Los cristeros y la autonomía del laicado: el día en que México enseñó a Roma

Los cristeros y la autonomía del laicado: el día en que México enseñó a Roma

Contexto y texto íntegro del petitorio de la Liga al Episcopado (1926)

En la página 102 de La contrarrevolución cristera, de Javier Olivera Ravasi, se recoge un momento clave de la epopeya cristera: la asamblea conjunta convocada por la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa el 26 de noviembre de 1926, en plena persecución. Fue la expresión madura de un laicado que —sin romper la obediencia— asumió su responsabilidad histórica. Décadas antes del Concilio, aquellos mexicanos entendieron que la defensa de la fe no se delega.
El documento presentado entonces al Episcopado —el Petitorio de la Liga— no es una arenga de rebeldes, sino una pieza de catolicismo integral: unidad, formación de conciencias, legitimidad de la defensa, capellanía para los combatientes y sostenimiento material de la causa. A continuación, el texto completo.

Petitorio de la Liga al Episcopado (1926)

Nunca en la historia de nuestra patria ha estado formada la conciencia colectiva en el sentido de una resistencia armada. Dicho movimiento no puede ni debe ser ignorado por el episcopado, pues, quiérase o no, la bandera de combate enarbolada es la de la libertad religiosa y el grito de ¡Viva Cristo Rey! es inevitable. No puede condenarse el movimiento porque es el caso gravísimo de legítima defensa de los derechos e intereses más caros. Si se resistiese al movimiento, lo único que se lograría sería corromperlo y se crearía un sentimiento de desagrado contra el Episcopado y se debilitaría toda acción de defensa, aun la pacífica.

Atentas estas consideraciones, con toda reverencia solicitamos del Episcopado:

  1. Una acción negativa, que consista en no condenar el movimiento;
  2. Una acción positiva, que consista en:
    1. Sostener la unidad de acción, por la conformidad de un mismo plan y un mismo caudillo;
    2. Formar la conciencia colectiva, por los medios que estén al alcance del Episcopado, en el sentido de que se trata de una acción laudable, meritoria, de legítima defensa armada;
    3. Habilitar canónicamente vicarios castrenses;
    4. Urgir y patrocinar una cuestación desarrollada enérgicamente cerca de los ricos católicos, para que suministren fondos que se destinen a la lucha, y que, siquiera una vez en la vida, comprendan la obligación en que están de contribuir.

Por qué importa hoy

Leído a un siglo de distancia, el petitorio muestra a un laicado capaz de articular principios, estrategia y moral en medio del fuego. Es, también, una invitación a comprender que la autonomía responsable del laico no nació en un aula conciliar, sino en la vida real de los fieles que defendieron la libertad de la Iglesia.

Para seguir leyendo

El libro de Javier Olivera Ravasi, La contrarrevolución cristera. La historia de los católicos que se alzaron contra la persecución. México 1926–1929, ofrece un panorama riguroso y vibrante de la Cristiada, con documentos, contexto y perfiles de los protagonistas. Ed. Homo Legens, Madrid, 2025. ISBN: 978-84-19349-87-3

Fuente principal: La contrarrevolución cristera, de Javier Olivera Ravasi. Referencia del evento y texto del petitorio, p. 102 (asamblea del 26 de noviembre de 1926); datos editoriales, págs. de créditos e índice.

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