El sábado 8 de noviembre, el Papa León XIV recibió en el Vaticano a una delegación de quince víctimas belgas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia. El encuentro, que duró dos horas —media hora más de lo previsto—, fue descrito por los asistentes como “humano” y “escuchado con atención”, aunque dejó al descubierto las tensiones entre las víctimas y la jerarquía católica belga, especialmente con el arzobispo de Malinas-Bruselas, mons. Luc Terlinden, cuya destitución fue solicitada por algunos participantes.
Una audiencia esperada
El encuentro con el Papa cumplió una promesa hecha por su predecesor, Francisco, durante su visita pastoral a Bélgica en septiembre de 2024. La cita con León XIV tuvo un inicio accidentado: la delegación tenía programada una reunión con el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, pero esta fue cancelada —el cardenal argentino “no trabaja los viernes”, según relata el diario Le Soir—.
Aline Colpaert, miembro del grupo, aseguró que el Papa “demostró humanidad” y coincidió en la importancia de una formación más sólida para los futuros sacerdotes que les proteja del riesgo de cometer abusos. Según la testigo, León XIV “reconoció haber recibido esa formación durante su propio proceso vocacional”, aunque aclaró que “no es garantía absoluta”.
Reclamos y decepción
Otro miembro de la delegación, Jean Marc Turine, destacó que el nuevo pontífice “escucha y parece comprender”, y señaló su “dinamismo y cercanía”. Sin embargo, también lamentó la falta de compromiso institucional de la Iglesia belga, a la que acusó de “eludir su responsabilidad” en materia de compensaciones económicas, trasladando los costes a la seguridad social.
“El Papa prometió presionar a la Iglesia en Bélgica para que asuma su responsabilidad y agilice las indemnizaciones —explicó Turine—, pero reconoció tener poca influencia real. Repitió varias veces que lleva solo seis meses en el cargo y que no conoce a fondo la situación”.
Ante esa percepción de distancia, varias víctimas entregaron una carta pidiendo la destitución del arzobispo Luc Terlinden, a quien acusan de “carecer incluso de la más mínima empatía por las víctimas”.
Las cifras de la reparación
Según De Standaard, el grupo pretende que la Iglesia reconozca el costo vitalicio del trauma, estimado en “un millón de euros por víctima”. No se trata de una exigencia formal, aclaró Turine, sino de una evaluación del daño psicológico, físico y social.
La fundación Dignity, creada por la Iglesia belga en 2022, ofrece actualmente una ayuda de 3.000 euros para atención psicoterapéutica, además de los acuerdos extrajudiciales que, desde 2012, oscilan entre 2.500 y 25.000 euros. Para las víctimas, estas cifras son “insignificantes” frente al sufrimiento de toda una vida.
El tema de las reparaciones sigue siendo espinoso también en Estados Unidos, país natal del Papa León XIV. Allí, numerosas diócesis —Los Ángeles, San Francisco, Portland, Milwaukee, entre otras— se han declarado en bancarrota tras afrontar miles de demandas. La diferencia, según observan las víctimas belgas, es que el sistema judicial norteamericano ha obligado a la Iglesia a indemnizar con cuantías mucho más elevadas, mientras que en Bélgica —según informa el medio— el Estado sigue asumiendo parte de la carga económica.
