El cardenal Gerhard Ludwig Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, advirtió que la división actual dentro de la Iglesia no proviene de la tradición, sino del progresismo, una ideología que —según afirmó— está vaciando la fe de su contenido doctrinal.
En una entrevista con Raymond Arroyo en el programa The World Over de EWTN, Müller respondió a recientes palabras del Papa León XIV, quien habló de una “tensión dañina entre tradición y novedad”. El purpurado alemán replicó que la verdadera fractura eclesial no nace de quienes aman la tradición, sino de quienes la desprecian en nombre de un supuesto avance.
“El progresismo es la ideología que está dividiendo la Iglesia”
El cardenal denunció que dentro de ciertos sectores eclesiales se está promoviendo una reinterpretación de la doctrina moral, especialmente en temas como el matrimonio y la sexualidad, bajo la excusa de una “pastoral inclusiva”. Citó, como ejemplo, la bendición de parejas homosexuales permitida por el documento Fiducia supplicans, que calificó de “compromiso moral” incompatible con la verdad revelada.
Para Müller, esa deriva representa la verdadera ruptura eclesial: “Lo que divide a la Iglesia no es la Misa tradicional ni los fieles que la aman, sino quienes relativizan los sacramentos y las enseñanzas apostólicas”. Recordó que la tradición católica no es un obstáculo al progreso, sino uno de los tres pilares inseparables de la fe junto con la Escritura y el Magisterio.
Una “lucha superflua” contra la Misa tradicional
Consultado sobre la hostilidad hacia la Misa tridentina, Müller sostuvo que no existe ninguna base teológica sólida para las restricciones impuestas por Roma. Según explicó, quienes buscan limitar la celebración del rito tradicional “se amparan solo en la autoridad, sin ofrecer una razón teológica válida”.
El cardenal lamentó que se haya convertido la liturgia en un campo de batalla ideológico, cuando el culto debe ser el espacio donde toda la Iglesia se une en adoración a Dios.
En este contexto, Müller rechazó de forma tajante las declaraciones del cardenal Blase Cupich, arzobispo de Chicago, quien recientemente afirmó que la Misa tradicional es “un espectáculo”. El purpurado alemán calificó esas palabras de “infundadas y ofensivas”, recordando que durante siglos los papas, obispos y santos celebraron el mismo rito con reverencia y fe. “No se puede decir —afirmó— que los pastores de la Iglesia que ofrecieron esta liturgia estuvieran interesados en un espectáculo. Esa afirmación no tiene sustento teológico.”
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Müller añadió que una visión así degrada el sentido sagrado de la liturgia y traiciona la continuidad de la fe, pues convierte el culto en una cuestión de gusto o moda, y no en el acto central de adoración al Dios vivo. Para el cardenal, las críticas de Cupich “buscan titulares más que expresar una reflexión doctrinal seria”.
Una Iglesia en riesgo de relativismo
Durante la entrevista, Müller también comentó las recientes celebraciones interreligiosas promovidas en el Vaticano con motivo del aniversario de Nostra Aetate, en las que se incluyeron músicas y danzas de origen oriental. El purpurado alertó sobre el peligro de un falso ecumenismo que borra las diferencias doctrinales y da la impresión de que “todas las religiones son iguales”.
Müller advirtió que el relativismo está ganando terreno dentro de la Iglesia, especialmente cuando se adoptan gestos simbólicos —como la instalación de una alfombra para la oración musulmana en la Biblioteca Vaticana— que confunden a los fieles. Tales gestos, dijo, son interpretados por el islam como un signo de sumisión cultural y religiosa.
“El problema no es el diálogo con otras religiones, sino la pérdida de la conciencia de nuestra fe”, afirmó. “Cuando una Iglesia deja de confesar que Cristo es el único Salvador, comienza a disolverse en la cultura dominante”.
La defensa de la verdad frente a la ideología
Müller insistió en que el catolicismo no puede reducirse a una corriente política ni a una sensibilidad cultural. Frente al “progresismo teológico”, reivindicó la fidelidad a la fe apostólica como única garantía de unidad.
Según el cardenal, quienes se presentan como renovadores son, en realidad, quienes imponen un pensamiento ideológico ajeno al Evangelio. “El verdadero progreso en la Iglesia —subrayó— no consiste en inventar una nueva doctrina, sino en vivir más plenamente la verdad recibida”.
