El pasado 6 de noviembre, el obispo Robert Barron publicó en su canal de YouTube una extensa entrevista con el cardenal Gerhard Ludwig Müller, antiguo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo Benedicto XVI y Francisco. Durante casi dos horas, ambos reflexionaron con lucidez sobre los grandes desafíos intelectuales y espirituales de nuestro tiempo: el gnosticismo moderno, el nihilismo de Nietzsche, el papel de la razón en la fe católica, el Concilio Vaticano II y el destino de la Iglesia en Europa.
El cristianismo frente al nuevo gnosticismo
Uno de los momentos más llamativos de la conversación fue cuando Müller advirtió sobre el retorno de una vieja herejía: el gnosticismo. “El Papa Francisco me pidió escribir un libro sobre el moderno gnosticismo, porque es el mayor desafío del cristianismo actual”, recordó el cardenal. Para él, tanto la ideología de género como el relativismo contemporáneo son expresiones de esa antigua tentación de separar el alma del cuerpo y negar la encarnación.
“El cuerpo —explicó— pertenece a mí. No es un instrumento que puedo manipular; forma parte de mi identidad. Dios se hizo carne, asumió nuestra realidad. Por eso también nuestro cuerpo participa de la salvación y de la resurrección”. Frente a una cultura que disocia el yo de la naturaleza humana, Müller subrayó que la fe cristiana afirma precisamente lo contrario: la unidad de la persona.
El nihilismo de Nietzsche y la necesidad de recuperar el sentido
Otro eje de la entrevista giró en torno a la influencia del filósofo Friedrich Nietzsche, a quien Barron calificó como una presencia omnipresente en la mentalidad moderna. Müller coincidió: “Nietzsche es el símbolo de nuestro tiempo, un tiempo marcado por un nihilismo latente”.
El cardenal describió su pensamiento como “una filosofía suicida”, nacida del intento desesperado de llenar el vacío dejado por la muerte de Dios. “Cuando el hombre elimina a Dios —advirtió—, se niega a sí mismo. Entonces busca sustituir esa ausencia con drogas, sexo o ideologías. Pero quien escucha la voz de Dios no necesita sustitutos: tiene una dignidad que ninguna ideología puede darle”.
La razón y la fe: Benedicto XVI y la defensa del Logos
Al recordar su cercanía con el papa emérito Benedicto XVI, Müller evocó el célebre discurso de Ratisbona: “El acto de fe debe ser libre; la fe y la razón nunca pueden separarse ni oponerse”. Para el cardenal, el gran peligro del pensamiento occidental ha sido el “voluntarismo”, es decir, la supremacía de la voluntad sobre la inteligencia. “Cuando la voluntad se vuelve arbitraria —explicó—, se abre el camino a ideologías que pretenden rehacer la realidad, incluso el cuerpo humano, según el propio deseo”.
Barron subrayó que en la era de la Ilustración se acusó a la Iglesia de oponerse a la razón, cuando en realidad “los grandes defensores de la razón han sido los papas: Juan Pablo II y Benedicto XVI”. Müller coincidió: “Somos la religión del Logos, de la razón. El pensamiento cristiano fue el que dio origen a la verdadera era de la razón, porque la fe presupone la inteligencia”.
Vaticano II y la continuidad doctrinal
Consultado sobre la recepción del Concilio Vaticano II, Müller fue categórico: “La doctrina del Concilio no es otra cosa que la doctrina de la Iglesia desde el principio. No hay ruptura, sino continuidad”. Criticó tanto a los progresistas que quieren reinventar la Iglesia como a los tradicionalistas que sueñan con un pasado idealizado. “El problema —dijo— no es elegir entre Vaticano I o Vaticano III, sino ser fieles al Evangelio y al pensamiento revelado en Jesucristo”.
El cardenal insistió en que las divisiones ideológicas dentro de la Iglesia reflejan la fragmentación del pensamiento occidental desde la Ilustración. Frente a ello, la misión católica es unir la verdad revelada con la cultura moderna, sin traicionar la fe ni encerrarse en guetos.
Liberación y justicia: la verdadera teología social
En la parte final de la entrevista, Barron mencionó la amistad de Müller con el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez. El cardenal explicó que su relación fue teológica, no política: “Gutiérrez quiso superar el marxismo, no adaptarlo. El marxismo no libera, destruye”. A su juicio, la auténtica teología de la liberación no busca eliminar las clases sociales, sino superar el odio entre ellas. “El cristiano —añadió— no vence a su enemigo destruyéndolo, sino convirtiéndolo en hermano”.
Europa, la fe y la misión
Sobre la crisis espiritual del Viejo Continente, Müller fue contundente: “El cristianismo es el alma de nuestra cultura. Si Europa reniega de sus raíces griegas, latinas y cristianas, caerá en una antropología caótica”. Criticó el temor de muchos obispos a ser impopulares o atacados por los medios, y les recordó su misión: “Un buen pastor da la vida por sus ovejas, sin importar lo que digan los lobos”.
Para concluir, el cardenal ofreció una reflexión de gran fuerza evangélica:
“Ningún filósofo ni ningún político puede salvarme en la hora de mi muerte. Sólo Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, puede hacerlo. Él es el único Salvador del mundo”.
Un diálogo que reafirma la fe
La entrevista entre el obispo Barron y el cardenal Müller no fue una disquisición académica más, sino un testimonio de fidelidad a la verdad católica frente al caos de las ideas modernas. Entre la lucidez intelectual y la firmeza pastoral, ambos recordaron lo esencial: el cristianismo no es una teoría, sino el encuentro real con una Persona —Dios hecho carne— que da sentido, razón y esperanza a la historia.
