En la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, pronunció este 31 de octubre de 2025 el discurso de apertura del simposio “San John Henry Newman, Doctor de la Iglesia universal. Su relevancia hoy”, organizado en vísperas del acto solemne en que el Papa León XIV proclamará a Newman Doctor de la Iglesia este 1 de noviembre.
El purpurado recordó que el proceso comenzó en 2021, cuando la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales presentó la petición oficial para este reconocimiento, a la que pronto se unieron las de Escocia e Irlanda, junto con la familia espiritual de L’Opera y la Confederación del Oratorio de San Felipe Neri. Posteriormente, se recibieron adhesiones de todo el mundo católico.
Significativamente, Semeraro destacó que la iniciativa contó también con el apoyo fraterno de los arzobispos de Canterbury y de York, las dos máximas autoridades de la Iglesia de Inglaterra, que notificaron su adhesión al Papa Francisco, reconociendo así la grandeza espiritual y teológica del beato inglés convertido al catolicismo.
Un proceso continuado bajo dos pontificados
Con el consentimiento del Papa Francisco, el Dicasterio inició el procedimiento canónico, consultando al Dicasterio para la Doctrina de la Fe sobre la doctrina eminente de Newman. Su prefecto, el cardenal Víctor Manuel Fernández, expresó entonces:
“No hay duda alguna sobre la excelencia y actualidad de la obra de este gran pensador católico”.
El trabajo del Dicasterio se completó y la plenaria de cardenales y obispos fue convocada para el 1 de julio de 2025. La muerte del Papa Francisco, sin embargo, detuvo brevemente el proceso. Tras la elección del Papa León XIV, la reunión se celebró conforme a lo previsto, y el 31 de julio de 2025, el nuevo Pontífice confirmó el dictamen positivo que concedía a Newman el título de Doctor de la Iglesia universal.
En la audiencia del 28 de septiembre, el Papa anunció públicamente la fecha de la ceremonia, declarando:
“Conferiré el título de Doctor de la Iglesia a San John Henry Newman, quien contribuyó de manera decisiva al desarrollo de la teología y a la comprensión del progreso doctrinal del cristianismo”.
“No conversión, sino camino”: la clave espiritual de Newman
En su intervención, el cardenal Semeraro explicó el sentido profundo de la vida interior de Newman, precisando que su paso al catolicismo no fue una ruptura, sino una plenitud:
“Prefiero hablar de ‘pasaje’ a la Iglesia Católica, más que de ‘conversión’, porque Newman nunca dejó de buscar la verdad; su ingreso fue el cumplimiento de esa búsqueda”.
Citó al propio Newman, quien escribió:
“Desde 1845 nunca he dudado, ni por un solo instante, de que era mi deber unirme a esta Iglesia católica que, en mi conciencia, reconocí como divina”.
El purpurado evocó las palabras de Joseph Ratzinger en 1990, cuando dijo que en Newman “pensamiento y vida se entrelazan hasta hacerse inseparables” y que su obra El desarrollo de la doctrina cristiana refleja “una conversión nunca concluida”, es decir, un camino continuo hacia la verdad.
También recordó la apreciación de Pablo VI, quien definió a Newman como un autor “autobiográfico”, cuya fidelidad a la verdad lo llevó a renunciar a su pertenencia anglicana no por rechazo, sino por llevar su fe a la plenitud de la Iglesia católica.
Un testimonio de búsqueda y fidelidad
Semeraro concluyó destacando que la figura de Newman —sacerdote, teólogo y santo— representa una síntesis luminosa de razón y fe:
“Newman es grande porque, para alcanzar la Verdad absoluta, renunció a lo que más valía para él: su Iglesia de origen. No lo hizo para separarse de ella, sino para realizarla en plenitud”.
Con estas palabras, el prefecto invitó a los participantes del simposio a seguir el ejemplo de Newman, “hombre de conciencia recta y de fidelidad inquebrantable a la luz recibida”.
Dejamos a continuación el discurso del cardenal Semeraro pronunciado en el simposio «San John Henry Newman, Doctor de la Iglesia universal. Su relevancia hoy»:
Me felicito sinceramente por esta iniciativa, celebrada precisamente en vísperas de la proclamación de San John Henry Newman como Doctor de la Iglesia universal: acontecimiento iniciado a comienzos de 2021 con la aceptación de las peticiones llegadas de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, a la que posteriormente se unieron las Conferencias Episcopales de Escocia e Irlanda, la familia espiritual L’Opera y la Confederación del Oratorio de San Felipe Neri. A ellas se unieron muy pronto muchas otras peticiones procedentes de toda la Iglesia católica. De manera significativa, a la iniciativa de la Iglesia de Inglaterra y de Gales se asociará el apoyo fraterno, notificado al Papa Francisco, de las dos más altas autoridades de la Iglesia de Inglaterra, es decir, los arzobispos de Canterbury y de York.
Como consecuencia de ello, con el consentimiento y el mandato del Papa Francisco, el Dicasterio para las Causas de los Santos inició el procedimiento canónicamente previsto, comenzando por la debida consulta al Dicasterio para la Doctrina de la Fe acerca del voto sobre la eminens doctrina. A este propósito, el Prefecto de aquel Dicasterio, el cardenal Víctor Manuel Fernández, expresó un juicio que así comienza: «No hay ninguna duda sobre la excelencia y la actualidad de la obra de este gran pensador católico…». El trabajo del Dicasterio para las Causas de los Santos ya estaba completado y la Plenaria de los señores cardenales y obispos ya estaba convocada para el 1 de julio de 2025, cuando intervino la muerte del Papa Francisco. Con el consentimiento del nuevo Sucesor de Pedro, la reunión tuvo regularmente lugar; así, en la audiencia que me concedió el siguiente 31 de julio, León XIV confirmó el parecer afirmativo de aquella Sesión Plenaria de cardenales y obispos acerca de la concesión del título de Doctor de la Iglesia universal a San J. H. Newman; posteriormente, el domingo 28 de septiembre, el Papa anunció que el rito sería celebrado el 1 de noviembre de 2025. Dijo: «Conferiré el título de Doctor de la Iglesia a San John Henry Newman, el cual contribuyó de manera decisiva a la renovación de la teología y a la comprensión de la doctrina cristiana en su desarrollo».
He aceptado de buen grado la invitación que se me ha dirigido para presidir la primera sesión de este Simposio y la petición de añadir algunas breves palabras introductorias. Lo haré aludiendo a una sola cuestión, esto es, a la elección —en cuanto a la clásica petitio que mañana dirigiré al Santo Padre— de llamar «pasaje» a la Iglesia católica lo que habitualmente se indica como su «conversión». Newman, en efecto, escribirá: «Desde 1845 no he vacilado, ni siquiera por un solo instante, en la convicción de que era mi preciso deber adherirme (to join), como entonces hice, a esta Iglesia católica que, en mi propia conciencia, sentí ser divina» (Postscript a la Carta al Duque de Norfolk).
No es, obviamente, esta la sede para desarrollar la cuestión entera; intentaré sólo indicar algunos de mis puntos de referencia. El primero es la convicción de que con su Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana Newman no nos haya dejado únicamente un principio teológico, sino que también nos haya entregado su experiencia personal de una llegada ex umbris in veritatem. A esta idea me remitieron en su momento las palabras con las cuales J. Ratzinger, el 28 de abril de 1990, interviniendo para concluir el Simposio por el centenario de la muerte de Newman, dijo que en él pensamiento y vida se compenetraban y se determinaban recíprocamente, de modo que en aquel Ensayo podíamos encontrar no sólo su teología sino también su experiencia personal «de una conversión nunca concluida». Por su parte, dialogando con Jean Guitton, Pablo VI dirá que «Newman es un autor autobiográfico».
En su intervención Ratzinger usará la palabra «conversión», pero del conjunto se comprende bien que él no entendía el abandono de un camino precedente para emprender otro nuevo y diverso. Esto no comporta que en el camino de Newman hayan faltado las sombras y las tempestades. ¿Cómo no recordar, por ejemplo, lo que —en la fase de la crisis siciliana— él, casi delirando, repetía a su fiel servidor y amigo Gennaro: «Yo no he pecado contra la luz» (My illness in Sicily – 28 de diciembre de 1834: I have not sinned against the light)? ¿Cómo no volver a oír esta frase, junto con lo que, lúcidamente, escribirá al inicio del capítulo V de su Apología: «En el momento de mi conversión no tuve conciencia de un cualquier cambio intelectual o moral que aconteciera en mi espíritu… sino que me parecía volver al puerto después de una navegación tempestuosa»?
He recordado el coloquio de Pablo VI con J. Guitton. Concluyo, entonces, con esta afirmación suya tomada de la misma fuente: «Newman es grande. Para llegar a su Verdad, es decir, a la Verdad absoluta, la Verdad integral, Newman, en el pleno de su vida, renunció a lo que vale más que la vida: renunció a la Iglesia de Inglaterra, y no para separarse de ella, sino para realizarla. Dijo que no dejaba de creer en lo que había creído, sino que lo creía aún más: que había llevado la fe anglicana a su plenitud» (Diálogos con Pablo VI, Milán 1967, 162).
Agradeciéndoles de nuevo, deseo de corazón a todos ustedes un buen trabajo.
Pontificia Universidad Gregoriana – Roma, 31 de octubre de 2025
Marcello Card. Semeraro
