien difundió la devoción al rosario como camino seguro para el pueblo cristiano. La atmósfera mariana se vio reforzada cuando el pontífice explicó que su nombre quería conectar con la misión de León XIII y con la necesidad de iluminar la nueva “revolución industrial”, la digital y tecnológica, con la luz del Evangelio.
Uno de los actos más significativos de sus primeras semanas fue su visita al santuario de la Madonna del Buon Consiglio en Genazzano, lugar que León XIII había promovido y amado. Ese gesto, discreto pero cargado de sentido, reveló que su programa espiritual no busca inventar nada nuevo, sino recuperar la fuerza del rosario como instrumento de unidad y de renovación interior. Incluso su lema pontificio —«In illo uno unum»— expresa ese deseo de construir la unidad eclesial bajo la guía de María.
El rosario como eje de continuidad apostólica
A lo largo del libro, Mons. González Chaves muestra que la conexión entre ambos pontífices va más allá de afinidades personales. El rosario se convierte en un eje de continuidad apostólica que ha permitido a la Iglesia atravesar épocas de profunda oscuridad. León XIII recurrió a él como defensa doctrinal y espiritual en tiempos de ideologías agresivas. León XIV lo propone como antídoto ante la dispersión interior de los cristianos, la confusión doctrinal y la ruptura afectiva que deja tras de sí la cultura digital.
El rosario aparece así como un lenguaje común que atraviesa siglos, capaz de unir a ricos y pobres, doctos y sencillos, jóvenes y ancianos. Es también un arma espiritual frente a los poderes que se oponen a la fe, y un modo humilde y profundo de contemplar el corazón del Evangelio. El hecho de que dos pontificados tan distantes recurran al mismo método espiritual revela que la verdadera renovación eclesial no nace de estrategias humanas, sino de volver a lo esencial.
María, la que une los tiempos
Mons. González Chaves subraya finalmente que el vínculo entre León XIII y León XIV no puede entenderse solo como devoción o simpatía personal, sino como una continuidad teológica: María es la que une los tiempos, la que mantiene al cristiano anclado en el misterio de Cristo y la que evita que el Evangelio se convierta en una ideología. A través del rosario, la Iglesia ha encontrado un camino sencillo —pero inexhaustible— para permanecer fiel en medio de cualquier crisis.
De este modo, de León XIII a León XIV se dibuja una línea espiritual que atraviesa más de un siglo, recordándonos que la oración de los humildes es la fuerza que sostiene a la Iglesia, y que el rosario sigue siendo, como siempre, el arma de los tiempos difíciles.
En De León XIII a León XIV. Unidos por el rosario (Ed. Homo Legens), Mons. Alberto José González Chaves revela con claridad la continuidad espiritual entre dos pontífices separados por más de un siglo, mostrando que la verdadera fuerza de la Iglesia sigue siendo la oración humilde y perseverante del rosario.
